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Choque de civilizaciones

Hace algunos años, Samuel Huntington escandalizó al mundo con su famosa y políticamente incorrecta tesis del “choque de civilizaciones”. Tiempo después vendrían los atentados de EE.UU. y Europa que según informes de inteligencia realizados por organismos como el MI 6, contaron con la simpatía de gran parte de las comunidades islámicas europeas. Pero fueron otros hechos, de menor impacto mediático, los que demostrarían de manera más evidente la incompatibilidad cultural entre Islam y democracia occidental.

La ira musulmana por el caso de las caricaturas de Mahoma y la furia desatada a raíz de una cita histórica realizada por el papa Benedicto XVI en el contexto de una exposición académica en la universidad de Ratisbona, reflejaron con mayor nitidez la esencia del problema islámico- occidental: a saber, que el Islam carece completamente de un fundamento racional.

En el desarrollo cultural de occidente por el contrario, desde un principio hubo dos aspectos cruciales sin los cuales probablemente jamás habríamos consolidado un sistema basado en las libertades individuales. En primer lugar, la permanente tensión y por tanto división entre el poder temporal- imperio- y el espiritual - papado-. Así, la civilización occidental jamás dio lugar a un sistema teocrático, a diferencia del mundo islámico.

En segundo lugar, el desarrollo de un aparato racional al interior de la religiones, cuyo objetivo fue darse una explicación de sí mismas fundada en la razón. Manifestación de ello fue la teología – nuestro actual Papa es experto en ella- algo inexistente en el mundo musulmán y que desde sus inicios desarrolló una constante labor autocrítica. Este espíritu crítico que caracteriza nuestra cultura hasta hoy, fue la base de la secularización como rasgo definitorio de occidente y la premisa esencial de nuestra característica más propia: el liberalismo político.

Nada de esto existe en el mundo islámico. Ni fundamento racional, ni secularización, ni menos liberalismo político, sin el cual el espíritu de tolerancia como valor público, la pluralidad de formas de vida y las diversas posturas en materias valóricas simplemente no son viables. Por eso la reacción violenta del mundo musulmán ante simples caricaturas que nosotros entendemos cubiertas por la libertad de expresión.

No es extraño entonces que el Papa insista en la necesidad de un diálogo racional entre las religiones, ni que hace algunas semanas haya advertido, recurriendo a la terminología de Huntington, sobre el peligro de un posible “choque de civilizaciones”.Porque resulta que para el Islam la unión entre el trono y el altar - eso que nosotros alguna vez denominamos “la encarnación del oscurantismo”- es el rasgo más propio. Y ante tal concepción teocrática del mundo nuestra forma de vida liberal no puede resultar sino repulsiva.

Es en el marco de esta contradicción vital donde jóvenes musulmanes nacidos en Europa recurren a la radicalización como una salida para lo que ellos experimentan como una violenta crisis de identidad. No es casualidad que Europa se haya convertido en el semillero más fértil de extremistas islámicos en el mundo.

Axel Kaiser Investigador del Centro de Estudios Estratégicos Alexis de Tocqueville, programa Chile.

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