Blogia
CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Los cumpleaños se festejan andando

Cuando cumplió 25 años Martín Piñol (30) tuvo la gran idea: alquiló un micro para festejar con todos sus amigos. Así nació —aunque él no lo sabía en ese momento— Cumplebus, su emprendimiento. Gracias a él la gente apaga las velitas instalado en la butaca de un micro mientras sus amigos se divierten y le cantan al chofer que apure el motor.

"En mis cumpleaños juntaba a mis amigos de distintos lugares, del trabajo, de la facultad y del secundario. Eran muchos y ya había probado todo: desde alquilar una sala de teatro hasta la clásica cena con mesas largas en un resturante".

Piñol, que es actor, se inspiró en Fango negro, una obra de teatro en la que trabajó. "El público se reunía en el San Martín y ahí subía a un micro que lo dejaba en una disco ambientada como un cabaret. Ya durante el viaje los actores interactuaban con la gente". Así fue como para su cumpleaños contrató un micro escolar. "Imaginé festejar en todos los lugares donde quisiera ir y a la vez, estar todo el tiempo con mis amigos. Además, a ellos los conocía de distintos lugares y tenían que integrarse".

Los citó en una esquina sin dar más datos. La primera sorpresa fue el micro naranja. Pronto se armó el clima, "los del fondo inventaban cantitos contra los de adelante y hacíamos juegos para que se conocieran todos".

La primera parada fue un bowling. De ahí fueron a un bar donde jugaron al pool y comieron algo. Una hora después, otra vez al micro para bajar en una disco. A la madrugada partieron rumbo al puerto de Olivos: allí desayunaron mate con medialunas.

"La idea impactó mucho entre mis amigos. Tanto, que cuando se acercaba mi siguiente cumpleaños me preguntaban, '¿va a haber cumplebus este año?' Y yo no podía defraudarlos".

Cada año el road-birthday superaba al anterior. "Lo hacía cada vez con mayor sofisticación. Yo era el único que conocía los destinos. No sabían si los iba a llevar a una quinta o a desayunar a Atalaya". El último cumpleaños hizo un acuerdo con una casa de videojuegos, compró tarjetas con créditos y armó los equipos en el micro. Al bajar, todos jugaron media hora.

Fue el éxito que el cumpleaños sobre ruedas tuvo entre sus amigos lo que lo llevó a pensar que la idea se podía transformar en un negocio rentable.

Así que puso manos a la obra: registró el nombre (le quedó Cumplebus, como lo habían bautizado sus amigos). "Armé una carpeta de presentación con colores serios porque no quería mostrar algo casero. Buscaba transmitir la idea de que además de cumpleaños también se pueden hacer lanzamientos de productos y otro tipo de reuniones. Lo convertí en un servicio de festejo de cualquier índole".

El siguiente paso fue asociarse con la gente de Ades Bielicki Eventos, una empresa en la que estaba trabajando como actor, animador y creativo de fiestas. "Les ofrecí la idea, les gustó y nos asociamos. Ellos me brindaron su estructura". Así arrancó, hace tres meses.

Los festejos sobre ruedas se arman a medida. Los invitados se suben al micro y hacen un recorrido que sólo conoce el homenajeado.

El límite es la imaginación (y el presupuesto, claro). "Un cliente organizó un viaje a una estancia. En el camino pararon a desayunar. Después subieron unos actores que simularon haberse quedado con el auto. Nadie sabía si era cierto o no". En otra fiesta pararon en Pancho 46, una panchería famosa de Constituyentes.

El precio base es de 1.200 pesos e incluye la coordinación de los lugares, el micro, una azafata y un animador. A partir de ese piso, la tarifa varía según los lugares elegidos y el tipo de micro (además de los escolares hay buses de lujo).

Los cumpleviajes en los micros naranjas son muy divertidos, dice Piñol. "Una vez los invitados vinieron vestidos de gala porque creían que iban a una fiesta. Cuando los subimos al colectivo la gente, cuarentona, empezó a gritar como los chicos", aunque, claro, no cantaban Barilóoooo, Barilóoooo, sino Carilóoooo, Carilóoooo".

Cecilia de Castro.

0 comentarios