Blogia
CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Ombligos, vaginas y dedos de los pies: todo es operable en el nuevo frenesí de la belleza americana

La industria de la cirugía estética está en pleno apogeo en Estados Unidos ya que hasta las mujeres jóvenes y atractivas pasan por el cuchillo. Los norteamericanos están gastando la alarmante suma de 15.000 millones de dólares por año en cirugía estética en un frenesí demencial de embellecimiento. La suma duplica el PBI de Malawi y es más del doble de lo que Estados Unidos aportó a los programas de lucha contra el sida en la última década.

Estados Unidos siempre fue la capital de la cirugía estética del mundo, pero la demanda de un menú de procedimientos cada vez más amplio hoy hizo eclosión y produjo una nueva generación más joven de obsesivos, llamados "adictos a la belleza". Un nuevo libro de Alex Kuczynski, una confesa adicta a la cirugía estética en vías de recuperación, se llama simplemente así: "Adictos a la belleza" (Beauty Junkies).

"Creo que me veré mejor y me hará sentirme mejor conmigo misma", Kuczynski, una neoyorquina alta, delgada y atractiva de 38 años, recuerda haberle dicho a su novio cuando decidió hacerse una liposucción en su ya delgada parte trasera. Al mismo tiempo que describe cómo se sumergió en la "subcultura" neoyorquina de la búsqueda costosa y dolorosa de la perfección física a la edad de 28 años, también hace un relato minucioso de la sorprendente expansión de la industria.

Prácticamente se realizaron 12 millones de procedimientos de belleza quirúrgicos y no quirúrgicos en Estados Unidos en 2004, que incluyen más de 290.000 trabajados en los párpados, 166.000 operaciones de nariz, 478.000 liposucciones y 334.000 implantes de prótesis mamarias.

"A pesar de que los implantes mamarios europeos de gel de siliconas normalmente son ilegales en Estados Unidos, se calcula que una tercera parte de todas las mamas artificiales están 'en problemas'", según Kuczynski. Eso no impidió que la cantidad de implantes mamarios aumentara el 147% en los últimos siete años, que las liposucciones subieran el 111% y que las operaciones de abdomen crecieran el 144%.

Las inyecciones de Botox, el polémico tratamiento en el que se inyecta toxina del botulismo diluida en los músculos faciales para que el efecto paralizador suavice las arrugas, crecieron casi el 2.500% desde 1997. Cuesta entre 500 y 1.500 dólares por sesión y lleva 10 minutos inyectarlo

"Uno se puede deshacer de las arrugas de la frente en menos tiempo de lo que lleva hacerse las manos", dice el Dr. Mark Erlich, un especialista en Botox de la Quinta Avenida de Manhattan. Los nuevos procedimientos incluyen "umbilicoplastía" (mejoramiento del ombligo), "vaginoplastía" (reducción con láser de los labios vaginales) y agrandamiento de los pezones. Las mujeres se hacen acortar los dedos del pie para que les entren en los zapatos en punta y las que tienen sobrepeso se reducen las mamas.

Kuczynski, una columnista de la sección Style del New York Times, dice que no tenía ningún interés en este tema hasta que empezó a escribir sobre la industria, y luego se sintió atrapada. Empezó con Botox dos veces por año y una limpieza facial con láser a los 28 años, luego pasó a la liposucción de los muslos y de las nalgas. Finalmente, después de una operación de párpados y más Botox, una inyección de colágeno en los labios salió mal en 2004 y se perdió el funeral en honor de un amigo. En ese momento supo que había tocado fondo como los adictos.

"Era hermosa, alta, inteligente, una buena escritora, realmente bella, nunca tenía problemas para conseguir novio. Cuando lei sus relatos sobre las cirugías, no podía creer que fuera Alex y que hubiera caído en eso. Me pareció patético", dijo una conocida de Kuczynski del Barnard College de Nueva York, donde estudiaron juntas.

Ahora Kuczynski está "curada". "Muchas veces, cuando veo a una mujer que se hizo demasiada cirugía plástica, veo en su rostro un deseo de ser amada que nunca se concreta, la necesidad de ser aprobada que nunca se satisface... No pienso envejecer para convertirme en esa mujer", dice.

Joanna Walters, The Observer, traducción de Claudia Martínez.

0 comentarios