Nuevas escuelas para formar técnicos
La falta de personal especializado constituye un gran obstáculo para seguir creciendo. En los sectores con mayores dificultades para cubrir esos puestos, empresas y cámaras sectoriales están organizando centros de capacitación para sus propios trabajadores.
Con una tasa de desocupación aún por encima de los dos dígitos, resulta paradójico que falte personal capacitado, sobre todo en la industria. El Indice de Demanda Laboral Insatisfecha, que el Indec comenzó a publicar en noviembre de 2004, revela que, en el segundo trimestre de este año, el 13,8% de las empresas que buscaron personal no lograron cubrir los puestos requeridos.
Los sectores que tuvieron mayores dificultades para conseguir mano de obra calificada fueron: curtido y fabricación de cuero, producción y procesamiento de alimentos, industria maderera, textil y, en servicios, los rubros hotelería, restaurantes y comercio minorista.
La escasez de trabajadores calificados se hizo evidente con la reactivación industrial del país, pero los orígenes del problema son más antiguos. El modelo económico de desindustrialización, la Ley Federal de Educación que instauró el Polimodal y la transferencia de numerosos establecimientos a las provincias, dejó prácticamente en agonía a las escuelas técnicas.
En cueros
"En los '90, la la industria fue bajando su nivel de actividad y dejó en la calle a trabajadores especializados, perdiéndose así la calificación lograda en décadas anteriores", diagnostica Raúl Zylberstein, presidente de la Cámara Industrial de Manufacturas del Cuero (CIMA).
En su sector se realizan actividades que, como la marroquinería, y talabartería, son muy tradicionales en la Argentina. De hecho, es el primer exportador de monturas, arneses y artículos para salto y polo. Y, sin embargo, no hay carreras donde se estudie diseño de productos en cuero.
"La formación de los trabajadores y artesanos corrió siempre por cuenta de las empresas", dice Zylberstein. "Los trabajadores entran como aprendices y los oficiales les van dando tareas y enseñando el oficio. Ese costo de formación en el horario de trabajo es muy alto para las empresas", agrega.
La Cámara estima que hay unos 3.500 establecimientos dedicados a la manufactura del cuero y que la mayoría son microempresas o Pymes. La entidad firmó un convenio con la provincia de Buenos Aires para establecer un régimen de pasantías con un subsidio de $ 200 mensuales que otorga el gobierno provincial. Las empresas ofrecen un complemento de esa beca más viáticos y, a cambio, no pagan cargas sociales, pero sí seguro de trabajo. La capacitación dura seis meses. Luego la empresa decide si contrata o no al trabajador. Generalmente lo hace.
Pies descalzos
Para los fabricantes de calzado, el panorama es similar. El sector, compuesto por unas 1.200 empresas (la mayoría Pymes familiares) ocupa a unas 30.000 personas en forma directa. "La reactivación del negocio (que había perdido unas 700 empresas entre 1985 y 1994) está seriamente afectada por la falta de personal capacitado", sostiene un informe elaborado por Adriana Cachile y Víctor Vera, del Instituto de Tecnología Industrial (INTI).
El sector cuenta con un Centro de Formación Técnica (CEFOTECA), creado en 1989 por convenio entre la Cámara del Calzado, la Universidad Tecnológica Nacional y el INTI. "Dictamos cursos breves para operarios y una carrera de técnico en calzado de dos años", señala Carlos Montes, director de CEFOTECA. "El año pasado egresaron 130 operarios, pero no llegamos a cubrir la demanda. Muchas firmas, ante la falta de personal calificado, contratan trabajadores sin experiencia y nos solicitan cursos a medida en la fábrica", cuenta.
A partir de 2003 entró en vigencia el Plan de Calificación y Empleo del Sector Calzado, por iniciativa de los Ministerios de Trabajo y Educación, y entidades empresarias y gremiales del sector. Se crearon escuelas de formación de operarios en varias provincias. El INTI, a través de la Red de Apoyo al Trabajo Popular, brinda capacitación gratuita a emprendedores y desempleados.
Conocer el paño
En el sector textil, la reactivación de los últimos años choca con un déficit en su capacidad de producción. "El problema no son sólo las máquinas insuficientes u obsoletas, sino que muchos técnicos e ingenieros dejaron la actividad para volcarse a otros rubros más rentables o seguros, como la gastronomía y el comercio", dice Marcelo Olivero, director del departamento de Ingeniería Textil de la UTN. Esta carrera, que se dicta en el país desde hace más de 30 años, cuenta con una matrícula de unos 20 alumnos y entre cinco y seis egresados por año. "Es una cantidad muy insuficiente para el actual contexto de reactivación, en el que la demanda es casi el doble de la oferta de profesionales y técnicos. No sólo son pocos, sino que se necesitan especializaciones en hilandería de lana y de algodón, sintéticos y tintorería que requieren varios años de capacitación", opina Olivero. Las empresas contratan estudiantes para terminar de formarlos. Actualmente, la UTN tiene un convenio de pasantías con la Fundación Protejer, una entidad que se dedica a promover el desarrollo de la industria textil e indumentaria. Los estudiantes realizan prácticas rentadas en las empresas.
Santiago Meardi se está por recibir de ingeniero textil y trabaja como encargado de producción en una fábrica de indumentaria de la localidad de San Martín. "Conocí la carrera por Internet y, cuando terminé el secundario, como técnico mecánico, que era la opción que había en mi ciudad, Colón (provincia de Buenos Aires), me vine a la Capital", cuenta. "Eramos ocho y ahora quedamos cinco. Enseguida empecé a trabajar en un taller de confección de un compañero de la facultad. Después pasé a la empresa donde estoy ahora, por uno de los profesores que me comentó que necesitaban gente. La oferta para cambiar otra vez es grande, pero prefiero tener el título primero", confiesa.
De buena madera
La industria de la madera y el mueble es otra de las que espera con los brazos abiertos carpinteros, ebanistas, torneros y operadores de máquinas.
Según el informe de Demanda Laboral Insatisfecha del Indec, es uno de los sectores con más problemas para cubrir vacantes.
En este rubro, si bien existe mano de obra profesional, "la idónea, para hacer tareas que requieren conocer al dedillo el oficio, escasea", señala Marcelo Orlievsky, del Centro INTI-Maderas. "El oficio no se desarrolla de manera espontánea", subraya. "Sólo con gran esfuerzo y mucho tiempo se logra una buena pieza, y los artesanos de hoy guardan celosamente sus secretos".
Para recuperar el oficio y para que no se siga perdiendo el conocimiento de los artesanos, algunas empresas tienen escuelas funcionando en sus establecimientos. Es el caso de Fontenla, una fábrica de muebles y accesorios con 50 años en el mercado. Hace tres años empezó a tomar empleados sin experiencia y los capacitó en la firma.
"Ante la necesidad de incorporar operarios y no encontrarlos en el mercado, decidimos capacitar a la gente en la empresa con muy buenos resultados", cuenta el titular de la empresa, Roberto Fontenla. Empiezan a trabajar como aprendices, a cargo de un oficial con experiencia. Al cabo de un año o año y medio, pasan a ser medio oficiales y oficiales armadores o maquinistas.
"El problema es que no tenemos una legislación laboral que contemple un régimen de pasantías para estos casos (sólo se contempla para estudiantes universitarios) y entonces nos resulta un sistema muy costoso", se queja Fontenla.
Volver al oficio
Parte del retraso de la inversión y del aumento de la producción en la industria se debe a la falta de mano de obra capacitada. "El costo de producción de una persona no formada es alto, mientras que quién sabe y está capacitado trabaja mejor y más rápido. La capacitación aumenta la productividad y reduce los costos", dice Raúl Zylberstein.
La solución al problema no es de corto plazo. Se trata de revertir años de desindustrialización y destrucción de la enseñanza técnica. Pero hay motivos para ser optimistas. A fines del año pasado se promulgó la Ley de Educación Técnica Profesional y este año el presupuesto para las escuelas del área alcanza los $ 260 millones, una cifra mucho mayor a la de años anteriores. El camino ya está marcado. Si la Argentina quiere ser un país industrial, necesita educación técnica.
María Naranjo.
Con una tasa de desocupación aún por encima de los dos dígitos, resulta paradójico que falte personal capacitado, sobre todo en la industria. El Indice de Demanda Laboral Insatisfecha, que el Indec comenzó a publicar en noviembre de 2004, revela que, en el segundo trimestre de este año, el 13,8% de las empresas que buscaron personal no lograron cubrir los puestos requeridos.
Los sectores que tuvieron mayores dificultades para conseguir mano de obra calificada fueron: curtido y fabricación de cuero, producción y procesamiento de alimentos, industria maderera, textil y, en servicios, los rubros hotelería, restaurantes y comercio minorista.
La escasez de trabajadores calificados se hizo evidente con la reactivación industrial del país, pero los orígenes del problema son más antiguos. El modelo económico de desindustrialización, la Ley Federal de Educación que instauró el Polimodal y la transferencia de numerosos establecimientos a las provincias, dejó prácticamente en agonía a las escuelas técnicas.
En cueros
"En los '90, la la industria fue bajando su nivel de actividad y dejó en la calle a trabajadores especializados, perdiéndose así la calificación lograda en décadas anteriores", diagnostica Raúl Zylberstein, presidente de la Cámara Industrial de Manufacturas del Cuero (CIMA).
En su sector se realizan actividades que, como la marroquinería, y talabartería, son muy tradicionales en la Argentina. De hecho, es el primer exportador de monturas, arneses y artículos para salto y polo. Y, sin embargo, no hay carreras donde se estudie diseño de productos en cuero.
"La formación de los trabajadores y artesanos corrió siempre por cuenta de las empresas", dice Zylberstein. "Los trabajadores entran como aprendices y los oficiales les van dando tareas y enseñando el oficio. Ese costo de formación en el horario de trabajo es muy alto para las empresas", agrega.
La Cámara estima que hay unos 3.500 establecimientos dedicados a la manufactura del cuero y que la mayoría son microempresas o Pymes. La entidad firmó un convenio con la provincia de Buenos Aires para establecer un régimen de pasantías con un subsidio de $ 200 mensuales que otorga el gobierno provincial. Las empresas ofrecen un complemento de esa beca más viáticos y, a cambio, no pagan cargas sociales, pero sí seguro de trabajo. La capacitación dura seis meses. Luego la empresa decide si contrata o no al trabajador. Generalmente lo hace.
Pies descalzos
Para los fabricantes de calzado, el panorama es similar. El sector, compuesto por unas 1.200 empresas (la mayoría Pymes familiares) ocupa a unas 30.000 personas en forma directa. "La reactivación del negocio (que había perdido unas 700 empresas entre 1985 y 1994) está seriamente afectada por la falta de personal capacitado", sostiene un informe elaborado por Adriana Cachile y Víctor Vera, del Instituto de Tecnología Industrial (INTI).
El sector cuenta con un Centro de Formación Técnica (CEFOTECA), creado en 1989 por convenio entre la Cámara del Calzado, la Universidad Tecnológica Nacional y el INTI. "Dictamos cursos breves para operarios y una carrera de técnico en calzado de dos años", señala Carlos Montes, director de CEFOTECA. "El año pasado egresaron 130 operarios, pero no llegamos a cubrir la demanda. Muchas firmas, ante la falta de personal calificado, contratan trabajadores sin experiencia y nos solicitan cursos a medida en la fábrica", cuenta.
A partir de 2003 entró en vigencia el Plan de Calificación y Empleo del Sector Calzado, por iniciativa de los Ministerios de Trabajo y Educación, y entidades empresarias y gremiales del sector. Se crearon escuelas de formación de operarios en varias provincias. El INTI, a través de la Red de Apoyo al Trabajo Popular, brinda capacitación gratuita a emprendedores y desempleados.
Conocer el paño
En el sector textil, la reactivación de los últimos años choca con un déficit en su capacidad de producción. "El problema no son sólo las máquinas insuficientes u obsoletas, sino que muchos técnicos e ingenieros dejaron la actividad para volcarse a otros rubros más rentables o seguros, como la gastronomía y el comercio", dice Marcelo Olivero, director del departamento de Ingeniería Textil de la UTN. Esta carrera, que se dicta en el país desde hace más de 30 años, cuenta con una matrícula de unos 20 alumnos y entre cinco y seis egresados por año. "Es una cantidad muy insuficiente para el actual contexto de reactivación, en el que la demanda es casi el doble de la oferta de profesionales y técnicos. No sólo son pocos, sino que se necesitan especializaciones en hilandería de lana y de algodón, sintéticos y tintorería que requieren varios años de capacitación", opina Olivero. Las empresas contratan estudiantes para terminar de formarlos. Actualmente, la UTN tiene un convenio de pasantías con la Fundación Protejer, una entidad que se dedica a promover el desarrollo de la industria textil e indumentaria. Los estudiantes realizan prácticas rentadas en las empresas.
Santiago Meardi se está por recibir de ingeniero textil y trabaja como encargado de producción en una fábrica de indumentaria de la localidad de San Martín. "Conocí la carrera por Internet y, cuando terminé el secundario, como técnico mecánico, que era la opción que había en mi ciudad, Colón (provincia de Buenos Aires), me vine a la Capital", cuenta. "Eramos ocho y ahora quedamos cinco. Enseguida empecé a trabajar en un taller de confección de un compañero de la facultad. Después pasé a la empresa donde estoy ahora, por uno de los profesores que me comentó que necesitaban gente. La oferta para cambiar otra vez es grande, pero prefiero tener el título primero", confiesa.
De buena madera
La industria de la madera y el mueble es otra de las que espera con los brazos abiertos carpinteros, ebanistas, torneros y operadores de máquinas.
Según el informe de Demanda Laboral Insatisfecha del Indec, es uno de los sectores con más problemas para cubrir vacantes.
En este rubro, si bien existe mano de obra profesional, "la idónea, para hacer tareas que requieren conocer al dedillo el oficio, escasea", señala Marcelo Orlievsky, del Centro INTI-Maderas. "El oficio no se desarrolla de manera espontánea", subraya. "Sólo con gran esfuerzo y mucho tiempo se logra una buena pieza, y los artesanos de hoy guardan celosamente sus secretos".
Para recuperar el oficio y para que no se siga perdiendo el conocimiento de los artesanos, algunas empresas tienen escuelas funcionando en sus establecimientos. Es el caso de Fontenla, una fábrica de muebles y accesorios con 50 años en el mercado. Hace tres años empezó a tomar empleados sin experiencia y los capacitó en la firma.
"Ante la necesidad de incorporar operarios y no encontrarlos en el mercado, decidimos capacitar a la gente en la empresa con muy buenos resultados", cuenta el titular de la empresa, Roberto Fontenla. Empiezan a trabajar como aprendices, a cargo de un oficial con experiencia. Al cabo de un año o año y medio, pasan a ser medio oficiales y oficiales armadores o maquinistas.
"El problema es que no tenemos una legislación laboral que contemple un régimen de pasantías para estos casos (sólo se contempla para estudiantes universitarios) y entonces nos resulta un sistema muy costoso", se queja Fontenla.
Volver al oficio
Parte del retraso de la inversión y del aumento de la producción en la industria se debe a la falta de mano de obra capacitada. "El costo de producción de una persona no formada es alto, mientras que quién sabe y está capacitado trabaja mejor y más rápido. La capacitación aumenta la productividad y reduce los costos", dice Raúl Zylberstein.
La solución al problema no es de corto plazo. Se trata de revertir años de desindustrialización y destrucción de la enseñanza técnica. Pero hay motivos para ser optimistas. A fines del año pasado se promulgó la Ley de Educación Técnica Profesional y este año el presupuesto para las escuelas del área alcanza los $ 260 millones, una cifra mucho mayor a la de años anteriores. El camino ya está marcado. Si la Argentina quiere ser un país industrial, necesita educación técnica.
María Naranjo.
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