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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

¡Explotó el mercado de las notebooks! Literalmente...

Una serie de baterías defectuosas tiene al mercado de las notebooks en estado de shock. Si usted está leyendo este artículo desde su notebook, tenga cuidado. Podría explotarle en las manos.

El mundo de las notebooks está que arde. Tanto, que algunos modelos incluso se han incendiado o explotado. Desde el punto de vista de la gestión, los incidentes añaden un elemento más a la lista de riesgos de las cadenas de suministro de las empresas.

A la posible suspensión de pagos de un proveedor, el incendio de la fábrica, el golpe de estado o la epidemia (entre otros peligros), hay que sumar ahora la posibilidad de que un fabricante les haya estado suministrando durante años un componente explosivo.

La culpa de los incidentes corresponde a las baterías defectuosas que han estado utilizando diversos fabricantes. Dell anunció que sustituirá 4,1 millones de baterías; Apple, hará lo mismo con 1,8 millones; Panasonic, con 6.000, Toshiba con 830.000 y Lenovo, el último (por ahora) llegado a la crisis, con más de medio millón.

¿Qué tienen en común estas baterías (además de que fallan)? Todas han sido fabricadas por Sony. A pesar de la millonaria cantidad de baterías sospechosas, los incidentes conocidos son pocos y se limitan a determinados modelos. Dell, el fabricante más afectado, admite sólo seis casos en dos años, lo que representa una probabilidad muy pequeña de sufrir un percance.

Pero al margen de su frecuencia, las repercusiones son muy negativas para la imagen de los fabricantes implicados y, en algunos casos, pueden ser graves para los clientes. El usuario sabía que una falla podía hacerle perder los datos del disco duro. Pero hasta hoy ignoraba que dejar su notebook sobre la mesa podía provocar un incendio.

El problema de las partidas defectuosas parece tener su origen en la presencia de partículas metálicas microscópicas en las celdas de ion de litio que forman las baterías. En determinadas circunstancias (aún por determinar) estas partículas podrían producir cortocircuitos.

La clave para resolver el problema es la retrotrazabilidad: conocer qué partidas concretas son las afectadas y sus características, además de las condiciones de fabricación y de sus componentes.

Junto a esta trazabilidad hacia atrás, cuando se trata de determinar qué usuarios pueden resultar afectados es necesario conocer la trazabilidad hacia adelante. Es decir, de las 1.500 notebooks que tienen los empleados de mi empresa, ¿a quienes se asignaron las máquinas potencialmente peligrosas? Para facilitar la respuesta, los proveedores han publicado en Internet las listas de sus modelos de portátiles y baterías afectadas y las condiciones de su sustitución.

Sin embargo, este tipo de riesgos podría repetirse mañana mismo debido a una diversidad de factores. Además de la contaminación del electrolito que produciría cortocircuitos, del diseño de las baterías o de la propia notebook, cuya arquitectura puede carecer de un sistema de disipación de calor adecuado; se pueden dar fallas de montaje (como las tapas que, al aflojarse, permiten que la batería se mueva de su ubicación) o incluso un encadenamiento de distintos factores.

Lo que parece indudable es que el problema empeora con el tiempo, ya que los incidentes aparecen cuando ha transcurrido un año o más de la venta del equipo. En este sentido, la situación recuerda la que se produce en la industria farmacéutica cuando un medicamento que se ha estado usando durante años sin problemas acaba siendo letal para algunos pacientes. En el caso de los medicamentos existen mecanismos de regulación y control. Pero no se ha encontrado todavía una solución definitivamente fiable.

La concentración de la fabricación de componentes en los países asiáticos por parte de los grandes proveedores globales puede ser una dificultad extra y un factor de futuros riesgos. Antes, cuando existían fábricas de baterías en muchos países, el suministro estaba fraccionado y era frecuente que un fabricante se surtiese de diversos proveedores.

Pero la optimización de las supply chain impulsa la concentración de la fabricación, que se externaliza y desplaza a países con menores costos. El rendimiento aumenta. Pero también el riesgo, que se incrementa aún más por la necesidad de mantener los márgenes reduciendo costos y acortando los tiempos de entrega al mercado de los nuevos diseños.

Mientras este riesgo es sólo potencial no resulta tan visible como los costos, de modo que los gestores pueden hacer oídos sordos a las preocupaciones de los ingenieros. Sin embargo, cuando estalla el problema, el riesgo se transforma en crisis y ésta se hace tan visible como las baterías que salen ardiendo. Entonces, es demasiado tarde para evitarlo.

Jaume Ribera, Profesor de Producción, Tecnología y Operations Management de IESE (Universidad de Navarra) y colaborador del e-business Center PwC&IESE

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