Negocio maldito: es políglota, tiene 3 títulos y busca dejar las drogas
Una mujer de 42 años quiere rehabilitarse. Empezó a drogarse a los 23 y desde los 29 años vive en la calle. Es profesional (tres títulos), habla cinco idiomas, pero es una chica de la Eguino. El viernes en la madrugada, Sara permitió que este medio (La Razón, Bolivia) la fotografíe. Al fondo dos jóvenes que, minutos antes, se drogaron en la oscura esquina.
Para una persona drogadicta hay tres opciones: el centro de rehabilitación, la cárcel o el cementerio. Yo necesito ir a un centro, no quiero las otras dos. Es el deseo de Sara (el verdadero nombre se guarda en reserva) de 42 años, que vive en la calle desde sus 29 (hace 13 años) y no logra salir de ese mundo desde los 23, cuando empezó a drogarse.
Sara le pidió ese favor a un policía y él acudió a este medio para que ella cuente su historia y pueda recibir ayuda. La noche del jueves, la cita fue sorpresiva.
Encontrarla tomó como dos horas. No estaba en la plaza Eguino, donde suele deambular, tampoco en su torrante (lugar donde duerme). Se preguntó a las personas que la conocían, pero dudaban al responder.
Pasada la medianoche se la halló en la calle Illampu. Estaba con sus amigos. Como de 1,60 de alto, morena, delgada, cabello negro y ondulado, ojos oscuros y llorosos, mirada casi perdida.
Subió al carro para ir a un lugar vacío y hacer la entrevista. No paraba de llorar. Contó que minutos antes, ocho polivalentes le habían golpeado en las piernas. No quería agua, y aceptó chocolate.
Mis amigos se han asustado, pensaban que había hecho algo porque me estaban buscando, comentó y luego trató de sonreír.
En la tarde, los policías le dijeron que tenía que desaparecer del lugar y yo me fui, pero volví en la noche y justo me vieron. Sólo tenía Bs 11,50 para darles y creo que no les ha gustado.
Sara salió bachiller de un colegio exclusivo de la zona Sur, vivía en Calacoto y el sitio más lejano de su hogar al que llegó fue el cine Monje Campero. A sus 23 años ya estaba casada y estudiaba en la universidad. Mi esposo empezó a frecuentar gente de una fraternidad. Empezamos a ir a las fiestas y ensayos y conocimos a gente que consumía cocaína. Mi esposo comenzó a consumir y cuando me di cuenta quise probar para compartir con él, para no sentirme aislada".
Cuando Sara se dio cuenta de que tenía una adicción a la cocaína, fue demasiado tarde, ya estaba muy adentro. Las cosas empezaron a ir mal y una vez separados, Sara seguía consumiendo.
Una de las cosas más importantes para que yo siga en esto fue la muerte de mi padre, era mi mejor amigo. Yo creo que si mi padre estuviese vivo yo no estaría aquí. Su papá murió cuando ella tenía 24 ó 25 años.
De las tres hijas que ella tiene, sólo la mayor sabe de su problema, las menores creen que está enferma y que está lejos tratando de curarse. Están esperando en casa a que llegue sana, asegura.
Sara continuó con sus estudios, aún consumiendo cocaína. La vida es graciosa, hablo cinco idiomas y tengo tres títulos, pero no me sirven de nada. Soy licenciada en lingüística, profesora de francés y de matemáticas y secretaria ejecutiva. Pero es una ironía de la vida porque al final sólo soy una chica de la Eguino.
La entrevista se detuvo. Las miradas se desviaron a dos vehículos que rondaban el lugar. Están buscando papa (droga).
Al mirar sus manos, uno de sus dedos estaba hinchado y se deformaba en la punta. Un policía le rompió el dedo de un toletazo (palo) hace dos años, pero aún le duele. De los pacos dijo, yo me llevo bien con todos, no soy partidaria de la violencia. Muchas veces nos encuentran consumiendo. Por ley no está prohibido el consumo. La 1008 dice, en el artículo 53, que todos los consumidores deben ser remitidos a centros de rehabilitación pagados por el Estado, pero eso es inexistente. Para ellos, es un delito y nos tratan como delincuentes. Me han pegado muchas veces... El sueldo que reciben tal vez no es suficiente y nosotros les ayudamos con lo que podemos. Otros no se conforman y quieren más, pero no se dan cuenta que para nosotros es más difícil conseguir dinero.
Ellos piensan que porque soy drogadicta soy una tarada mental y no es así, soy una persona inteligente, no soy una estúpida. La única estupidez de mi vida ha sido la droga y es una enfermedad de la que nadie está libre y digo dentro mio, ojalá no tengan ellos que sufrirlo en carne propia o viendo a sus hijos, porque eso sí es sufrir.
Sara vive y deambula en las calles desde hace 13 años. Ella lleva a la gente que quiere comprar donde los que quieren vender.
Si veo chicos muy jovencitos que quieren comprar, disculpando la expresión, de un carajazo los mando a la mierda. No quisiera que nadie se acerque a mis hijas, quisiera que les manden a la mierda como hago yo con esos chicos.
De los compradores hay de todo, desde lustrabotas hasta gente que viene en sus tremendos autos. La droga no tiene miramientos, no le interesa saber tu apellido, en qué trabajas, cuánto tienes.
Quisiera no haber conocido todo esto, es lo más grande que he vivido, lo mejor y lo peor... Creo que es demasiado tiempo, ya estoy vieja para estar aquí, ya no quiero estar aquí, no quiero.
Por su problema, Sara no puede ver a sus tres hijas. Le quitaron la tutela y no se puede acercar a 100 metros de su casa y la escuela de ellas. Durante siete años salió de las drogas, estuvo en dos centros de rehabilitación. uno en el exterior y otro en el país. Quiere intentarlo otra vez, sueña con volver a ver a su familia.
La cocaína le destrozó el tabique y desde hace años consume pasta base. Cuando la echaron de su casa por su adicción no sabía dónde ir ni qué hacer. Primero alquiló un cuarto y cuando ya no tenía dinero se fue a vivir con un chico. Actualmente, hace algunas traducciones para ganar dinero, pero cuando no hay ese trabajo lo consigue como sea.
El diario vivir es tan difícil en la calle, no sólo te pasan cosas, sino ves cosas alucinantes. Mucha gente tiene la liviandad de juzgar. Hay gente que critica el mal olor de otros, que no se lava los pies, cuando a veces ni siquiera hay ni agua para tomar.
Sara estuvo en la cárcel un año. Fui a comprar papa y cuando volví mis amigos estaban asaltando al taxista. Me acusaron de cómplice. En Obrajes no hay drogas, pero San Pedro es el paraíso.
El jueves, hasta esa hora, ella sólo comió un chocolate y una pera sucia que levantó del piso. Dice que al tercer día sin comida ya no se puede aguantar.
Para una persona drogadicta hay tres opciones: el centro de rehabilitación, la cárcel o el cementerio. Yo necesito ir a un centro, no quiero las otras dos. Es el deseo de Sara (el verdadero nombre se guarda en reserva) de 42 años, que vive en la calle desde sus 29 (hace 13 años) y no logra salir de ese mundo desde los 23, cuando empezó a drogarse.
Sara le pidió ese favor a un policía y él acudió a este medio para que ella cuente su historia y pueda recibir ayuda. La noche del jueves, la cita fue sorpresiva.
Encontrarla tomó como dos horas. No estaba en la plaza Eguino, donde suele deambular, tampoco en su torrante (lugar donde duerme). Se preguntó a las personas que la conocían, pero dudaban al responder.
Pasada la medianoche se la halló en la calle Illampu. Estaba con sus amigos. Como de 1,60 de alto, morena, delgada, cabello negro y ondulado, ojos oscuros y llorosos, mirada casi perdida.
Subió al carro para ir a un lugar vacío y hacer la entrevista. No paraba de llorar. Contó que minutos antes, ocho polivalentes le habían golpeado en las piernas. No quería agua, y aceptó chocolate.
Mis amigos se han asustado, pensaban que había hecho algo porque me estaban buscando, comentó y luego trató de sonreír.
En la tarde, los policías le dijeron que tenía que desaparecer del lugar y yo me fui, pero volví en la noche y justo me vieron. Sólo tenía Bs 11,50 para darles y creo que no les ha gustado.
Sara salió bachiller de un colegio exclusivo de la zona Sur, vivía en Calacoto y el sitio más lejano de su hogar al que llegó fue el cine Monje Campero. A sus 23 años ya estaba casada y estudiaba en la universidad. Mi esposo empezó a frecuentar gente de una fraternidad. Empezamos a ir a las fiestas y ensayos y conocimos a gente que consumía cocaína. Mi esposo comenzó a consumir y cuando me di cuenta quise probar para compartir con él, para no sentirme aislada".
Cuando Sara se dio cuenta de que tenía una adicción a la cocaína, fue demasiado tarde, ya estaba muy adentro. Las cosas empezaron a ir mal y una vez separados, Sara seguía consumiendo.
Una de las cosas más importantes para que yo siga en esto fue la muerte de mi padre, era mi mejor amigo. Yo creo que si mi padre estuviese vivo yo no estaría aquí. Su papá murió cuando ella tenía 24 ó 25 años.
De las tres hijas que ella tiene, sólo la mayor sabe de su problema, las menores creen que está enferma y que está lejos tratando de curarse. Están esperando en casa a que llegue sana, asegura.
Sara continuó con sus estudios, aún consumiendo cocaína. La vida es graciosa, hablo cinco idiomas y tengo tres títulos, pero no me sirven de nada. Soy licenciada en lingüística, profesora de francés y de matemáticas y secretaria ejecutiva. Pero es una ironía de la vida porque al final sólo soy una chica de la Eguino.
La entrevista se detuvo. Las miradas se desviaron a dos vehículos que rondaban el lugar. Están buscando papa (droga).
Al mirar sus manos, uno de sus dedos estaba hinchado y se deformaba en la punta. Un policía le rompió el dedo de un toletazo (palo) hace dos años, pero aún le duele. De los pacos dijo, yo me llevo bien con todos, no soy partidaria de la violencia. Muchas veces nos encuentran consumiendo. Por ley no está prohibido el consumo. La 1008 dice, en el artículo 53, que todos los consumidores deben ser remitidos a centros de rehabilitación pagados por el Estado, pero eso es inexistente. Para ellos, es un delito y nos tratan como delincuentes. Me han pegado muchas veces... El sueldo que reciben tal vez no es suficiente y nosotros les ayudamos con lo que podemos. Otros no se conforman y quieren más, pero no se dan cuenta que para nosotros es más difícil conseguir dinero.
Ellos piensan que porque soy drogadicta soy una tarada mental y no es así, soy una persona inteligente, no soy una estúpida. La única estupidez de mi vida ha sido la droga y es una enfermedad de la que nadie está libre y digo dentro mio, ojalá no tengan ellos que sufrirlo en carne propia o viendo a sus hijos, porque eso sí es sufrir.
Sara vive y deambula en las calles desde hace 13 años. Ella lleva a la gente que quiere comprar donde los que quieren vender.
Si veo chicos muy jovencitos que quieren comprar, disculpando la expresión, de un carajazo los mando a la mierda. No quisiera que nadie se acerque a mis hijas, quisiera que les manden a la mierda como hago yo con esos chicos.
De los compradores hay de todo, desde lustrabotas hasta gente que viene en sus tremendos autos. La droga no tiene miramientos, no le interesa saber tu apellido, en qué trabajas, cuánto tienes.
Quisiera no haber conocido todo esto, es lo más grande que he vivido, lo mejor y lo peor... Creo que es demasiado tiempo, ya estoy vieja para estar aquí, ya no quiero estar aquí, no quiero.
Por su problema, Sara no puede ver a sus tres hijas. Le quitaron la tutela y no se puede acercar a 100 metros de su casa y la escuela de ellas. Durante siete años salió de las drogas, estuvo en dos centros de rehabilitación. uno en el exterior y otro en el país. Quiere intentarlo otra vez, sueña con volver a ver a su familia.
La cocaína le destrozó el tabique y desde hace años consume pasta base. Cuando la echaron de su casa por su adicción no sabía dónde ir ni qué hacer. Primero alquiló un cuarto y cuando ya no tenía dinero se fue a vivir con un chico. Actualmente, hace algunas traducciones para ganar dinero, pero cuando no hay ese trabajo lo consigue como sea.
El diario vivir es tan difícil en la calle, no sólo te pasan cosas, sino ves cosas alucinantes. Mucha gente tiene la liviandad de juzgar. Hay gente que critica el mal olor de otros, que no se lava los pies, cuando a veces ni siquiera hay ni agua para tomar.
Sara estuvo en la cárcel un año. Fui a comprar papa y cuando volví mis amigos estaban asaltando al taxista. Me acusaron de cómplice. En Obrajes no hay drogas, pero San Pedro es el paraíso.
El jueves, hasta esa hora, ella sólo comió un chocolate y una pera sucia que levantó del piso. Dice que al tercer día sin comida ya no se puede aguantar.
1 comentario
juan carlos -
bueno con esto me despido desde el fondo de mi corazon mil besos y abrazos nunca pierdas las esperanzas el perdon la fe en dios el amoir al progimo y seras una persona muy feliz byb mi celular es el 72163860 ok byb