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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Una nueva fiebre del oro

En Estados Unidos se vive una verdadera revolución: proliferan las plantas para elaborar bioetanol en base a maíz y los productores de grano ven entusiasmados cómo se establece una nueva demanda. Sin embargo, ya hay voces que advierten que hay que ser cautelosos, pues si no todo puede quedar sólo en un sueño que termine como la quimera dorada de 1849 en California: en un desastre.

En Chile están todos locos con los biocombustibles. Que si son la solución a los problemas energéticos o de contaminación; que si el etanol o el biodiésel; que si el maíz o el raps.

En Estados Unidos la locura es similar. Aunque, si se trata de bioetanol, llevan un buen camino recorrido. Por ello los chilenos decidieron ir a conocer de primera mano la experiencia y la realidad del asunto. Representantes de pequeños campesinos, Iansa y de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) se sumergieron en el cordón del maíz, en el mediooeste norteamericano, y conversaron con académicos, productores de maíz, industriales e incluso fueron a Washington y escucharon a miembros del Departamento de Enegía del Usda.

Descubrieron que es una verdadera revolución. Las plantas de etanol aparecen por doquier, los surtidores de E-85 (como se denomina a la mezcla de 85% de etanol y 15% de gasolina) están cada vez en más bombas de bencinas a lo largo de todo el país; las grandes marcas de automóviles se preparan a doblar su producción de vehículos adecuados para usar el alcohol; el tema es portada de todo tipo de revistas. También vieron cómo los productores de maíz, ante promesas de un aumento desmesurado de la demanda, se soban las manos a la espera de que los precios del grano alcancen niveles nunca antes vistos.

Pero también escucharon voces, en todos los sectores, que alertan que esto puede ser una fiebre como la del oro, que comenzó en California hacia 1849. Por ello, advierten las mismas voces, hay que avanzar con pies de plomo para evitar que la revolución se convierta en un sueño que deje un descalabro agrícola y económico de proporciones mayúsculas. Y también que se deben tomar precauciones para que no ocurra lo que pasó en Chile con el salitre, que una vez descubierta una alternativa más eficiente dejó a muchos arruinados.

Prende la mecha

Los norteamericanos son extremadamente patriotas. Por ello, cuando en septiembre de 2005 el Presidente George Bush firmó la ley de combustibles renovables, estableciendo que a 2012, el 30 por ciento de los combustibles debía provenir de fuentes alternativas, encendió la mecha del etanol.

Para ellos ésta no es sólo una alternativa medioambiental o energética. En realidad, es una decisión estratégica, por la que el país está dispuesto a invertir en el desarrollo de este nuevo combustible. Lo vislumbran como la posibilidad de concretar el nuevo sueño americano: liberar al gigante del norte de la dependencia del petróleo importado, que hoy representa el 60% del consumo de ese país.

Y de eso están todos convencidos.

Nosotros no podemos seguir dependiendo del petróleo. Necesitamos tener nuestro propio abastecimiento, y si eso se transforma, además, en una buena alternativa para dar salida al maíz, está claro que es conveniente, dice Roger Cooper, dirigente de una cooperativa de 150 agricultores, en Springfield, Illinois, que quiere instalar su propia planta de etanol.

Hay otros estímulos, como una demanda creciente. Esto, porque hace unos meses se descubrió que las aguas subterráneas de California estaban contaminadas con MTBE, un aditivo de la gasolina considerado cancerígeno. Una legislación estableció en ese estado la necesidad de cambiarlo o arriesgarse a demandas. Actúa como un subsidio indirecto y que benefició al etanol, la alternativa más eficiente para reemplazar el MTBE. La medida ya se aplica en 25 estados norteamericanos y se espera que antes de fin de año estará en al menos otros cinco.

Por ello, la mecha prendió muy rápido. Tanto que a fines de septiembre había ya 102 plantas de etanol funcionando, más de 45 en construcción y numerosos otros proyectos en espera de aprobación. Casi todo concentrado en los estados del mediooeste norteamericano conocidos como el cordón del maíz.

A ese ritmo se estima que entre 2005 y 2010 se doblará la producción de etanol y llegarán a los 30 mil millones de litros (alrededor del 5% del consumo de gasolina en Estados Unidos).

Esto es una verdadera fiebre del oro, dice el profesor Jess Lowenberg-DeBoer, director del Departamento de Programas Internacionales en Agricultura de la Universidad de Purdue, en Indiana.

Fiebre que está impactando en el maíz. Porque para producir esos volúmenes de alcohol se requeriría prácticamente toda la cosecha actual norteamericana, que alcanza a cerca de 275 millones de toneladas.

Producir un 30% más de bioetanol significaría usar todo el maíz de Estados Unidos, explica Lowenberg-DeBoer.

La reacción es entonces en cadena: a mayor demanda, mayor precio. Y la teoría arroja números más que atractivos para los agricultores. Les dice que - de mantenerse las condiciones actuales de precio del petróleo y de apoyos legislativos indirectos o directos- el bushel (equivalente a 25 kilos) podría alcanzar incluso los US$ 5. Cien por ciento más de los US$ 2,25 que reciben por estos días.

Los rostros de los productores chilenos se iluminan ante tanta maravilla. Las algo más de 120 mil hectáreas de maíz se venden en Chile básicamente a la industria de alimentos animales. Y los precios siempre dejan descontentos.

Sin embargo, la sonrisa de los chilenos tiene corta duración. Analistas y académicos norteamericanos intentan ser realistas y establecen que el precio más alto podría rondar los US$ 3,5, en 2008. De hecho, a pesar de la efervescencia que se vive en la actualidad, el valor del grano no ha remontado como se esperaba. En realidad, los más beneficiados actualmente son los productores que están cerca de las plantas, que por los menores costos de transporte, están recibiendo hasta US$ 0,10 más por bushel y los que más ganan con suerte están en los US$ 2,50.

¿Es tan dorado el futuro?

Los expertos estadounidenses no se detienen ahí. Encienden luces rojas cuando se refieren al impacto global que podría tener el uso del grano como materia prima del etanol.

Al ritmo de instalación actual de plantas de etanol en Estados Unidos y pensando en sustituir sólo un 5% de la necesidad de gasolina, la demanda de grano sería tal que al 2008 podría haber una situación crítica, dice Jeff Atkinson, de la Asociación Green and Fields.

Se refiere a que podría no quedar nada disponible para otros usos. Eso afectaría, entre otras cosas, la producción de carnes y de aves. Y no sólo la norteamericana, pues ese país es proveedor de maíz de muchas naciones, por lo que ocurre con ese producto determina incluso el precio de otros cereales.

La solución parece obvia: plantar más maíz. Ya está ocurriendo. Se estima que en 2007 la superficie norteamericana aumentará en un 10%.

Pero aun así los números no dan. Porque cubrir la demanda que existiría al 2012 significaría cosechar del orden de 150 mil millones de toneladas más que las actuales.

Los chilenos vuelven a abrir los ojos. Eso podría significar una alternativa para el maíz chileno de abastecer a los que queden sin producto.

No es tan claro, eso sí. Porque en realidad, los norteamericanos ya trabajan en generar variedades de maíz que respondan a las nuevas necesidades.

Se puede aumentar el rendimiento tanto en el campo como en el proceso con el uso de nuevas tecnologías y de variedades desarrolladas específicamente para eso, que sean más eficientes en términos de rendimiento, con más almidón y mayor grado de fermentación. Temas que se están trabajando y donde ya hay semillas próximas a ser lanzadas al mercado, indica Phoong Tang, de Monsanto.

Por otro lado, no está tan claro que se vaya a producir efectivamente un déficit de alimentos, pues si las plantas están bien diseñadas, del maíz podría obtenerse no sólo etanol, sino además un producto que se denomina DDGS y que es un concentrado de las proteínas que requieren los cerdos, aves y el ganado, por lo que es de un alto valor. Además, queda un tercer residuo que es el CO2, altamente utilizado en la industria de bebidas, por ejemplo.

A los productores chilenos les queda claro entonces. El negocio aquí es más que sólo producir el grano. El ideal es sembrar el maíz, instalar la planta de etanol para venderlo a las empresas de combustible, y continuar abasteciendo a la industria de los alimentos, ahora con un producto más caro.

Prepararse para aterrizar

Más allá de precios y volúmenes, el tema más preocupante es que el maíz sería sólo un producto de transición, mientras se depura la tecnología que producirá etanol a partir de lignocelulósicos (por ejemplo, cañas, ramas y otro tipo de biomasa).

Por ahora, está en pañales. Sólo existe una planta piloto en Canadá que está haciendo las pruebas.

De todas formas queda la inquietud: ¿qué pasará con los maiceros cuándo la materia prima deje de ser el grano?

Pros y contras bien evaluados, lo concreto es que Estados Unidos está dispuesto a jugarse por que la revolución del etanol sigue en marcha, pues su apuesta es más allá que solucionar problemas agrícolas o ambientales.

No está de más tener en cuenta que para Chile, al igual que para los norteamericanos, pasa por decisiones de tipo estratégico. Mientras los estadounidenses están dispuestos a cualquier cosa con tal de dejar de depender del petróleo extranjero, para Chile contar con una producción propia de combustible - etanol o diésel- significará también dejar de depender de otros, al menos en parte, dar nuevas alternativas a los agricultores y disminuir la contaminación que siempre complica en las grandes ciudades.

La pregunta entonces es ¿hasta dónde está dispuesto el Estado a cambiar legislaciones e invertir efectivamente para producirlo? Está por verse. Por ahora, en el Ministerio de Agricultura, junto con el de Minería, están abocados a conocer el tema en profundidad para entregar una propuesta de bioenergía antes de fin de año a la Presidenta Michelle Bachelet. Por estos días el ministro Álvaro Rojas está conociendo del tema en Alemania, especialistas en biodiésel, y acaba de lograr un acuerdo donde los germanos prometen cooperación en estas materias.

Patricia Vildósola Errázuriz., El Mercurio

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