Redes virtuales desafían poder de los gobiernos
Desde terroristas hasta organizaciones con los más nobles propósitos pueden influir a nivel mundial sin relacionarse con ninguna autoridad. La revolución de la informática está alterando muy rápido las relaciones de poder. El intercambio de información, la cultura, la economía, ya no están limitadas por las fronteras de los países, sino que los grupos de interés funcionan fuera de las estructuras de los gobiernos.
Cuando terminaba el siglo XX se pensaba que EE.UU. sería la única gran potencia rectora tras la caída de la ex URSS. En muy pocos años todo cambió. China se incorporó a la revolución tecnológica. Pero incluso en EE.UU. hace sólo 8 años apareció Google y hace menos años han surgido unos 40 millones de bloggers, los que distribuyen e intercambian información por Internet. Ese dinámico flujo de contactos está limitando el predominio y control que tenían los gobiernos y las instituciones.
La libre información es hoy el elemento clave del poder. Desde terroristas hasta organizaciones con los más nobles propósitos pueden organizarse e influir a nivel mundial sin relacionarse con ninguna autoridad. Simplemente distribuyen información y crean relaciones transnacionales que atraviesan las fronteras.
Lo notable es que esta acelerada tendencia, que reduce el margen de acción al mismísimo Washington, surgió en Silicon Valley y en los centros de pensamiento norteamericanos. Al principio, esta revolución y la globalización que trajo consigo aumentó el poder de EE.UU., por el soft power o poder blando que le otorgaba el ser el gran productor y distribuidor de información. Pero pronto esos avances tecnológicos se propagaron y surgió la paradoja: el propio EE.UU., que con su capacidad innovadora inició la revolución informática, hoy ve desafiado su liderazgo por miles de redes virtuales que limitan su poder.
China e India ya se sumaron a esta nueva era. Pero sobre todo las relaciones transnacionales en la sociedad civil planetaria están reduciendo la preeminencia de EE.UU. y de todos los gobiernos. Por primera vez, la humanidad ha visto surgir un recurso -la información- que crece con el uso, disponible para todos con sólo apretar una tecla, que no pertenece a nadie, y no necesita una burocracia estatal. Tecnologías creadas por personas como Steve Jobs o Bill Gates en los garajes de sus casas, han dado un poder inusitado a la gente, y reducido el monopolio de los gobiernos. La pregunta para la sociología es qué pasará con el sentido de identidad, de pertenencia, que el ser humano tanto necesita.
Karin Ebensperger, El Mercurio
Cuando terminaba el siglo XX se pensaba que EE.UU. sería la única gran potencia rectora tras la caída de la ex URSS. En muy pocos años todo cambió. China se incorporó a la revolución tecnológica. Pero incluso en EE.UU. hace sólo 8 años apareció Google y hace menos años han surgido unos 40 millones de bloggers, los que distribuyen e intercambian información por Internet. Ese dinámico flujo de contactos está limitando el predominio y control que tenían los gobiernos y las instituciones.
La libre información es hoy el elemento clave del poder. Desde terroristas hasta organizaciones con los más nobles propósitos pueden organizarse e influir a nivel mundial sin relacionarse con ninguna autoridad. Simplemente distribuyen información y crean relaciones transnacionales que atraviesan las fronteras.
Lo notable es que esta acelerada tendencia, que reduce el margen de acción al mismísimo Washington, surgió en Silicon Valley y en los centros de pensamiento norteamericanos. Al principio, esta revolución y la globalización que trajo consigo aumentó el poder de EE.UU., por el soft power o poder blando que le otorgaba el ser el gran productor y distribuidor de información. Pero pronto esos avances tecnológicos se propagaron y surgió la paradoja: el propio EE.UU., que con su capacidad innovadora inició la revolución informática, hoy ve desafiado su liderazgo por miles de redes virtuales que limitan su poder.
China e India ya se sumaron a esta nueva era. Pero sobre todo las relaciones transnacionales en la sociedad civil planetaria están reduciendo la preeminencia de EE.UU. y de todos los gobiernos. Por primera vez, la humanidad ha visto surgir un recurso -la información- que crece con el uso, disponible para todos con sólo apretar una tecla, que no pertenece a nadie, y no necesita una burocracia estatal. Tecnologías creadas por personas como Steve Jobs o Bill Gates en los garajes de sus casas, han dado un poder inusitado a la gente, y reducido el monopolio de los gobiernos. La pregunta para la sociología es qué pasará con el sentido de identidad, de pertenencia, que el ser humano tanto necesita.
Karin Ebensperger, El Mercurio
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