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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

¿Innovación en los cementerios? ¡Síiii! Ahora hay ataúdes pintados a gusto del cliente

Los velorios ya no son lo que eran. En Plots with a View, una película que transcurre en un apacible pueblito inglés, el funebrero local debe enfrentar la competencia de un estadounidense que llega al lugar para ofrecer entierros temáticos. Si el finado era fanático de la Guerra de las Galaxias, él es capaz de montar un show con luces, humo y hasta el despegue del cajón, sin que falten las orejas del señor Spoke, por supuesto.

¿Y por casa cómo andamos? Por empezar, los hinchas de Boca ya pueden descansar en paz en su propio cementerio. Hay lugar para 3.000 almas (bosteras) en un campo donde sólo crecen flores azules y amarillas.

Claro que para que el entierro sea con todas las de la ley, nada mejor que enviar al difunto a su último viaje en un ataúd con los colores del equipo de sus amores. Eso es, precisamente, lo que ofrece, desde hace un año, la empresa Luis Diegues. Además de los cajones tradicionales, allí se pueden comprar ataúdes decorados a gusto y piacere del interesado. Que él no lo pueda ver es un detalle menor.

"La idea se nos ocurrió a mí y a mi mujer. Vimos que el mercado tenía un solo producto, todos usaban el marrón y no había alternativas", explica Fernando García (32) que hace tres años quedó al frente de la empresa que su padre y un socio fundaron hace treinta años.

Dice que fue en el velorio de la abuela de un amigo donde se le prendió la lamparita. "Todo se veía tan oscuro, tan triste, y ella no era así, era una mujer muy alegre". A la vez recordó que muchos pedían que los enterraran con la remera de su club de fútbol. Ató un par de cabos, hizo unas cuantas preguntas y estuvo listo para ofrecer su producto.

Que no son sólo ataúdes de colores (hay celestes, grises y hasta rosados). García va más allá: los vende temáticos (como los de Boca). Y también aerografiados, con cielos en los que vuelan blancas palomas o con atardeceres anaranjados. Y pintados a mano, con ángeles y corazones. Los empresarios que pretenden que sus empleados lleven la camiseta puesta a todos lados pueden comprar los institucionales, con el logo de la empresa incluido en el cajón. Si lo que los deudos quieren es enviar a su pariente al otro mundo con algún recuerdo nada mejor que el ataúd cuadrado con un cajoncito: allí pueden dejar cartas, llaves, alianzas o lo que su imaginación les indique. En fin, todos modelos dignos de figurar en Los seres queridos, el libro en el que Evelyn Waugh des cribe con ironía que lleva a la carcajada los servicios que ofrecen dos cementerios, uno de mascotas y otro de humanos, nada menos que en Hollywood.

Pero volvamos a la Argentina. Antes de salir a ofrecer un producto tan peculiar, Fernando y Virginia García (33) tomaron sus recaudos. Contrataron a un grupo de psicólogos que hizo un estudio de mercado. Los resultados demostraron que "los mayores de sesenta son más tradicionales y se niegan al cambio".

Pero los de cincuenta o menos "son mucho más abiertos". Y los de treinta y pico "elegirían estos productos si les dieran la oportunidad. Eso fue lo que más nos animó", cuenta Virginia.

Según dice "era un cambio que la gente necesitaba. El diseño avanzó en todo, en los autos, en los muebles, pero en esto nunca hubo cambios. Este fue un paso importante para desdramatizar ese momento que es inevitable". Los psicólogos les explicaron que ayuda a la gente. "Es la última oportunidad y a todos les gusta hacer lo posible por cumplir los deseos" de sus familiares.

Los más previsores hacen sus pedidos con anticipación. No es cuestión de que sólo los parientes disfruten del dibujo. "Hace poco me pidieron un ataúd pintado con la espada de Montecristo a modo de cruz". También les encargaron con anticipación un pentagrama y un jardín. Las flores están entre las más elegidas.

Cada mes la fábrica —que les vende a las cocherías— produce 3.000 ataúdes. El 25 % de ellos son temáticos y el 7 % , de Boca.

Por lo visto la idea de los cajones a gusto del cliente es un éxito: la empresa factura medio millón de pesos al mes.

Y el éxito va más allá de los cementerios argentinos. Los ataúdes pintados también están dos metros bajo tierra en Chile, Uruguay, Brasil, México e Irlanda.

Cecilia de Castro, Clarin

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