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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Estadísticas: cómo evitar mentiras

Ofrecer buenos sueldos a los estadísticos, y mantenerlos lejos de las altas finanzas es un requisito. Las cifras que entregan los gobiernos debieran ser confiables, pero hay muchos sistemas que no pasan la prueba.

John Cowperthwaite, el británico que manejó las finanzas de Hong Kong desde 1961 hasta 1971 y ayudó a crear su economía de libre mercado, detestaba las estadísticas. Los gobiernos no debieran coleccionarlas -decía-, a menos que se utilicen para remediar males previamente percibidos.

Actualmente, no muchos comparten sus visiones. La ONU dice que cada país debe tener una oficina nacional de estadísticas, regida por una ley para garantizar calidad e independencia.

Cifras importantes

Las comparaciones de las cifras nacionales de la OCDE en salud, educación y actividad económica son usadas para incentivar el desarrollo de los más retrasados.

Además, los países que hasta ahora se las han arreglado para producir estadísticas tienen un marco específico legal -incluyendo a Inglaterra-, y están permanentemente en vías de fortalecer sus sistemas estadísticos mediante la legislación.

A pesar de las suspicacias de Cowperthwaite, esto ciertamente es una buena idea. Por cierto, números oficiales erróneos hacen que los malos gobiernos hagan tonterías, pero también cientos de otras provocaciones.

Lejos de dejar que los gobiernos se relajen, habitualmente las estadísticas son el mejor amigo de los liberales en lo económico. Pero esto, sólo si se puede confiar en esos números, y para que eso se dé se requieren tres requisitos.

Lo primero es dinero. Tener a los mejores estadísticos y mantenerlos lejos de las altas finanzas requiere que se les pague bien.

Y los buenos números no vienen gratis. El puro censo británico por el nuevo decenio costará £ 500 millones (US$ 980 millones), y el de Estados Unidos, US$ 12 mil millones.

La segunda condición es que los números deben ser producidos por profesionales libres de interferencia política.

Los estadísticos argentinos, por ejemplo, salieron a la calle para protestar en contra de la remoción de la autoridad a cargo de las cifras de inflación después de que, supuestamente, rechazó cambiar la forma en que se calculaban los números.

La cifra de inflación que los argentinos entregaron para enero fue un tercio más baja de la que los analistas independientes calcularon. Usualmente, la presión política es más restringida.

Algunos contadores habitualmente están sobrerregulados en materias técnicas y en la forma en que deben ser agregadas las cifras a los índices y cuándo dejar una serie.

Esto habla de un tercer prerrequisito, que es la confianza pública: aun cuando los números son correctos, ellos deben llegar al público lo más libre posible del mundo político.

Esto importa especialmente una vez que ya nos movemos desde el dato económico duro hacia los números blandos del crimen, la educación y las políticas sociales.

Noruega es un ejemplo: la oficina de estadística publica cifras con sus análisis propios, de acuerdo a su propia tabla de calendario.

Una batalla crucial

Los ministros de gobierno ven la información al mismo tiempo que todo el resto, para que ellos no puedan minar los datos de los asuntos que les incumben.

Inglaterra, cuyos sistemas de recopilación de números han provisto un modelo para muchos países, está ahora en una batalla crucial por dos razones.

Primero, es uno de los objetivos más importantes para el país, desde la reducción de la espera en los hospitales hasta el número de salas de clases construidas.

Segundo -y esto no una coincidencia-, es el país donde las estadísticas son obviamente más usadas por los políticos.

Las cifras criminales, por ejemplo, vienen del departamento gubernamental cargadas de la lucha contra el crimen, en medio de informes de prensa que le ponen el mejor brillo a series de números que son difíciles de interpretar.

Pero menos de uno de cada cinco ingleses cree que las cifras oficiales son producidas objetivamente.Por ello, en principio, el plan gubernamental de crear un "servicio de estadísticas independiente" será bienvenido.

Pero una inspección más cercana al esquema fijada en una audiencia parlamentaria para el 13 de marzo revela que no hay nada de eso. No todas las cifras gubernamentales caerán bajo la dirección del nuevo directorio estadístico.

Los ministros seguirán viendo los datos bastante antes que todo el resto y, además, el vigilante de estadísticas existente, respetado aunque sin atribuciones, va a ser abolido.

Guía para políticas

Todos los gobiernos se encuentran tentados de manejar los números que permiten a la gente juzgar su trabajo. Pero al hacer esto se privan a sí mismos de la mejor guía para futuras políticas. Y al mismo tiempo crean un espiral de desconfianza en que incluso los números que ellos no han manejado no son creídos.

The Economist

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