Universidades apoyan la creación de empresas tecnológicas
Cuando Shahzad Tiwana, un estudiante de posgrado de ciencias informñaticas de la Universidad del Sur de California (USC), necesitó asesoramiento el año pasado para un emprendimiento en Internet, decidió enviarle un email a un experto: el capitalista de riesgo Mark A. Stevens, del fondo de Silicon Valley Sequoia Capital, conocido por haber invertido en empresas como Google Inc. y Yahoo Inc.
Pronto recibió una respuesta. Tiwana, de 34 años, y su socio, Sean Rad, un estudiante de 20 años de la misma universidad, volaron desde Los Ángeles a San Francisco para una reunión de una hora con Stevens sobre su portal de comunicaciones Orgoo Inc., diseñado para permitirle a los usuarios acceder a todas sus cuentas de email en un solo lugar.
Stevens nos dio algunas ideas fantásticas, incluyendo cómo llevar el servicio de Orgoo a teléfonos celulares, dice Rad, presidente ejecutivo de Orgoo.
El sitio está siendo probado, y ambos estudiantes esperan tener una versión en funcionamiento dentro de dos meses. Stevens habitualmente no hace lugar en su agenda para todos los estudiantes emprendedores que lo llaman. Pero, desde su condición de donante principal del instituto de desarrollo tecnológico de la universidad donde estudió fundado hace dos años con US$22 millones aportados por Stevens y su esposa, el ejecutivo está ahora reservando espacio, e intentando ayudar a la USC a instalarse en las ligas mayores de escuelas que hacen dinero licenciando proyectos tecnológicos prometedores desarrollados en su campus.
Motivadas por el éxito de universidades como Stanford y el Instituto Tecnológico de Massachussets, que han hechos millones con las licencias y las participaciones adquiridas en las nuevas compañías, USC y otras universidades de Estados Unidos están enfocándose cada vez más en transformar proyectos de investigación en empresas rentables. Muchas están yendo más allá de fomentar el espíritu emprendedor entre los estudiantes y los profesores, y están armando programas cuyo objetivo es llegar a acuerdos que dén dinero a los estudiantes, a sus profesores y a la propia universidad y a crear beneficios económicos más amplios para la sociedad, dicen sus defensores.
Mirando al vecino La tendencia probablemente se ha acelerado en los últimos tres a cinco años, dice Mark Long, quien dirige el instituo de investigación de la Universidad de Indiana. Muchas instituciones han mirado a sus colegas y han dicho: Dios mío, estos tipos están haciendo mucho dinero.
A menudo, cuando una tecnología es desarrollada en el campus, la universidad firma un contrato de licenciamiento con sus creadores, que puede incluir el pago de regalías para la universidad, una participación accionaria o una combinación de ambas. Stanford, ubicada en el corazón de Silicon Valley, se ganó la lotería cuando licenció partes clave de la tecnología de Google, el motor de búsqueda desarrollado en sus aulas por Sergey Brin y Larry Page. El años pasado, Stanford ganó US$336 millones con la venta de
acciones de Google que poseía como parte del acuerdo.
El MIT hizo una fortuna al apoyar a Akamai Technologies Inc., un distribuidor de contenido en línea, y la Universidad de Wisconsin recolectó regalías cuando un investigador desarrolló hace años la base del anticoagulante conocido ahora en EE.UU. como Coumadin.
En total, según un estudio de la asociación de gerentes tecnológicos universitarios de EE.UU., 196 instituciones del país informaron ingresos por US$1.400 millones por acuerdos de licenciamiento en 2004, US$100 millones más que en 2004 y seis veces más que los US$218 millones registrados en 1991
THE WALL STREET JOURNAL
Pronto recibió una respuesta. Tiwana, de 34 años, y su socio, Sean Rad, un estudiante de 20 años de la misma universidad, volaron desde Los Ángeles a San Francisco para una reunión de una hora con Stevens sobre su portal de comunicaciones Orgoo Inc., diseñado para permitirle a los usuarios acceder a todas sus cuentas de email en un solo lugar.
Stevens nos dio algunas ideas fantásticas, incluyendo cómo llevar el servicio de Orgoo a teléfonos celulares, dice Rad, presidente ejecutivo de Orgoo.
El sitio está siendo probado, y ambos estudiantes esperan tener una versión en funcionamiento dentro de dos meses. Stevens habitualmente no hace lugar en su agenda para todos los estudiantes emprendedores que lo llaman. Pero, desde su condición de donante principal del instituto de desarrollo tecnológico de la universidad donde estudió fundado hace dos años con US$22 millones aportados por Stevens y su esposa, el ejecutivo está ahora reservando espacio, e intentando ayudar a la USC a instalarse en las ligas mayores de escuelas que hacen dinero licenciando proyectos tecnológicos prometedores desarrollados en su campus.
Motivadas por el éxito de universidades como Stanford y el Instituto Tecnológico de Massachussets, que han hechos millones con las licencias y las participaciones adquiridas en las nuevas compañías, USC y otras universidades de Estados Unidos están enfocándose cada vez más en transformar proyectos de investigación en empresas rentables. Muchas están yendo más allá de fomentar el espíritu emprendedor entre los estudiantes y los profesores, y están armando programas cuyo objetivo es llegar a acuerdos que dén dinero a los estudiantes, a sus profesores y a la propia universidad y a crear beneficios económicos más amplios para la sociedad, dicen sus defensores.
Mirando al vecino La tendencia probablemente se ha acelerado en los últimos tres a cinco años, dice Mark Long, quien dirige el instituo de investigación de la Universidad de Indiana. Muchas instituciones han mirado a sus colegas y han dicho: Dios mío, estos tipos están haciendo mucho dinero.
A menudo, cuando una tecnología es desarrollada en el campus, la universidad firma un contrato de licenciamiento con sus creadores, que puede incluir el pago de regalías para la universidad, una participación accionaria o una combinación de ambas. Stanford, ubicada en el corazón de Silicon Valley, se ganó la lotería cuando licenció partes clave de la tecnología de Google, el motor de búsqueda desarrollado en sus aulas por Sergey Brin y Larry Page. El años pasado, Stanford ganó US$336 millones con la venta de
acciones de Google que poseía como parte del acuerdo.
El MIT hizo una fortuna al apoyar a Akamai Technologies Inc., un distribuidor de contenido en línea, y la Universidad de Wisconsin recolectó regalías cuando un investigador desarrolló hace años la base del anticoagulante conocido ahora en EE.UU. como Coumadin.
En total, según un estudio de la asociación de gerentes tecnológicos universitarios de EE.UU., 196 instituciones del país informaron ingresos por US$1.400 millones por acuerdos de licenciamiento en 2004, US$100 millones más que en 2004 y seis veces más que los US$218 millones registrados en 1991
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