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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Un empleado a su jefe: "No me moleste. Hoy no estoy de humor para trabajar"

Embotellamiento camino a la oficina. Mientras usted piensa cómo saldar el descubierto del banco, un colectivo lo encierra. Usted clava los frenos y lo insulta. Llega al trabajo con los nervios de punta. Y, lo peor, le exigen que rinda al máximo con una sonrisa de oreja a oreja.

En los últimos años, se han desarrollado largos estudios sobre el balance familia-trabajo. Sin embargo, advierte el artículo Waking Up on the Wrong Side of the Desk de Wharton Business School, muy poco se ha dicho sobre los efectos del humor sobre la performance laboral.

Una investigación de Fisher College of Business de la Universidad de Ohio demuestra empíricamente lo que muchos saben por experiencia propia: el malhumor atenta contra el rendimiento. ¿Usted empezó el día con el pie izquierdo? ¿No tuvo tiempo de desayunar? ¿El tren llegó demorado? Probablemente, ya nada pueda remontar una jornada encaminada a la baja productividad.

Pero no sólo lo que ocurre afuera del trabajo impacta sobre el ánimo de los trabajadores. La primera hora de la jornada es clave. Si a los cinco minutos del arranque, el teléfono no para de sonar con quejas de clientes y proveedores, el rendimiento también se resiente.

El artículo de Wharton advierte que las quejas afectan, en mayor medida, a los empleados inexperimentados. Los trabajadores con experiencia tienen un entrenamiento (en muchos casos, formal) para relacionarse con clientes y proveedores (y soportarlos cuando sea necesario).

Queda claro que el malhumor deprime el rendimiento. ¿Qué hacen las organizaciones para combatirlo?

En la mayoría de los casos, poco y nada. La sabiduría corporativa convencional supone que el empleado debe dejar sus emociones en la puerta y entrar bien predispuesto a la oficina. En otras palabras, como dicen algunos jefes: "El humor es una cuestión de la vida privada. En su casa, quéjese todo lo que quiera. En la oficina, rinda al máximo". Sin embargo, esta frase no pasa de ser una declaración de deseos.

Según el artículo de Wharton, existe una serie de iniciativas que podrían implementarse para ayudar a los empleados a lidiar con sus erráticos humores matutinos.

¿Ofrecer un servicio de masajes? ¿Enseñarles yoga? ¿Recibirlos con un desayuno con buffet?

Todavía no existe nada concreto sobre el tema. Las empresas recién están tomando conciencia de la importancia de que los trabajadores arranquen de buen ánimo la jornada. Así, se abre un nuevo campo para las investigaciones en Recursos Humanos. Por ahora, lo único seguro es un viejo latiguillo corporativo: un trabajador contento es un trabajador productivo. Clarin.

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