Biocombustibles: la soja no es la única opción
Aunque este cultivo es la materia prima más elegida para producir biodiesel, existen otras opciones que resultan iguales o mejores en cuanto a su aprovechamiento. Se trata de la colza, muy utilizada en Europa. También, el aceite usado y hasta la grasa animal.
Soja, colza, girasol, grasa de pollo y de vaca y hasta aceite usado , todo puede servir para obtener un combustible capaz de hacer funcionar el motor de un auto. Aquello que antes requería cientos de metros de pozos de petróleo, hoy puede obtenerse en cientos de hectáreas que producen verdadera energía verde.
Mediante distintos procesos es posible transformar semillas oleaginosas en un producto con características similares a los actuales combustibles fósiles . En términos científicos, el método con mayor utilización es el que emplea catalizadores básicos.
"Estos procesos hacen interactuar un alcohol con el aceite vegetal o grasa animal, generando los etil esteres y glicerina como productos finales. Los esteres son los que definimos como biodiesel y la glicerina es un subproducto forzado", explica el ingeniero Silvano Locatelli de Facultad de Química de la Universidad Nacional de Salta (UNSa).
Pocos saben que los aceites vegetales ya constituyen en sí mismos biocombustibles. Sin embargo, sus propiedades alejadas de las del gasoil implican que, necesariamente, deban ser transformados, mediante reacciones de "transesterificación", en derivados más livianos y adecuados a las especificaciones.
Aunque en nuestro país la soja pareciera ser la única materia prima apta para la producción de biodiesel, no tiene el monopolio en el mercado de los biocombustibles. En Europa, por ejemplo, se utiliza el aceite de colza. Girasol, maní, palma, aceites comestibles usados o grasas animales pueden también ser mezclados con alcohol para convertirse en energía verde.
De hecho, actualmente, se están buscando materias primas alternativas. En varios países asiáticos se realizan ensayos de obtención de biodiesel a partir de aceites vegetales no comestibles, por ejemplo, los que provienen de la familia de la jatropha.
En nuestro país, la soja es, por ahora, la materia prima con mayor disponibilidad. "De todas formas, eso no quita que a un largo plazo sean otros los cultivos que rindan más en aceite por unidad de superficie", explica el ingeniero agrónomo Andrés Leone, del Programa de Biocombustibles de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación.
A largo plazo, la soja no resulta el mejor negocio . Su porcentaje de aceite es menor que los de otros cultivos. Por ejemplo, mientras la semilla de soja cuenta con un 18% de aceite, la colza ofrece un 50% aproximadamente. Es decir, por hectárea se produce más aceite y, en consecuencia, más biocombustible.
A su vez, concretamente respecto de la colza, su cultivo es compatible con la soja debido a que la primera se siembra en invierno y la segunda en verano, es decir, durante el año permiten realizar una rotación entre una y otra materia prima.
De todas maneras, la Argentina es una tierra afortunada para el cultivo y la producción. "Analizando en función de las producciones que tenemos de soja y otras semillas oleaginosas, no habría problemas para el corte que establece la ley. Somos privilegiados para producir alimentos y, además, la población es baja en función de lo que producimos", indica Tomás Liceda, del Area de Economía de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA).
Al margen de los procesos y las materias primas, el producto final no debe ni puede descuidar su adecuación a las normas de calidad propias de un combustible. "Este es un aspecto de central importancia, que debe ser observado muy cuidadosamente al elegir la tecnología de producción de cualquier escala, desde el autoconsumo a las megaplantas cuyo objetivo sea la exportación. Los procesos de producción y las tecnologías usadas pueden ser muy diferentes, pero la calidad del producto se debe ajustar a las normas correspondientes", indica Carlos Querini, Director del Instituto de Catálisis y Petroquímica (Incape), dependiente de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET. Si bien en la Argentina todavía la ley no especifica las características obligatorias que deben presentar, las normas IRAM resultan un indicador y antecedente fundamental.
Fuente: Universia
Soja, colza, girasol, grasa de pollo y de vaca y hasta aceite usado , todo puede servir para obtener un combustible capaz de hacer funcionar el motor de un auto. Aquello que antes requería cientos de metros de pozos de petróleo, hoy puede obtenerse en cientos de hectáreas que producen verdadera energía verde.
Mediante distintos procesos es posible transformar semillas oleaginosas en un producto con características similares a los actuales combustibles fósiles . En términos científicos, el método con mayor utilización es el que emplea catalizadores básicos.
"Estos procesos hacen interactuar un alcohol con el aceite vegetal o grasa animal, generando los etil esteres y glicerina como productos finales. Los esteres son los que definimos como biodiesel y la glicerina es un subproducto forzado", explica el ingeniero Silvano Locatelli de Facultad de Química de la Universidad Nacional de Salta (UNSa).
Pocos saben que los aceites vegetales ya constituyen en sí mismos biocombustibles. Sin embargo, sus propiedades alejadas de las del gasoil implican que, necesariamente, deban ser transformados, mediante reacciones de "transesterificación", en derivados más livianos y adecuados a las especificaciones.
Aunque en nuestro país la soja pareciera ser la única materia prima apta para la producción de biodiesel, no tiene el monopolio en el mercado de los biocombustibles. En Europa, por ejemplo, se utiliza el aceite de colza. Girasol, maní, palma, aceites comestibles usados o grasas animales pueden también ser mezclados con alcohol para convertirse en energía verde.
De hecho, actualmente, se están buscando materias primas alternativas. En varios países asiáticos se realizan ensayos de obtención de biodiesel a partir de aceites vegetales no comestibles, por ejemplo, los que provienen de la familia de la jatropha.
En nuestro país, la soja es, por ahora, la materia prima con mayor disponibilidad. "De todas formas, eso no quita que a un largo plazo sean otros los cultivos que rindan más en aceite por unidad de superficie", explica el ingeniero agrónomo Andrés Leone, del Programa de Biocombustibles de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación.
A largo plazo, la soja no resulta el mejor negocio . Su porcentaje de aceite es menor que los de otros cultivos. Por ejemplo, mientras la semilla de soja cuenta con un 18% de aceite, la colza ofrece un 50% aproximadamente. Es decir, por hectárea se produce más aceite y, en consecuencia, más biocombustible.
A su vez, concretamente respecto de la colza, su cultivo es compatible con la soja debido a que la primera se siembra en invierno y la segunda en verano, es decir, durante el año permiten realizar una rotación entre una y otra materia prima.
De todas maneras, la Argentina es una tierra afortunada para el cultivo y la producción. "Analizando en función de las producciones que tenemos de soja y otras semillas oleaginosas, no habría problemas para el corte que establece la ley. Somos privilegiados para producir alimentos y, además, la población es baja en función de lo que producimos", indica Tomás Liceda, del Area de Economía de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA).
Al margen de los procesos y las materias primas, el producto final no debe ni puede descuidar su adecuación a las normas de calidad propias de un combustible. "Este es un aspecto de central importancia, que debe ser observado muy cuidadosamente al elegir la tecnología de producción de cualquier escala, desde el autoconsumo a las megaplantas cuyo objetivo sea la exportación. Los procesos de producción y las tecnologías usadas pueden ser muy diferentes, pero la calidad del producto se debe ajustar a las normas correspondientes", indica Carlos Querini, Director del Instituto de Catálisis y Petroquímica (Incape), dependiente de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET. Si bien en la Argentina todavía la ley no especifica las características obligatorias que deben presentar, las normas IRAM resultan un indicador y antecedente fundamental.
Fuente: Universia
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