Hijos de Friedman
Lo que en la pluma de Friedman era una poderosa argumentación a favor de la libertad en todas las esferas de la vida, en Chile acabó siendo una receta técnica que se avino con la peor de las dictaduras.
Milton Friedman -murió el jueves, de viejo- fue un tipo sencillo que analizó cosas tan complicadas como la relación entre la demanda agregada y la cantidad de dinero, o la medida en que el ingreso podía predecir el consumo, y que, al mismo tiempo, expresó opiniones claras y bien fundadas en la casi totalidad de los temas públicos.
"Lo fascinante de la economía -dijo alguna vez- es que sus principios caben en una página y cualquiera puede entenderlos; aunque son muy pocos los que lo hacen".
De origen humilde -su familia nunca logró superar la línea de pobreza, confesó alguna vez- fue uno de los más fervientes y agudos defensores del capitalismo, o sea, de un sistema de propiedad privada lo más extenso posible, donde la cooperación se efectúa sobre la base de intercambios voluntarios. Lo interesante, sin embargo, es que su defensa del capitalismo no se debe a los mayores niveles de bienestar material que provee (algo en lo que incluso Marx habría estado plenamente de acuerdo) sino al hecho de que, en su opinión, es el sistema que mejor realiza la mayor libertad política. En otras palabras, Friedman opinó que había una razón moral para preferir un sistema de mercado. Se apartó de las argumentaciones habituales (la más popular de ellas es el utilitarismo que sostiene que en el capitalismo se satisfacen más preferencias que en cualquier otro sistema). En cambio, él prefirió esgrimir una razón, ante todo, política.
Para Friedman el valor final -del que el capitalismo era un instrumento- fue la libertad de escoger. "La libertad económica es el requisito esencial de la libertad política" -dijo en una de sus obras.
Por eso nunca fue del todo fácil entender a sus hijos en Chile. Muchos de los Chicago Boys -un puñado de economistas que habían estudiado en Chicago- apoyaron aquí un sistema de mercado y, al mismo tiempo, una dictadura cruel y bochornosa.
Incluso hoy a algunos de ellos todavía les gusta el mercado, pero al mismo tiempo son conservadores y querrían que el Estado abandonara la neutralidad en una amplia esfera de asuntos.
Lo que en las manos y la pluma de Friedman era una poderosa argumentación a favor de la libertad en todas las esferas de la vida, en Chile acabó siendo una receta técnica que era fácil compatibilizar con la peor de las dictaduras.
¿Cómo fue posible que se esgrimieran sus ideas en medio de una dictadura que, en vez de estimular y expandir la libertad, la ahogaba coactivamente y sin sujetarse a regla alguna?
Si no recuerdo mal, Jaime Guzmán intentó avanzar una explicación a preguntas como ésa.
Lo que ocurre, dijo Guzmán entonces -recién el gremialismo abandonaba a Vásquez de Mella y empezaba a acomodarse con los reclamos del libre mercado- es que la libertad política es un resultado de la libertad económica. La libertad económica y la libertad política están en una asociación causal. Primero una, dijo, luego la otra.
La opinión de Guzmán -uno de los primeros intentos de hacer frente a la inconsistencia de esgrimir a un liberal como Friedman a favor de una dictadura como la de Pinochet- dio origen a una famosa disputa en la revista "Hoy" en la que Claudio Orrego acusó a Guzmán -quien debe haberse persignado con sólo oír la imputación- de repetir el argumento marxista de la primacía de la economía por sobre la política.Como usted ve, los debates políticos son a veces como la literatura: florecen mejor en las peores condiciones.
El debate, claro, no siguió y los Chicago Boys de todas formas hegemonizaron al régimen militar. Los Chicago -esos hijos de Friedman- elaboraban el argumento económico, Jaime Guzmán -a veces echando mano a Hayek, otras veces a Friedman, y mientras rezaba- elaboró la narrativa política.
El resultado fueron no sólo las reformas económicas más obvias -fieles a las recetas de controlar la masa monetaria a toda costa-, sino también un conjunto de reformas institucionales que todavía están vivas y que ya nadie, o casi nadie, discute.
Una de las principales -creo que Chile es el primero en hacerlo a nivel nacional- fue la introducción de un sistema de subsidios a la demanda en la escuela (Friedman lo propuso en un paper de 1955); pero también es posible citar el sistema de créditos para la educación superior (en esa misma fecha, Friedman había propuesto financiar estudios actuales en base a un crédito pagadero en proporción a la renta futura); y la transformación del sistema de pensiones (la defensa de cuentas individuales la insinúa a propósito de las críticas al Estado de bienestar).Como usted ve, para bien o para mal, las ideas de Friedman han influido bastante en nuestras vidas.
Cuando vino a Chile en plena dictadura -corría el año 1975- afirman que dijo a Pinochet y a los funcionarios de entonces que la economía de mercado no funcionaría sin libertad política.
Pero esos hijos de Friedman, como usted sabe, durante un cuarto de siglo hicieron oídos sordos.
Carlos Peña
Milton Friedman -murió el jueves, de viejo- fue un tipo sencillo que analizó cosas tan complicadas como la relación entre la demanda agregada y la cantidad de dinero, o la medida en que el ingreso podía predecir el consumo, y que, al mismo tiempo, expresó opiniones claras y bien fundadas en la casi totalidad de los temas públicos.
"Lo fascinante de la economía -dijo alguna vez- es que sus principios caben en una página y cualquiera puede entenderlos; aunque son muy pocos los que lo hacen".
De origen humilde -su familia nunca logró superar la línea de pobreza, confesó alguna vez- fue uno de los más fervientes y agudos defensores del capitalismo, o sea, de un sistema de propiedad privada lo más extenso posible, donde la cooperación se efectúa sobre la base de intercambios voluntarios. Lo interesante, sin embargo, es que su defensa del capitalismo no se debe a los mayores niveles de bienestar material que provee (algo en lo que incluso Marx habría estado plenamente de acuerdo) sino al hecho de que, en su opinión, es el sistema que mejor realiza la mayor libertad política. En otras palabras, Friedman opinó que había una razón moral para preferir un sistema de mercado. Se apartó de las argumentaciones habituales (la más popular de ellas es el utilitarismo que sostiene que en el capitalismo se satisfacen más preferencias que en cualquier otro sistema). En cambio, él prefirió esgrimir una razón, ante todo, política.
Para Friedman el valor final -del que el capitalismo era un instrumento- fue la libertad de escoger. "La libertad económica es el requisito esencial de la libertad política" -dijo en una de sus obras.
Por eso nunca fue del todo fácil entender a sus hijos en Chile. Muchos de los Chicago Boys -un puñado de economistas que habían estudiado en Chicago- apoyaron aquí un sistema de mercado y, al mismo tiempo, una dictadura cruel y bochornosa.
Incluso hoy a algunos de ellos todavía les gusta el mercado, pero al mismo tiempo son conservadores y querrían que el Estado abandonara la neutralidad en una amplia esfera de asuntos.
Lo que en las manos y la pluma de Friedman era una poderosa argumentación a favor de la libertad en todas las esferas de la vida, en Chile acabó siendo una receta técnica que era fácil compatibilizar con la peor de las dictaduras.
¿Cómo fue posible que se esgrimieran sus ideas en medio de una dictadura que, en vez de estimular y expandir la libertad, la ahogaba coactivamente y sin sujetarse a regla alguna?
Si no recuerdo mal, Jaime Guzmán intentó avanzar una explicación a preguntas como ésa.
Lo que ocurre, dijo Guzmán entonces -recién el gremialismo abandonaba a Vásquez de Mella y empezaba a acomodarse con los reclamos del libre mercado- es que la libertad política es un resultado de la libertad económica. La libertad económica y la libertad política están en una asociación causal. Primero una, dijo, luego la otra.
La opinión de Guzmán -uno de los primeros intentos de hacer frente a la inconsistencia de esgrimir a un liberal como Friedman a favor de una dictadura como la de Pinochet- dio origen a una famosa disputa en la revista "Hoy" en la que Claudio Orrego acusó a Guzmán -quien debe haberse persignado con sólo oír la imputación- de repetir el argumento marxista de la primacía de la economía por sobre la política.Como usted ve, los debates políticos son a veces como la literatura: florecen mejor en las peores condiciones.
El debate, claro, no siguió y los Chicago Boys de todas formas hegemonizaron al régimen militar. Los Chicago -esos hijos de Friedman- elaboraban el argumento económico, Jaime Guzmán -a veces echando mano a Hayek, otras veces a Friedman, y mientras rezaba- elaboró la narrativa política.
El resultado fueron no sólo las reformas económicas más obvias -fieles a las recetas de controlar la masa monetaria a toda costa-, sino también un conjunto de reformas institucionales que todavía están vivas y que ya nadie, o casi nadie, discute.
Una de las principales -creo que Chile es el primero en hacerlo a nivel nacional- fue la introducción de un sistema de subsidios a la demanda en la escuela (Friedman lo propuso en un paper de 1955); pero también es posible citar el sistema de créditos para la educación superior (en esa misma fecha, Friedman había propuesto financiar estudios actuales en base a un crédito pagadero en proporción a la renta futura); y la transformación del sistema de pensiones (la defensa de cuentas individuales la insinúa a propósito de las críticas al Estado de bienestar).Como usted ve, para bien o para mal, las ideas de Friedman han influido bastante en nuestras vidas.
Cuando vino a Chile en plena dictadura -corría el año 1975- afirman que dijo a Pinochet y a los funcionarios de entonces que la economía de mercado no funcionaría sin libertad política.
Pero esos hijos de Friedman, como usted sabe, durante un cuarto de siglo hicieron oídos sordos.
Carlos Peña
0 comentarios