El sector de servicios, la gran asignatura pendiente de América Latina
El sólido crecimiento de los países latinoamericanos hace que algunos presagien un brillante porvenir para la región. Sin embargo, la baja productividad del sector servicios podría arruinar el sueño...
América Latina atraviesa una potente racha de crecimiento económico. Durante el 2006, los países de la región crecieron un promedio de cinco por ciento. Sin embargo, el horizonte no aparece tan despejado como algunos lo pintan.
Los sueños de una expansión sustentable se desvanecen cuando desplazamos la mirada desde las tasas de crecimiento del PBI hacia los indicadores de productividad (en definitiva, lo que determinará la posición competitiva de la región en el largo plazo).
Según el artículo Tapping Latin America's potential in services de la consultora McKinsey, el principal factor que explica el deterioro en la competitividad global de las economías latinoamericanas es la escasa productividad de sus servicios.
Es cierto que en los últimos años se han realizado importantes progresos. Por décadas, las principales corporaciones de servicios de América Latina eran empresas públicas que operaban con bajos niveles de eficiencia en mercados protegidos.
Las privatizaciones de los '90 fueron un paso en la dirección correcta pues imprimieron la lógica de la eficiencia en los dinosaurios de los servicios públicos (al menos, en los casos en que los marcos regulatorios no terminaron garantizando monopolios legales).
Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Las deficiencias del sector terciario en América Latina imponen fuertes restricciones sobre las capacidades competitivas de la economía, inflando las estructuras de costos de las compañías exportadoras y reduciendo los incentivos para que las multinacionales decidan realizar inversiones en el continente. ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?
Los expertos de McKinsey brindan algunos consejos:
1) Profundizar las privatizaciones
La ola privatizadora de los '90 puso muchos servicios en manos del sector privado. Sin embargo, muchos gobiernos todavía manejan sectores clave. En Brasil, por ejemplo, bancos estatales controlan el 37 por ciento de los depósitos.
Desde luego, esto no tiene nada de malo en sí mismo. Pero puede convertirse en un problema si consideramos que los bancos públicos brasileños son la mitad de productivos que sus colegas privados. ¿El resultado? Brasil pierde ocho mil millones de dólares por año.
En este contexto, la receta de McKinsey es clara: América Latina debe profundizar su proceso privatizador.
2) Fomentar la competencia
Profundizar el proceso privatizador es algo más sencillo de decir que de hacer si tenemos en cuenta las malas experiencias que han tenido algunos países del continente (donde las privatizaciones derivaron en marcos regulatorios que imponían monopolios privados).
Cualquier privatización y desregulación sólo tiene sentido como instrumento para fomentar la competencia. Esto fue lo que ocurrió en algunos casos. Durante los '90, la apertura de los mercados internos para las inversiones extranjeras directas en retail y el sector bancario multiplicó la productividad de estos sectores. Más de 50 mil millones de dólares ingresaron a Latinoamérica para difundir las mejores prácticas internacionales en los rubros desregulados.
Ahora, advierten los investigadores de McKinsey, las restricciones que todavía no han sido levantadas son los principales factores que impiden la profundización de la competencia y los incentivos para el aumento de la productividad en servicios.
3) Simplificación de la burocracia y flexibilización laboral
Según la International Finance Corporation, América Latina es la tercera región más costosa del mundo para fundar un negocio (después de África y Medio Oriente). La engorrosa (y corrupta) burocracia disuade a muchos potenciales entrepreneurs de iniciar proyectos propios que podrían impulsar la competencia y productividad.
Por otro lado, señalan los investigadores de McKinsey, las rígidas leyes laborales latinoamericanas desalientan la contratación de empleados por los altos costos de los despidos. Despedir a un empleado en América Latina le cuesta a la empresa, en promedio, 2,7 meses de salario en concepto de indemnización. En Asia, el valor es de 1,5. En Europa, 1,1. En Estados Unidos: cero.
4) Economía en negro
El rubro de servicios suele estar sumamente atomizado (salvo en los casos en que existen altos costos hundidos). Y de las miles de pequeñas empresas, muchas operan en negro. Desde luego, se trata de un gran impedimento para la mejora de la eficiencia porque las empresas en el sector informal no califican para recibir créditos. Así, su frontera de expansión es muy limitada.
Por lo tanto, señalan los investigadores de McKinsey, los gobiernos latinoamericanos deberían crear una serie de incentivos para que los empresarios de servicios de la economía informal se decidan a blanquear su situación. ¿Cómo lograrlo? Reducciones impositivas (los altos impuestos que recaen sobre las empresas formales son un gran incentivo para operar en negro) y voluntad política para perseguir y castigar a los evasores.
En definitiva, América Latina se encuentra en una buena posición para emprender el tan anhelado (y postergado) proceso de crecimiento sostenido. El crecimiento actual brinda una buena base para comenzar con las reformas necesarias para fomentar la competitividad de largo plazo. En caso contrario, los actuales indicadores macroeconómicos favorables seguramente terminarán siendo sólo fuegos de artificio.
MATERIABIZ
Los sueños de una expansión sustentable se desvanecen cuando desplazamos la mirada desde las tasas de crecimiento del PBI hacia los indicadores de productividad (en definitiva, lo que determinará la posición competitiva de la región en el largo plazo).
Según el artículo Tapping Latin America's potential in services de la consultora McKinsey, el principal factor que explica el deterioro en la competitividad global de las economías latinoamericanas es la escasa productividad de sus servicios.
Es cierto que en los últimos años se han realizado importantes progresos. Por décadas, las principales corporaciones de servicios de América Latina eran empresas públicas que operaban con bajos niveles de eficiencia en mercados protegidos.
Las privatizaciones de los '90 fueron un paso en la dirección correcta pues imprimieron la lógica de la eficiencia en los dinosaurios de los servicios públicos (al menos, en los casos en que los marcos regulatorios no terminaron garantizando monopolios legales).
Sin embargo, todavía queda mucho por hacer. Las deficiencias del sector terciario en América Latina imponen fuertes restricciones sobre las capacidades competitivas de la economía, inflando las estructuras de costos de las compañías exportadoras y reduciendo los incentivos para que las multinacionales decidan realizar inversiones en el continente. ¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?
Los expertos de McKinsey brindan algunos consejos:
1) Profundizar las privatizaciones
La ola privatizadora de los '90 puso muchos servicios en manos del sector privado. Sin embargo, muchos gobiernos todavía manejan sectores clave. En Brasil, por ejemplo, bancos estatales controlan el 37 por ciento de los depósitos.
Desde luego, esto no tiene nada de malo en sí mismo. Pero puede convertirse en un problema si consideramos que los bancos públicos brasileños son la mitad de productivos que sus colegas privados. ¿El resultado? Brasil pierde ocho mil millones de dólares por año.
En este contexto, la receta de McKinsey es clara: América Latina debe profundizar su proceso privatizador.
2) Fomentar la competencia
Profundizar el proceso privatizador es algo más sencillo de decir que de hacer si tenemos en cuenta las malas experiencias que han tenido algunos países del continente (donde las privatizaciones derivaron en marcos regulatorios que imponían monopolios privados).
Cualquier privatización y desregulación sólo tiene sentido como instrumento para fomentar la competencia. Esto fue lo que ocurrió en algunos casos. Durante los '90, la apertura de los mercados internos para las inversiones extranjeras directas en retail y el sector bancario multiplicó la productividad de estos sectores. Más de 50 mil millones de dólares ingresaron a Latinoamérica para difundir las mejores prácticas internacionales en los rubros desregulados.
Ahora, advierten los investigadores de McKinsey, las restricciones que todavía no han sido levantadas son los principales factores que impiden la profundización de la competencia y los incentivos para el aumento de la productividad en servicios.
3) Simplificación de la burocracia y flexibilización laboral
Según la International Finance Corporation, América Latina es la tercera región más costosa del mundo para fundar un negocio (después de África y Medio Oriente). La engorrosa (y corrupta) burocracia disuade a muchos potenciales entrepreneurs de iniciar proyectos propios que podrían impulsar la competencia y productividad.
Por otro lado, señalan los investigadores de McKinsey, las rígidas leyes laborales latinoamericanas desalientan la contratación de empleados por los altos costos de los despidos. Despedir a un empleado en América Latina le cuesta a la empresa, en promedio, 2,7 meses de salario en concepto de indemnización. En Asia, el valor es de 1,5. En Europa, 1,1. En Estados Unidos: cero.
4) Economía en negro
El rubro de servicios suele estar sumamente atomizado (salvo en los casos en que existen altos costos hundidos). Y de las miles de pequeñas empresas, muchas operan en negro. Desde luego, se trata de un gran impedimento para la mejora de la eficiencia porque las empresas en el sector informal no califican para recibir créditos. Así, su frontera de expansión es muy limitada.
Por lo tanto, señalan los investigadores de McKinsey, los gobiernos latinoamericanos deberían crear una serie de incentivos para que los empresarios de servicios de la economía informal se decidan a blanquear su situación. ¿Cómo lograrlo? Reducciones impositivas (los altos impuestos que recaen sobre las empresas formales son un gran incentivo para operar en negro) y voluntad política para perseguir y castigar a los evasores.
En definitiva, América Latina se encuentra en una buena posición para emprender el tan anhelado (y postergado) proceso de crecimiento sostenido. El crecimiento actual brinda una buena base para comenzar con las reformas necesarias para fomentar la competitividad de largo plazo. En caso contrario, los actuales indicadores macroeconómicos favorables seguramente terminarán siendo sólo fuegos de artificio.
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