Martes gris
Era casi inevitable que algo malo pasara. Apenas una suave ola había molestado la superficie de los mercados financieros desde mayo pasado. Pero el 27 de febrero los precios de las acciones fueron súbitamente golpeados por una marea vendedora.
Siempre es posible encontrar razones justificadas para una repentina caída de la bolsa después de que se produce -mucho más díficil es hacerlo con anticipación-. El catalizador inmediato para los problemas de esta semana parece haber sido la caída de 9% en el mercado chino, a su vez gatillado por las versiones de que sus autoridades iban a reforzar la lucha contra la especulación. Pero la verdad es que los inversionistas estaban buscando excusas para la toma de utilidades.
La ola de ventas fue dramática. Alrededor de las 3 de la tarde, hora de Nueva York, del 27 de febrero, el Dow Jones Industrial estaba cayendo en unos 200 puntos. En menos de un minuto, volvió a bajar otros 200, una tasa de descenso sin precedentes según los operadores.
La velocidad de la caída fue causada por un retraso en la tabulación. El sistema informático de Dow Jones, que calcula el promedio, no tenía capacidad de procesar las órdenes todo lo rápido en que éstas se generaban. A las 3 de la tarde, la administración del NYSE decidió cambiar a un sistema de respaldo en un esfuerzo por desbloquear el taco. Lo hicieron, pero eso causó una caída masiva instántanea en el promedio, casi tan fuerte como la que se había producido por la tardanza.
Éste no fue el único problema. Los operadores de la mesa no fueron capaces de seguir el ritmo de las órdenes dadas por computador. El Dow llegó a caer 546 puntos, la peor caída en toda su historia.
Nada de esto fue una buena noticia para John Thain, el máximo ejecutivo del NYSE. Con la competencia entre las bolsas tradicionales y las electrónicas más dura que nunca, la última cosa que él necesitaba eran dudas sobre la fortaleza tecnológica.
Inevitablemente, Wall Street estableció el patrón para el resto del mundo, con los mercados europeos, asiáticos y los emergentes cayendo fuertemente. Pero el 28 de febrero el mercado de EE.UU. mostró signos de estabilidad.
¿Seguirá así? Ciertamente, los inversionistas interesados en los "fundamentos" pueden encontrar de qué preocuparse. Las tensiones sobre el programa nuclear de Irán siguen altas, y el precio del petróleo ha subido US$ 10 el barril desde sus últimas bajas. La reciente morosidad en el mercado hipotecario secundario puede estar afectando a otros inversionistas de bonos y reduciendo el crédito en el mercado de la vivienda. Los datos económicos recientes de EE.UU. han sido débiles, y Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, ha mencionado públicamente la posibilidad de una recesión.
Su sucesor, Ben Bernanke, hizo todo lo posible para calmar los temores de una desaceleración. Si está equivocado, siempre puede comenzar bajando las tasas de interés. El "vuelo hacia la seguridad" ya ha causado que el rendimiento de los bonos del Tesoro cayera, recortando los costos de los préstamos para los compradores de casas.
Pero puede ser que las dinámicas internas de los mercados, y no la evolución de la economía en general, sea lo que decida si es que esto es una pequeña conmoción o el comienzo de un serio desplome. Los períodos de baja volatilidad tienden a alentar el riesgo. Los fondos de cobertura tienen una inclinación natural a comprar instrumentos de mayor rendimiento (y, por lo tanto, más riesgosos) y vender activos de menores rendimientos, ya que esto trae un ingreso positivo. Cuando el mercado tambalea, esta estrategia rápidamente hace perder dinero. Por ejemplo, la modesta alza del yen -2,3% contra el dólar el 27 de febrero- acabó con cerca de la mitad de las ganancias por intereses anuales que acumularon los inversionistas que vendieron yenes y compraron dólares.
Mientras hacen eso, otros inversionistas se apuran en cambiar de paso. Los bancos de inversión usan los modelos de "valoración de riesgo", lo cual significa que cuando la volatilidad aumenta, reducen el capital destinado a transacciones. Esto, usualmente implica que venden activos. Entonces, un inesperado salto en la volatilidad tiende a generar volatilidad adicional. "Las últimas ventas fueron simplemente un disparo de advertencia", dice Chris Watling, de Longview Economics, un analista que recientemente proyectó una corrección de precios: "los inversionistas pueden esperar nuevas ventas en las próximas semanas".
Lo que importa es cuántos actores han hecho la misma apuesta. Uno de los más viejos errores del mercado es asumir que se puede salir de una posición tan fácil como se entró.
Es esto lo que hace que los agentes del mercado estén expuestos a sorpresas desagradables, y es lo que explica por qué invertir con dinero prestado puede ser peligroso. Si algunos de los bancos o de los fondos de cobertura son atrapados por repentinas liquidaciones de activos, los eventos del 27 de febrero pueden tener consecuencias más duraderas. Las bolsas han visto martes más negros que éste. Pero éste podría proyectar una sombra aun más permanente.
The Economist
Siempre es posible encontrar razones justificadas para una repentina caída de la bolsa después de que se produce -mucho más díficil es hacerlo con anticipación-. El catalizador inmediato para los problemas de esta semana parece haber sido la caída de 9% en el mercado chino, a su vez gatillado por las versiones de que sus autoridades iban a reforzar la lucha contra la especulación. Pero la verdad es que los inversionistas estaban buscando excusas para la toma de utilidades.
La ola de ventas fue dramática. Alrededor de las 3 de la tarde, hora de Nueva York, del 27 de febrero, el Dow Jones Industrial estaba cayendo en unos 200 puntos. En menos de un minuto, volvió a bajar otros 200, una tasa de descenso sin precedentes según los operadores.
La velocidad de la caída fue causada por un retraso en la tabulación. El sistema informático de Dow Jones, que calcula el promedio, no tenía capacidad de procesar las órdenes todo lo rápido en que éstas se generaban. A las 3 de la tarde, la administración del NYSE decidió cambiar a un sistema de respaldo en un esfuerzo por desbloquear el taco. Lo hicieron, pero eso causó una caída masiva instántanea en el promedio, casi tan fuerte como la que se había producido por la tardanza.
Éste no fue el único problema. Los operadores de la mesa no fueron capaces de seguir el ritmo de las órdenes dadas por computador. El Dow llegó a caer 546 puntos, la peor caída en toda su historia.
Nada de esto fue una buena noticia para John Thain, el máximo ejecutivo del NYSE. Con la competencia entre las bolsas tradicionales y las electrónicas más dura que nunca, la última cosa que él necesitaba eran dudas sobre la fortaleza tecnológica.
Inevitablemente, Wall Street estableció el patrón para el resto del mundo, con los mercados europeos, asiáticos y los emergentes cayendo fuertemente. Pero el 28 de febrero el mercado de EE.UU. mostró signos de estabilidad.
¿Seguirá así? Ciertamente, los inversionistas interesados en los "fundamentos" pueden encontrar de qué preocuparse. Las tensiones sobre el programa nuclear de Irán siguen altas, y el precio del petróleo ha subido US$ 10 el barril desde sus últimas bajas. La reciente morosidad en el mercado hipotecario secundario puede estar afectando a otros inversionistas de bonos y reduciendo el crédito en el mercado de la vivienda. Los datos económicos recientes de EE.UU. han sido débiles, y Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal, ha mencionado públicamente la posibilidad de una recesión.
Su sucesor, Ben Bernanke, hizo todo lo posible para calmar los temores de una desaceleración. Si está equivocado, siempre puede comenzar bajando las tasas de interés. El "vuelo hacia la seguridad" ya ha causado que el rendimiento de los bonos del Tesoro cayera, recortando los costos de los préstamos para los compradores de casas.
Pero puede ser que las dinámicas internas de los mercados, y no la evolución de la economía en general, sea lo que decida si es que esto es una pequeña conmoción o el comienzo de un serio desplome. Los períodos de baja volatilidad tienden a alentar el riesgo. Los fondos de cobertura tienen una inclinación natural a comprar instrumentos de mayor rendimiento (y, por lo tanto, más riesgosos) y vender activos de menores rendimientos, ya que esto trae un ingreso positivo. Cuando el mercado tambalea, esta estrategia rápidamente hace perder dinero. Por ejemplo, la modesta alza del yen -2,3% contra el dólar el 27 de febrero- acabó con cerca de la mitad de las ganancias por intereses anuales que acumularon los inversionistas que vendieron yenes y compraron dólares.
Mientras hacen eso, otros inversionistas se apuran en cambiar de paso. Los bancos de inversión usan los modelos de "valoración de riesgo", lo cual significa que cuando la volatilidad aumenta, reducen el capital destinado a transacciones. Esto, usualmente implica que venden activos. Entonces, un inesperado salto en la volatilidad tiende a generar volatilidad adicional. "Las últimas ventas fueron simplemente un disparo de advertencia", dice Chris Watling, de Longview Economics, un analista que recientemente proyectó una corrección de precios: "los inversionistas pueden esperar nuevas ventas en las próximas semanas".
Lo que importa es cuántos actores han hecho la misma apuesta. Uno de los más viejos errores del mercado es asumir que se puede salir de una posición tan fácil como se entró.
Es esto lo que hace que los agentes del mercado estén expuestos a sorpresas desagradables, y es lo que explica por qué invertir con dinero prestado puede ser peligroso. Si algunos de los bancos o de los fondos de cobertura son atrapados por repentinas liquidaciones de activos, los eventos del 27 de febrero pueden tener consecuencias más duraderas. Las bolsas han visto martes más negros que éste. Pero éste podría proyectar una sombra aun más permanente.
The Economist
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