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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Agricultores con el sueño de ser como la OPEP

Cultivadores de papas de EE.UU. se unen para manipular la producción y mantener alto el precio de sus productos. Merrill Hanny, un agricultor de Idaho, demoró tres días en enterrar una cosecha de papas valorada en US$100.000 en perfecto estado. Aún recuerda el ruido de las papas siendo trituradas por su tractor mientras avanzaba sobre el campo el año pasado.

Hanny destruyó parte de su cosecha a petición de Productores de Papa Unidos, una agrupación estadounidense de cooperativas agrícolas que aspira a ser para las papas lo que la OPEP es para el petróleo: administrar cuidadosamente la oferta para mantener la demanda alta y constante, garantizando una rentabilidad más estable para los agricultores.

La nueva organización ha sido una bendición para Hanny, de 53 años, y para otros cultivadores, quienes durante años vieron cómo
la sobreproducción de papa reducía los precios y hacía puré sus ganancias. “Por primera vez, me siento en control de mi destino”, cuenta Hanny, casado y con siete hijos.

Creada en marzo de 2005, la coalición ha reclutado agricultores y cooperativas regionales que poseen más del 60% de la superficie dedicada al cultivo de la papa en EE.UU. También se han sumado algunos granjeros canadienses.

El año pasado, el grupo hizo desaparecer del mercado estadounidense y canadiense 6,8 millones de costales de cien libras de papas, equivalentes a cerca de 1.300 millones de porciones medianas de papas fritas en McDonald’s.

Para los cultivadores, el retorno del mercado abierto se ha disparado un 48,5% frente al año pasado, a US$10,04 por cada cien libras (45,3 kilos).

Hasta ahora, por razones de competencia, los supermercados han decidido absorber los mayores pagos a los cultivadores, por lo que el precio para los consumidores en EE.UU. sólo ha aumentado ligeramente.

En general, los restaurantes que sirven papas fritas tampoco han elevado sus precios, pero, si los precios siguen altos, los agricultores en contrato con restaurantes podrían tener más poder para pedir precios mayores. “Estamos ayudando a los agricultores a entender que hay que detener la sobreproducción”, dice Julia Cissel, presidenta ejecutiva de una cooperativa de Utah.

El grupo dice que su intención es preservar la granja norteamericana de papas. Según el Departamento de Agricultura de EE.UU., actualmente hay menos de 10.000 cultivadores de papas, cuando hace treinta años había más de 50.000.

Esto se debe en parte a que, al igual que ocurre con otros productos, las grandes compañías agropecuarias están absorbiendo a las pequeñas. Además, la demanda por papas se ha visto afectada por nuevas tendencias alimentarias.

Menos superficie La campaña anual de la organización comienza meses antes de la plantación de primavera. Ahí es cuando los 20 miembros de la junta directiva deciden, con la aprobación de los socios, si los granjeros se encaminan a la sobreproducción. De ser así, la junta implementa medidas para reducir la superficie sembrada. Esto podría significar, por ejemplo, disminuir el número de hectáreas de una variedad de papa en particular.

La asociación también a veces paga al agricultor para que mantenga su excedente fuera del mercado.

La manipulación del suministro es perfectamente legal. Desde 1922, el gobierno estadounidense ha exonerado a los agricultores de leyes federales antimonopolio, permitiéndoles manipular su producción.

El segundo trimestre del próximo año será un reto difícil de superar para la organización, porque el incremento de los precios podría tentar a muchos productores a plantar más de lo asignado.

Mantenerlos en línea “no será fácil”, reconoce Tim O’- Connor, presidente ejecutivo de la división de marketing del grupo. Para evitar transgresiones se vigilará a los agricultores con la ayuda de fotografía satelital y tecnología de posicionamiento global. Los infractores serán multados con hasta US$100 por acre (0,40 hectáreas). Por ahora, no ha sido emitida ninguna multa.

Recientemente, Hanny reemplazó todo un sembradío de papas con trigo, para acatar las normas de la asociación. Dice que gracias al éxito cooperativo ahora sueña con que su hijo Austin, de 14 años, sea su sucesor cuando se retire. “Ahora hay esperanza”, dice, “y la esperanza cambia todo”.

POR TIMOTHY W. MARTIN - THE WALL STREET JOURNAL - SHELLEY, IDAHO

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