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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Emprendedores: “No puedo hacer nada porque me falta capital”. ¿Es verdad eso? Veamos….

Es la eterna queja y cantaleta de los llamados “emprendedores”, que esconden su miedo y su incapacidad tras esas aparentes carencias. Otros dicen que el emprendedorismo es una cuestión genética, y que ellos nacieron “para empleados”. Otros se quejan de que no reciben ayuda. Bueno, para empezar, esos no son emprendedores. Son cualquier cosa menos eso. ¿Se necesita capital para inventar y producir un aparatito que mantiene las carpetas de su escritorio sin caerse? Pues bien, ése fue el primer premio del concurso “Premio Emprendedores 2006”, en la segunda edición organizada por el Instituto Pyme del Banco Ciudad de Buenos Aires y la revista Pymes de Clarín. Se presentaron 222 postulaciones, y ya vieron cual ganó…. ¿Se necesita capital para eso? Y si era tan simple, ¿por qué no se te ocurrió primero? Otro ganador le vende naturaleza a las empresas, en lo que denomina “aprendizaje experencial”. ¿Se necesita mucho capital? Sólo la idea y crearse los contactos y saber venderla, más un par de mochilas y mapas. Es, como decíamos en el post anterior, cuestión de huevos más que de platas. Lean lo que viene y verán que el dinero es lo de menos… por lo menos al comenzar. Lo importante es ¡comenzar!

En la categoría General —la más numerosa, con 115 proyectos— la mejor calificación fue para Ricardo Morchio por su producto “Binder Up”, una expresión en inglés que puede traducirse literalmente como "carpeta arriba". Consiste en un dispositivo que permite que los biblioratos o las carpetas con ganchos —los mismos que se usan para archivar papeles y documentos— no pierdan el equilibrio cuando están en posición vertical y terminen volcados en la estantería, con el consiguiente desorden y mal uso del espacio. Esta cuestión simple, que podría parecer poco relevante, cambia de color cuando se conoce el tamaño del mercado. Morchio explica que la cantidad de carpetas y biblioratos en uso en la Argentina —sumando hogares y lugares de trabajo— asciende a 17,2 millones de unidades, y en el mercado mundial son nada menos que 15.200 millones. Y todos repiten el diseño del invento original, lanzado en la década de 1950, que no logra mantener el equilibrio una vez que la carpeta tiene demasiada carga de papel.

El segundo premio en la categoría general fue para "Timbales sinfónicos". La idea es fabricar localmente estos instrumentos, que hasta ahora se importan a precios muy altos. El líder del proyecto, Pablo Dzodan, es director de orquesta y sufría en carne propia el problema. En una charla con su amigo de la infancia Santiago Badrán, ingeniero mecánico e inventor, armaron el dúo ideal de experto de mercado y diseñador.

Además de fabricarlos localmente a un tercio del valor de los importados, el diseño de sus timbales permite "ir escalando" la estructura del instrumento desde su versión más simple —para un estudiante, por ejemplo— hasta la más completa. Es un típico proyecto de nicho, con pocas unidades y buen margen, pero además miran el mercado latinoamericano, donde los timbales del Primer Mundo son igual de inaccesibles. "En Venezuela, por ejemplo", explica Dzodan, "hay un programa de 100 orquestas juveniles. Y enfrentan el mismo problema que acá", se entusiasma. El músico no ve conflicto entre arte y emprendimiento. Incluso recomienda leer biografías para aprender sus lecciones. Cita una: "Charles Ives fue un gran compositor, y financió su carrera musical con sus innovaciones en su propia compañía de seguros".

La tercera mención fue para "Pradera Ñandú", un proyecto nacido en una cátedra de la Universidad Argentina de la Empresa, con el impulso de Juan Manuel Abdala y Sebastián Preiti (ambos estudiantes de 21 años) junto a su tutor Diego Fano. Apuntan a armar un criadero de ñandúes para plegarse al crecimiento de consumo de carnes magras, con el objetivo final de llegar al mercado europeo. La pregunta obligada es si la edad no juega en contra en el momento de despertar confianza en posibles clientes y proveedores. "Cuando nos ven trabajar ocurre lo contrario: buscan armar otro proyecto con nosotros", retruca Abdala. No temen enfrentarse tampoco a otro dilema típico de los jóvenes emprendedores: que una oferta laboral jugosa los tiente para ir a una gran empresa: "No lo descartamos, pero preferimos armarla nosotros."

El cuarto lugar, a diferencia de los anteriores, fue para una empresa ya existente. Es la financiera "ProTrabajo", de Rosario, cuyo eje es facilitarle el acceso al crédito a las microempresas. Sus préstamos van de $ 300 a $ 6.000. Al 30 de junio —con siete meses de vida— ya habían dado 329 créditos por $ 315.000. Buscan quitarle parte del mercado a los créditos informales, de tasas altísimas y plazos muy cortos. Sus creadores son Rodolfo Monsberger y Manuel Ulrich, que ya tenían experiencia en otros países trabajando para una consultora alemana de microcréditos. Vieron la oportunidad de desarrollar el negocio en la Argentina, donde —a diferencia de países vecinos— el rubro está muy poco desarrollado, "y con un enfoque asistencialista, no empresario", observa Monsberger. Ya su práctica les permite dar un consejo al buscar un socio: se deben compartir "el riesgo y las ganancias, pero también valores y principios. Y hay que complementar los estilos: uno más cauto, el otro más agresivo; uno más práctico, el otro más analítico".

En la categoría Diseño e Industrias Culturales se postularon 76 proyectos. El ganador fue "UHNO en cumbre", de Martín Pastorino y Alejandro Affonso, quienes ya eran socios en otra empresa. Justamente su práctica anterior les dio la idea para el nuevo proyecto: hace tres años que ofrecen "aprendizaje experiencial", una técnica de capacitación para empresas a partir de situaciones no tradicionales, fuera del ámbito normal de trabajo y a menudo en contacto con la naturaleza.

Ahí se llevaron una sorpresa: el entusiasmo de los participantes fue tan intenso y tan general ("la gente hasta nos enviaba su curriculum para dejar su empresa y trabajar con nosotros") que idearon explotar otro costado: ya no el ámbito natural como instrumento de capacitación, sino como lugar de disfrute. Y siempre planteado dentro de las empresas: de ahí surgió el nombre UHNO, Uniendo al Hombre y la Naturaleza en las Organizaciones. "Hoy proponerle a una empresa llevar a su gente a ver las estrellas o acampar al lado de un río, como actividad recreativa, es difícil de entender. Te piden que pongas luces, colores y humo; la naturaleza hoy no vende", dicen, "pero queremos crear un consenso para construir ese valor".

Los dos proyectos siguientes tienen que ver con el diseño textil. Uno es "Nela Canel", la marca que eligió Gabriela Michelena para sus prendas de cuero con diseño artesanal. Empezó casi por azar, cuando hizo un tapado para su uso personal con un cuero que le habían regalado. El impacto entre sus amigos fue tan bueno, que decidió jugarse. Tuvo que aprenderlo todo: desde elegir cueros en las curtiembres hasta contratar gente o negociar con los clientes. Eso sí: sabía —como tantos emprendedores— que no quería terminar sus días en el área de legales de la multinacional donde trabajaba. "Siempre quise la independencia, no tener horarios". Hoy busca abrir un local en San Telmo, "por el turismo, y porque es muy duro entrar en el mercado de otro modo".

El tercer puesto fue para "Duam", que significa "idea" en mapuche y está liderado por los hermanos Gonzalo y Martín Traversino, de Mar del Plata. Ambos ya conocían el negocio como fabricantes de tejidos de punto convencionales, "que son más de lo mismo", dice Gonzalo, "con poco margen y mucha competencia". En un viaje a la Patagonia llegó el click: se toparon con una prenda de piel de conejo, cuyo precio era $ 600 y tenía un margen alto. Esto, unido a la tendencia de revalorización de las tradiciones sudamericanas por los turistas, los llevó a definir su proyecto: con cada prenda transmitir la herencia cultural, uniendo materias primas autóctonas y diseño moderno. Siguen mientras tanto con sus productos convencionales, con los que "subsidian" a la nueva línea.

La tercera y última categoría en el concurso es Tecnologías de la información y la comunicación, que convocó 31 proyectos. El ganador fue "Sur—Emprendimientos Tecnológicos", un equipo formado por dos ingenieros electrónicos —Alberto Pérez Cassinelli y Juan Nastri— y dos estudiantes a punto de graduarse en esa carrera —Guillermo Rus y Javier Urien—, todos de la UBA y próximos a cumplir 30 años.

La propuesta por la que ganaron es una línea de software de procesamiento de imágenes satelitales, donde apuntan a tres sectores: educación, producción agropecuaria y actividades científicas. El proyecto se les ocurrió mientras trabajaban en la CONAE, Comisión Nacional de Actividades Espaciales —de hecho tres de ellos siguen todavía en esa agencia científica estatal— al ver las aplicaciones prácticas que se obtenían de esas imágenes. En el campo, por ejemplo, permitirían estimar cosechas, identificar cultivos y hacer análisis sanitario. En las escuelas, usar las imágenes en la enseñanza de diferentes materias. Pero a pesar de esta gran utilidad potencial, los cuatro socios advirtieron la distancia del instrumento con los usuarios finales: los ingenieros agrónomos, por ejemplo, sólo podían usar las imágenes tras recibir capacitación específica en la CONAE. "Faltaba el eslabón con los usuarios", explican los socios. Ahora prevén lanzar tres productos: Suri Campo, Suri Aula y Suri Ciencia, para cada área de negocios.

Antes de llegar al premio, sin embargo, aprendieron de un fracaso: creían tener un producto ideal para el campo, pero la respuesta de los potenciales interesados fue negativa. Y valoran el "entrenamiento" que fue para ellos entrar en los programas PRUEVE del gobierno porteño (ver www.buenosaires.gov.ar) y EmpreTIC de la Cámara de Empresas de Software (en la Web: www.cessi.org.ar/empretic).

El segundo puesto fue para "Tecnosophy", de Sergio Veleff. También procesa imágenes, pero en este caso generadas por los sistemas de seguridad de videocámaras. Propone tres programas que permiten identificar patentes de autos, encender alarmas ante riesgo de ahogo en piscinas, y simplificar la vigilancia de múltiples monitores al mismo tiempo. Veleff evoca al empresario Andy Freire en el encuentro 2006 de Endeavor, una entidad que forma a los emprendedores (www.endeavor.org.ar): "Freire rescataba crear algo propio. Hay más fracasos que éxitos, pero tenés una pasión. Con tu proyecto querés ser protagonista".

El tercer lugar fue para Luciano Fain, un ingeniero electrónico que quiere crear software para detectar intrusos en la red de una organización. Hoy gerente de una gran consultora, Luciano tiene como socio ("y continuador") a su hermano 10 años menor, Julián. Por ahora tendrán sólo desarrolladores free lance y una estructura mínima. Luego, ya con su primer producto, buscarán crecer en la Argentina y en el exterior.

Javier Alvarez y Virginia Díaz lideran Crowsoft, el restante finalista de Tecnología. Su empresa nació en 2003 con un sistema de gestión para Pymes. Hoy apuntan a un producto barato que implique una corta implementación en cada comprador de la licencia. Sus dos claves: mantenerse pequeños, y evaluar bien los tiempos que demanda cada trabajo, para no bajar la rentabilidad.

Carlos Liascovich, Pymes Clarin.

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