Cómo racionalizar los costes laborales
Se dice actualmente con frecuencia que es el momento de potenciar más que nunca la economía productiva o economía real frente a la economía financiera o monetaria, también llamada peyorativamente en algunos foros economía especulativa. Se afirma frecuentemente además, con cierta rotundidad, que ha llegado el momento de la microeconomía, ya que las medidas macroeconómicas no sirven sino para alentar discusiones tan estériles como subjetivas, y que es altamente dudosa la eficacia de dichas medidas en un entorno tan mediatizado, por una parte, y turbulento, por otra, como es el del actual sistema o contexto económico internacional.
En nuestra opinión, unas y otras afirmaciones no están exentas de razón, aparte de que son difícilmente contrastables y por lo tanto rechazables. En cualquier caso, creemos efectivamente que hay que dedicar una mayor atención y recursos de todo tipo a la economía real, esto es, al tejido productivo e industrial, y que hay que potenciar -y difundir- las soluciones microeconómicas que se deben tomar a todos los niveles; y ello por la sencilla razón de que éstas últimas constituyen soluciones -si es que llegan a alcanzar este rango- de carácter estructural, esto es, las más efectivas en el largo plazo, ya que suponen una renovación o cambio de cilindrada en el motor de la economía de un país. Son, en definitiva, las que llegan realmente a permanecer, asegurando la potencia y durabilidad de ese vehículo que es el sistema económico, siendo precisamente un período de crisis como el actual el momento normalmente más idóneo -por aquello del estancamiento y del grado de necesidad- para llevar a cabo este tipo de replanteamientos.
Ahora bien, estamos acostumbrados a ver que una cierta proporción de los especialistas que explicitan por doquier tales argumentaciones se suelen quedar en dichas recetas, que no son más que recetas de diagnosis, pero comienzan a silbar y mirar al cielo cuando se les pide que sean más explícitos y aporten algunas recetas de curación. Algunos, en cualquier caso, son harto generosos y garabatean en la receta el medicamento de la moderación salarial como única solución, sintiéndose realmente satisfechos con ese esfuerzo de clarificación que realizan.
Quede claro que nosotros estamos de acuerdo en la moderación salarial como uno de los requisitos necesarios para obviar en alguna medida el problema de la crisis y su consecuencia principal: el desempleo. En cualquier caso, aunque no podemos recrearnos en excesivos detalles técnicos, dada la naturaleza y dimensión de este artículo, vamos a intentar aportar al mismo algún pequeño valor añadido, tratando de aclarar algunos aspectos conceptuales y llegar algo más allá, por tanto, de las meras opiniones sobre los aspectos antes citados.
Quisiéramos hacer hincapié primeramente en que el término moderación salarial que tanto se utiliza en la actualidad no deja de ser tan comodín como comodón, y que si no se le otorga una explicación o significado más concreto no llega a ser demasiado útil ni aclaratorio.
Es por ello que vamos a hacer referencia en este contexto a la moderación salarial, más que como una mera reducción de la tasa de aumento de los salarios, como ese elemento de racionalización del coste de personal que ha de conllevar una efectiva moderación salarial. Es decir, se trata de que las empresas intenten alcanzar el objetivo de racionalizar y controlar adecuadamente los costes del personal, lo cual en todo caso originará una reducción de estos costes y por lo tanto la consabida moderación salarial.
Una de las concepciones básicas que se explican normalmente en las Facultades de CC. Económicas y Empresariales es la de proceso productivo de una empresa como una función o actividad económica que se caracteriza en todo caso por utilizar unos factores o recursos (inputs), que adecuadamente combinados o manejados, dan lugar a unos productos -sean bienes o servicios- que son los outputs de la empresa, destinados por lo general a su comercialización en el mercado.
Hay que tener muy en cuenta que la empresa utiliza normalmente unos inputs muy diversos, cuya cantidad se mide en unidades físicas distintas; entre estos factores o recursos productivos se encuentra uno fundamental: la mano de obra; este factor, como todos los demás, se ha de cuantificar además en unidades monetarias, ya que ésta es la unidad básica de referencia para posibilitar tanto los intercambios como los cálculos económicos. Por otra parte, los outputs o productos de una empresa también se cuantifican inicialmente en unidades físicas, (distintas para cada tipo de productos) y por las mismas razones se han de cuantificar necesariamente en unidades monetarias.
La moderación de ese input productivo que es el coste salarial podrá simplemente instrumentarse a través de una escasa o incluso nula subida en la revisión anual de los salarios de los trabajadores; ahora bien, esta moderación supone una simple reducción, pero no supone una racionalización, ya que determina únicamente un mantenimiento o incluso una reducción en términos reales de los salarios.
La racionalización del coste laboral va más allá de esto; se trata de ir a la reducción de los costes laborales que contiene cada unidad física de producto, esto es, de conseguir una moderación realmente productiva del coste del personal; se trata, en definitiva, de que se consuma menor cantidad de ese input por cada unidad de output, esto es, de que el coste laboral de cada producto que obtenga la empresa sea cada vez menor.
Está claro que una moderación salarial pura y dura, esto es, una mera reducción de los salarios en términos reales, podrá contribuir (siempre que suban al menos en la misma cuantía los precios de los outputs producidos) a un aumento de la productividad, ya que ésto se dará siempre que haya alguna mejora en el cociente o relación: inputs/outputs. Ahora bien, esta vía -al margen de que pueda resultar necesaria- no es la única, ni la más adecuada, ya que la ganancia en productividad no se dá contra la ineficiencia, sino contra el sacrificio de los trabajadores.
Es por ello por lo que habrá que buscar una moderación salarial a través de la reducción de los costes laborales unitarios, lo cual sí supondrá una moderación salarial productiva. La realidad actual es que en muchas empresas, al aplicarse la reducción de los costes salariales vía reducción del número de trabajadores, se está obteniendo, no una ganancia de productividad contra la eficiencia, sino contra el número de empleados de la empresa, y en definitiva, contra el empleo, y por tanto, y consecuentemente, contra la sociedad.
Lo que ocurre en estos casos es que al bajar los outputs en menor medida que los inputs el citado cociente de la productividad aumenta, y de esta manera los costes laborales unitarios llegan incluso a decrecer, aumentando en todo caso el margen unitario por producto vendido, lo cual compensa por lo general el menor número de productos (y por tanto de veces que se obtiene el margen unitario) que se vende. El cambiar productividad por empleo constituye, pues, una medida efectiva a corto plazo que aligera los problemas de las empresas pero acrecenta el problema fundamental en la sociedad actual: el desempleo.
Una vía sin duda más efectiva, en términos de productividad, y que por lo tanto aquí preconizamos, es hacer realmente más eficiente en términos físicos la actividad empresarial, esto es, aprovechando mejor los factores de la producción, evitando las actividades improductivas, y dándole un uso más intensivo a los recursos de todo tipo utilizados. Existen a este respecto diversas fórmulas para mejorar la actividad productiva, tales como: automatización y racionalización de los procesos, obtención de sinergias a través de sistemas de fabricación flexibles, racionalización de la gama de productos que se obtienen, etc.
Continuando en este contexto con la referencia concreta a la mano de obra, hay que señalar que aprovechando mejor los tiempos de presencia y motivando salarialmente al trabajador, lo cual se puede conseguir remunerándole en base al nivel de producción o de servicio realizado, se podrá alcanzar como condición técnica un mayor nivel de outputs por cada hora o unidad de factor trabajo, y como condición económica se creará un paralelismo entre la retribución (coste del input) y el output producido.
La consecución de las dos condiciones citadas viene a asegurar, en fín, un aumento de productividad, ya que en la medida que se logre ese incremento en el aprovechamiento de los recursos de la mano de obra, disminuirán automáticamente los costes fijos unitarios, y además de una posible mejora de la retribución de los trabajadores, ello originará para la empresa un incremento de la renta o beneficio (a través del aumento del margen unitario), lo cual sí representará una ganancia contra la ineficiencia y supondrá una mejora en el nivel de productividad. Ello, además de acercarnos al nivel de productividad de nuestros vecinos de la CEE, podrá otorgar un cierto margen para que nuestros productos puedan ganar competitividad vía precios allende nuestras fronteras.
Jesús Lizcano Alvarez
En nuestra opinión, unas y otras afirmaciones no están exentas de razón, aparte de que son difícilmente contrastables y por lo tanto rechazables. En cualquier caso, creemos efectivamente que hay que dedicar una mayor atención y recursos de todo tipo a la economía real, esto es, al tejido productivo e industrial, y que hay que potenciar -y difundir- las soluciones microeconómicas que se deben tomar a todos los niveles; y ello por la sencilla razón de que éstas últimas constituyen soluciones -si es que llegan a alcanzar este rango- de carácter estructural, esto es, las más efectivas en el largo plazo, ya que suponen una renovación o cambio de cilindrada en el motor de la economía de un país. Son, en definitiva, las que llegan realmente a permanecer, asegurando la potencia y durabilidad de ese vehículo que es el sistema económico, siendo precisamente un período de crisis como el actual el momento normalmente más idóneo -por aquello del estancamiento y del grado de necesidad- para llevar a cabo este tipo de replanteamientos.
Ahora bien, estamos acostumbrados a ver que una cierta proporción de los especialistas que explicitan por doquier tales argumentaciones se suelen quedar en dichas recetas, que no son más que recetas de diagnosis, pero comienzan a silbar y mirar al cielo cuando se les pide que sean más explícitos y aporten algunas recetas de curación. Algunos, en cualquier caso, son harto generosos y garabatean en la receta el medicamento de la moderación salarial como única solución, sintiéndose realmente satisfechos con ese esfuerzo de clarificación que realizan.
Quede claro que nosotros estamos de acuerdo en la moderación salarial como uno de los requisitos necesarios para obviar en alguna medida el problema de la crisis y su consecuencia principal: el desempleo. En cualquier caso, aunque no podemos recrearnos en excesivos detalles técnicos, dada la naturaleza y dimensión de este artículo, vamos a intentar aportar al mismo algún pequeño valor añadido, tratando de aclarar algunos aspectos conceptuales y llegar algo más allá, por tanto, de las meras opiniones sobre los aspectos antes citados.
Quisiéramos hacer hincapié primeramente en que el término moderación salarial que tanto se utiliza en la actualidad no deja de ser tan comodín como comodón, y que si no se le otorga una explicación o significado más concreto no llega a ser demasiado útil ni aclaratorio.
Es por ello que vamos a hacer referencia en este contexto a la moderación salarial, más que como una mera reducción de la tasa de aumento de los salarios, como ese elemento de racionalización del coste de personal que ha de conllevar una efectiva moderación salarial. Es decir, se trata de que las empresas intenten alcanzar el objetivo de racionalizar y controlar adecuadamente los costes del personal, lo cual en todo caso originará una reducción de estos costes y por lo tanto la consabida moderación salarial.
Una de las concepciones básicas que se explican normalmente en las Facultades de CC. Económicas y Empresariales es la de proceso productivo de una empresa como una función o actividad económica que se caracteriza en todo caso por utilizar unos factores o recursos (inputs), que adecuadamente combinados o manejados, dan lugar a unos productos -sean bienes o servicios- que son los outputs de la empresa, destinados por lo general a su comercialización en el mercado.
Hay que tener muy en cuenta que la empresa utiliza normalmente unos inputs muy diversos, cuya cantidad se mide en unidades físicas distintas; entre estos factores o recursos productivos se encuentra uno fundamental: la mano de obra; este factor, como todos los demás, se ha de cuantificar además en unidades monetarias, ya que ésta es la unidad básica de referencia para posibilitar tanto los intercambios como los cálculos económicos. Por otra parte, los outputs o productos de una empresa también se cuantifican inicialmente en unidades físicas, (distintas para cada tipo de productos) y por las mismas razones se han de cuantificar necesariamente en unidades monetarias.
La moderación de ese input productivo que es el coste salarial podrá simplemente instrumentarse a través de una escasa o incluso nula subida en la revisión anual de los salarios de los trabajadores; ahora bien, esta moderación supone una simple reducción, pero no supone una racionalización, ya que determina únicamente un mantenimiento o incluso una reducción en términos reales de los salarios.
La racionalización del coste laboral va más allá de esto; se trata de ir a la reducción de los costes laborales que contiene cada unidad física de producto, esto es, de conseguir una moderación realmente productiva del coste del personal; se trata, en definitiva, de que se consuma menor cantidad de ese input por cada unidad de output, esto es, de que el coste laboral de cada producto que obtenga la empresa sea cada vez menor.
Está claro que una moderación salarial pura y dura, esto es, una mera reducción de los salarios en términos reales, podrá contribuir (siempre que suban al menos en la misma cuantía los precios de los outputs producidos) a un aumento de la productividad, ya que ésto se dará siempre que haya alguna mejora en el cociente o relación: inputs/outputs. Ahora bien, esta vía -al margen de que pueda resultar necesaria- no es la única, ni la más adecuada, ya que la ganancia en productividad no se dá contra la ineficiencia, sino contra el sacrificio de los trabajadores.
Es por ello por lo que habrá que buscar una moderación salarial a través de la reducción de los costes laborales unitarios, lo cual sí supondrá una moderación salarial productiva. La realidad actual es que en muchas empresas, al aplicarse la reducción de los costes salariales vía reducción del número de trabajadores, se está obteniendo, no una ganancia de productividad contra la eficiencia, sino contra el número de empleados de la empresa, y en definitiva, contra el empleo, y por tanto, y consecuentemente, contra la sociedad.
Lo que ocurre en estos casos es que al bajar los outputs en menor medida que los inputs el citado cociente de la productividad aumenta, y de esta manera los costes laborales unitarios llegan incluso a decrecer, aumentando en todo caso el margen unitario por producto vendido, lo cual compensa por lo general el menor número de productos (y por tanto de veces que se obtiene el margen unitario) que se vende. El cambiar productividad por empleo constituye, pues, una medida efectiva a corto plazo que aligera los problemas de las empresas pero acrecenta el problema fundamental en la sociedad actual: el desempleo.
Una vía sin duda más efectiva, en términos de productividad, y que por lo tanto aquí preconizamos, es hacer realmente más eficiente en términos físicos la actividad empresarial, esto es, aprovechando mejor los factores de la producción, evitando las actividades improductivas, y dándole un uso más intensivo a los recursos de todo tipo utilizados. Existen a este respecto diversas fórmulas para mejorar la actividad productiva, tales como: automatización y racionalización de los procesos, obtención de sinergias a través de sistemas de fabricación flexibles, racionalización de la gama de productos que se obtienen, etc.
Continuando en este contexto con la referencia concreta a la mano de obra, hay que señalar que aprovechando mejor los tiempos de presencia y motivando salarialmente al trabajador, lo cual se puede conseguir remunerándole en base al nivel de producción o de servicio realizado, se podrá alcanzar como condición técnica un mayor nivel de outputs por cada hora o unidad de factor trabajo, y como condición económica se creará un paralelismo entre la retribución (coste del input) y el output producido.
La consecución de las dos condiciones citadas viene a asegurar, en fín, un aumento de productividad, ya que en la medida que se logre ese incremento en el aprovechamiento de los recursos de la mano de obra, disminuirán automáticamente los costes fijos unitarios, y además de una posible mejora de la retribución de los trabajadores, ello originará para la empresa un incremento de la renta o beneficio (a través del aumento del margen unitario), lo cual sí representará una ganancia contra la ineficiencia y supondrá una mejora en el nivel de productividad. Ello, además de acercarnos al nivel de productividad de nuestros vecinos de la CEE, podrá otorgar un cierto margen para que nuestros productos puedan ganar competitividad vía precios allende nuestras fronteras.
Jesús Lizcano Alvarez
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