"Ues" golpean al mercado
Su horizonte de inversiones no es de semanas, ni meses o años, sino para siempre. Su capital es extremadamente paciente. ¿Cuál es la fórmula de las universidades estadounidenses para que sus inversionistas sean tan inteligentes?
En EE.UU. nacieron las hipótesis sobre la eficiencia de los mercados, según la cual se han vuelto tan competitivos, que es imposible que los inversionistas estén permanentemente golpeándolos. Pero las mismas universidades que hacen estas teorías las socavan: ya sea en uno o en diez años, los fondos de inversión de ellas le ganan al S&P 500 y golpean a la mayoría de los otros inversionistas institucionales, incluyendo a los fondos de pensiones.
Según la National Association of College and University Business Officers, un grupo de servicios financieros, las inversiones de las universidades tuvieron un retorno promedio de 10,7% en el año al 30 de junio de 2006 (neto de cobros y gastos).
Las grandes dotaciones son grandes inversionistas: entre ellas, Harvard y Yale tienen unos US$ 50 mil millones, cerca de un séptimo del total. Ellas tienden a hacerlo mejor que sus compañeras más pequeñas y bastante mejor que el resto.
De hecho, los intelectuales incluso les ganan a los analistas financieros. Las inversiones de más de mil millones de dólares tuvieron retornos de 15,2% de promedio en 2006, más que el principal índice de hedge found.
Las mejores inversiones en 2005-2006 pertenecieron a Massachusetts Institute of Technology, que ganaron un nada despreciable 23%. Eso los pone por delante de Yale (22,9%).
Además, tienen algunas ventajas sobre sus rivales. En principio, su horizonte de inversiones no es de semanas, ni meses o años, sino para siempre. Su capital es extremadamente paciente.
Cada fondo tiene un solo cliente: ellos mismos.
Por ello, a diferencia de los fondos de pensiones, no tienen que volverse locos tratando de calzar los activos con las obligaciones. Esto implica que las inversiones toleran la volatilidad, lo que a cambio les permite hacer y quedarse con opciones contrarias a las del resto.
Ellos han sido "valientes y determinados" en ir en contra del resto, dice Hill Wechsler, de Greenwich Associates, una consultora de servicios financieros. Y quizás pueden mantenerse solventes por más tiempo de lo que el mercado puede mantenerse de forma irracional.
Una segunda ventaja es el ambiente universitario. "Mientras que los depositarios de los fondos de pensiones son naturalmente adversos al riesgo, las universidades son innovadoras, tanto financiera como intelectualmente", dice James Walsh, quien administra el fondo de US$ 5 mil millones de Cornell.
Las limitaciones de inversión se mantienen al mínimo y a los ex alumnos con experiencia en Wall Street se les incentiva a donar dinero y sentarse en los comités de inversiones. Pero la inteligencia de los universitarios no siempre es útil. Según una antigua autoridad de Harvard, su fondo de inversiones lo ha hecho bien porque ha evitado tomar en cuenta las asesorías de la facultad de Economía.
Los fondos de inversión de las universidades de EE.UU. están entre los primeros que miraron más allá de la mezcla seria de acciones locales, bonos y efectivo.
The Economist
En EE.UU. nacieron las hipótesis sobre la eficiencia de los mercados, según la cual se han vuelto tan competitivos, que es imposible que los inversionistas estén permanentemente golpeándolos. Pero las mismas universidades que hacen estas teorías las socavan: ya sea en uno o en diez años, los fondos de inversión de ellas le ganan al S&P 500 y golpean a la mayoría de los otros inversionistas institucionales, incluyendo a los fondos de pensiones.
Según la National Association of College and University Business Officers, un grupo de servicios financieros, las inversiones de las universidades tuvieron un retorno promedio de 10,7% en el año al 30 de junio de 2006 (neto de cobros y gastos).
Las grandes dotaciones son grandes inversionistas: entre ellas, Harvard y Yale tienen unos US$ 50 mil millones, cerca de un séptimo del total. Ellas tienden a hacerlo mejor que sus compañeras más pequeñas y bastante mejor que el resto.
De hecho, los intelectuales incluso les ganan a los analistas financieros. Las inversiones de más de mil millones de dólares tuvieron retornos de 15,2% de promedio en 2006, más que el principal índice de hedge found.
Las mejores inversiones en 2005-2006 pertenecieron a Massachusetts Institute of Technology, que ganaron un nada despreciable 23%. Eso los pone por delante de Yale (22,9%).
Además, tienen algunas ventajas sobre sus rivales. En principio, su horizonte de inversiones no es de semanas, ni meses o años, sino para siempre. Su capital es extremadamente paciente.
Cada fondo tiene un solo cliente: ellos mismos.
Por ello, a diferencia de los fondos de pensiones, no tienen que volverse locos tratando de calzar los activos con las obligaciones. Esto implica que las inversiones toleran la volatilidad, lo que a cambio les permite hacer y quedarse con opciones contrarias a las del resto.
Ellos han sido "valientes y determinados" en ir en contra del resto, dice Hill Wechsler, de Greenwich Associates, una consultora de servicios financieros. Y quizás pueden mantenerse solventes por más tiempo de lo que el mercado puede mantenerse de forma irracional.
Una segunda ventaja es el ambiente universitario. "Mientras que los depositarios de los fondos de pensiones son naturalmente adversos al riesgo, las universidades son innovadoras, tanto financiera como intelectualmente", dice James Walsh, quien administra el fondo de US$ 5 mil millones de Cornell.
Las limitaciones de inversión se mantienen al mínimo y a los ex alumnos con experiencia en Wall Street se les incentiva a donar dinero y sentarse en los comités de inversiones. Pero la inteligencia de los universitarios no siempre es útil. Según una antigua autoridad de Harvard, su fondo de inversiones lo ha hecho bien porque ha evitado tomar en cuenta las asesorías de la facultad de Economía.
Los fondos de inversión de las universidades de EE.UU. están entre los primeros que miraron más allá de la mezcla seria de acciones locales, bonos y efectivo.
The Economist
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