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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Si es para bajar la inflación, el desempleo poco importa: FED

La teoría estructuralista que relaciona el nivel de precios con el desempleo, que fue determinante para la Reserva Federal, parece quedar atrás.

Durante décadas, una simple regla ha gobernado la postura de la Fed ante la economía estadounidense: cuando el desempleo alcanza niveles muy bajos, sube la inflación y viceversa.

Pero los economistas del banco central de Estados Unidos se han replanteado esa idea. Ahora creen que el cambio en la tasa de desocupación tiene que ser mucho mayor para afectar la inflación que hace 25 años.

De modo que es mucho más probable que la Fed atribuya los cambios en el nivel de inflación a factores transitorios, como variaciones en el precio del petróleo que a un cambio en la tasa de desocupación.

Una explicación de por qué la inflación se ha vuelto menos susceptible a los cambios en el nivel de cesantía es que las personas en EE.UU. esperan que la inflación sea estable. Cuando los precios al consumidor suben o bajan, es improbable que permanezca en ese nivel porque las empresas y los trabajadores no incorporan el cambio a sus expectativas y, en consecuencia, a su conducta.

Otra explicación es que la Fed hace un muy buen trabajo a la hora de ajustar las tasas de interés a las oscilaciones en la tasa de desempleo antes de que tales fluctuaciones hagan mella en la inflación.

Esta nueva postura respecto de la economía estadounidense ayuda a explicar por qué la Fed dejó de elevar las tasas de interés a mediados del año pasado a pesar de que la inflación subyacente, que excluye los precios de los alimentos y la energía, estaba en alza. También contribuye a explicar por qué la Fed es renuente a reducir las tasas ahora a pesar de que proyecta una caída en los próximos dos años.

La nueva visión “tiene profundas implicaciones”, dice el ex economista de la Fed Brian Sack, que ahora se desempeña en la consultora Macroeconomic Advisers. Significa que la tasa de desempleo pesa menos en las decisiones de la Fed acerca de las tasas de interés y que las expectativas del público sobre la inflación pesan más.

A fines de los años 50, los economistas descubrieron que la inflación aumentaba cuando la desocupación era baja y caía cuando era alta. Concluyeron que cuando la tasa de desempleo era baja, las empresas pagaban más para atraer a trabajadores escasos y recuperaban su mayor inversión al aumentar sus precios.

Esta relación quedó ilustrada con un gráfico llamado la Curva de Phillips, en honor a Alban William Phillips, uno de los primeros economistas que identificó esta correspondencia.

En los años 60, la Fed trató de explotar la Curva de Phillips, dejando que la inflación se escapara un poco de lo prudente a cambio de un menor desempleo.

No obstante, a fines de la década de los 60, los economistas Milton Friedman, que falleció el año pasado, y Edmund Phelps, dedujeron independientemente que la caída del desempleo sería efímera. Una vez que los empleados empezaban a esperar una mayor inflación, pedirían mayores salarios. A largo plazo, sostuvieron, el desempleo gravitaría hacia un nivel “neutro”, más allá del comportamiento de la inflación. Ambos economistas obtendrían más tarde el premio Nobel.

Aunque los economistas se dieron cuenta que, a largo plazo, una mayor inflación no generaba un menor desempleo, seguían creyendo que podía hacerlo en el corto plazo. Entre 1979 y 2003, los presidentes de la Fed Paul Volcker y, posteriormente, Alan Greenspan, explotaron la idea, usando las tasas de interés para elevar el desempleo y, de esta manera, también conseguir una reducción duradera de la inflación.

Sin embargo, el impacto de corto plazo del desempleo sobre la inflación empezó a disminuir. Aunque la tendencia se ha venido desarrollando en los últimos 25 años, investigaciones recientes de economistas de la Fed y privados la han puesto en el tapete.

Las nuevas ideas serán el principal tema de una conferencia que tendrá lugar el 9 de marzo en Washington.

“Entre los economistas que se ganan la vida prediciendo los pasos de la Fed, en los últimos 10 años ha existido mucha preocupación acerca de si hay una menor relación entre la producción y la inflación futura”, dice James Stock, economista de la Universidad de Harvard. “La evidencia se acumula a paso de tortuga. Pero ahora la evidencia es mucho más contundente”.

Stock y Mark Watson, de la Universidad de Princeton, presentaron pruebas en una conferencia de la Fed, a fines de 2005, de que la trayectoria de largo plazo de la inflación estadounidense no ha variado mucho desde 1984, y que la mayoría de las fluctuaciones fueron resultado de disturbios transitorios, como un cambio en los precios de la energía.

En realidad, cuando la inflación subyacente se aceleró en EE.UU. el año pasado, la Fed lo atribuyó a un alza en los arriendos y los precios del petróleo, no a un sobrecalentamiento de la economía.

Parece que el banco central tenía la razón. A medida que los precios de la energía han tendido a caer en los últimos meses y los aumentos en los arriendos se han moderado, la inflación subyacente también ha bajado.

Phelps cree que la nueva interpretación de la Curva de Phillips no altera las implicaciones del trabajo que lo hizo merecedor del premio Nobel. Si la Fed nunca respondiera a una mayor inflación, las empresas y los consumidores empezarían a anticipar un alza de la inflación y “luego comenzaría el juego”, dice.

Los funcionarios de la Fed concuerdan. Si bien es menos probable que una baja en la tasa de desempleo desate un brote inflacionario, la posibilidad todavía existe. “Los desequilibrios entre la demanda y la potencial oferta [podrían] demorar en traspasarse de forma convincente a la inflación, pero una vez que eso ocurre, corregirlos puede ser costoso”, dijo a fines de 2005 el vicepresidente de la Fed, Donald Kohn.

Ése es uno de los motivos por los que la Fed, a pesar de que espera una moderación de la inflación subyacente este año, no puede dormirse en los laureles.

POR GREG IP - THE WALL STREET JOURNAL

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