Una cooperativa de campesinos convierte su algodón en remeras y las exporta a Italia
"El pueblo originario estaba muy olvidado, abandonado. El campo estaba en crisis y no se podían conseguir semillas para cultivar algodón", recuerda Santo López, refiriéndose a lo que sucedía en el Chaco, en pleno 2001, durante los meses previos al estallido que fue mucho más allá del cacerolazo. "Ahora se está sembrando maíz, mandioca, y se trabaja el algodón", suena orgulloso y positivo, poniendo el acento en el último de los productos, que mediante un acuerdo con CTM Altromercato, una red italiana de Comercio Justo, les permitió llevar el trabajo textil cooperativo a uno de los países emblema de la moda internacional.
Santos es miembro de la Unión Campesina, una agrupación que nuclea a los aborígenes de varias localidades chaqueñas desde hace cinco años, para producir a modo de cooperativa, lo que según el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), "es una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controladas". Las cifras de este organismo dependiente del Ministerio de Desarrollo Social establecen que en el Chaco, más de 400 empresas adoptaron este modelo productivo -apenas una quinta parte de las que lo hicieron en la ciudad de Buenos Aires-, de las cuales más de 50 pertenecen al rubro agropecuario.
En un principio, la Unión Campesina estaba formada por unas 20 familias, pero en la actualidad ese número se multiplicó por 60. Claro que la cantidad de trabajadores no fue lo único que creció en el noroeste argentino. Con el paso del tiempo, la Unión entendió que podía trabajar en red con otras agrupaciones similares e incluso recibir el asesoramiento de quienes tuvieran mayor experiencia en cuestiones cooperativistas, como el caso de la Textil Pigüé . Sin embargo, la asociación más significativa fue la que lograron con CTM Altromercato.
Si bien durante los años posteriores a la crisis de 2001, las cooperativas ya habían logrado exportar, teniendo a Brasil como principal receptor de productos, la Unión Campesina se animó a dar un paso más grande. Hace algunos meses y en conjunto con otras agrupaciones con las que formaron una especie de cadena productiva, comenzaron a vender remeras al mercado italiano.
"Lo que prometen es ayudar a la gente. Vinieron y propusieron pagar $1200 por tonelada de algodón, que es un precio muy distinto a lo que nos ofrecían en el Chaco, donde se paga $700", entiende Santo, quien además de miembro, es hermano de Mártires López, presidente de la Unión. Más allá, de los precios convenientes, la compañía italiana los incentivo a trabajar bajo los parámetros del Comercio Justo, una modalidad que establece relaciones directas entre productores, mejores condiciones laborales, pagos por adelantado y relaciones comerciales más extensas y estables.
"Cada familia puede sembrar hasta 5 hectáreas de algodón. Más de eso sería imposible por falta de herramientas cuenta López-. En época de cosecha, cuando el trabajo es bueno y sale bien, cada hectárea puede sacar 1200 kilos de algodón por mes", calcula Santos, y explica que existe un acuerdo firmado con CTM mediante el cual se aseguran una cantidad mínima de ventas, lo que les permite una mayor tranquilidad.
Con la calma característica del interior del país, Santos se resiste a creer que en aquella exportación hacia el Viejo Continente radica el éxito de la unión. Para él, lo realmente importante son las modificaciones en la calidad de vida de la región. " Uno, cuando siembra el algodón y lo vende, recibe la plata y ahí termina, pero lo que hace CTM es pagar más la producción, entonces podemos ahorrar para comprar semillas y seguir produciendo. Hay un cambio: nosotros vivimos en el campo y cuando venía una lluvia nos desesperamos. Ahora hay confianza y seguridad, porque uno piensa en sembrar algodón, y ya tiene a quien venderle y la seguridad de que recibirá a cambio lo suficiente para seguir produciendo".
Cecilia Ceriani, Clarín.com
Santos es miembro de la Unión Campesina, una agrupación que nuclea a los aborígenes de varias localidades chaqueñas desde hace cinco años, para producir a modo de cooperativa, lo que según el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), "es una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controladas". Las cifras de este organismo dependiente del Ministerio de Desarrollo Social establecen que en el Chaco, más de 400 empresas adoptaron este modelo productivo -apenas una quinta parte de las que lo hicieron en la ciudad de Buenos Aires-, de las cuales más de 50 pertenecen al rubro agropecuario.
En un principio, la Unión Campesina estaba formada por unas 20 familias, pero en la actualidad ese número se multiplicó por 60. Claro que la cantidad de trabajadores no fue lo único que creció en el noroeste argentino. Con el paso del tiempo, la Unión entendió que podía trabajar en red con otras agrupaciones similares e incluso recibir el asesoramiento de quienes tuvieran mayor experiencia en cuestiones cooperativistas, como el caso de la Textil Pigüé . Sin embargo, la asociación más significativa fue la que lograron con CTM Altromercato.
Si bien durante los años posteriores a la crisis de 2001, las cooperativas ya habían logrado exportar, teniendo a Brasil como principal receptor de productos, la Unión Campesina se animó a dar un paso más grande. Hace algunos meses y en conjunto con otras agrupaciones con las que formaron una especie de cadena productiva, comenzaron a vender remeras al mercado italiano.
"Lo que prometen es ayudar a la gente. Vinieron y propusieron pagar $1200 por tonelada de algodón, que es un precio muy distinto a lo que nos ofrecían en el Chaco, donde se paga $700", entiende Santo, quien además de miembro, es hermano de Mártires López, presidente de la Unión. Más allá, de los precios convenientes, la compañía italiana los incentivo a trabajar bajo los parámetros del Comercio Justo, una modalidad que establece relaciones directas entre productores, mejores condiciones laborales, pagos por adelantado y relaciones comerciales más extensas y estables.
"Cada familia puede sembrar hasta 5 hectáreas de algodón. Más de eso sería imposible por falta de herramientas cuenta López-. En época de cosecha, cuando el trabajo es bueno y sale bien, cada hectárea puede sacar 1200 kilos de algodón por mes", calcula Santos, y explica que existe un acuerdo firmado con CTM mediante el cual se aseguran una cantidad mínima de ventas, lo que les permite una mayor tranquilidad.
Con la calma característica del interior del país, Santos se resiste a creer que en aquella exportación hacia el Viejo Continente radica el éxito de la unión. Para él, lo realmente importante son las modificaciones en la calidad de vida de la región. " Uno, cuando siembra el algodón y lo vende, recibe la plata y ahí termina, pero lo que hace CTM es pagar más la producción, entonces podemos ahorrar para comprar semillas y seguir produciendo. Hay un cambio: nosotros vivimos en el campo y cuando venía una lluvia nos desesperamos. Ahora hay confianza y seguridad, porque uno piensa en sembrar algodón, y ya tiene a quien venderle y la seguridad de que recibirá a cambio lo suficiente para seguir produciendo".
Cecilia Ceriani, Clarín.com
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