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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

ONG de prostitutas tiene su propia marca de ropa

Olvidadas por los políticos, las prostitutas de Río de Janeiro organizan una campaña para defender sus derechos y seducir a los brasileños. ¿Su arma? La ropa. Una puta vestida de novia llama la atención. Sobre todo si su vestido está hecho con sábanas de hoteles de paso. Esta es la prenda más importante del próximo desfile de Daspu, una marca de moda lanzada por un grupo de prostitutas cariocas en diciembre de 2005. En el marco de la Bienal de Arte de San Pablo, el 7 de octubre, las prostitutas se apoderaron de las pasarelas por segunda vez. Una nueva ocasión para que estas chicas puedan transmitir su mensaje: "Putas y orgullosas de serlo".

Creada por Davida, una ONG brasileña que lucha por el reconocimiento de la prostitución como actividad profesional y hace campaña para combatir las enfermedades de transmisión sexual, el objetivo inicial de Daspu era el de paliar la falta de financiamiento de la ONG. Pero, enseguida, los medios nacionales se interesaron en el proyecto. Una de las razones principales es el nombre de la marca. "Daspu" –del portugués "das putas" (de las putas)- es una referencia a "Daslu", el templo del lujo de San Pablo. Durante varias semanas, la condena de la directora de la tienda por fraude fiscal fue tapa de los diarios brasileños. La polémica benefició a Daspu ya que los medios hicieron de esta iniciativa un fenómeno social.

Una publicidad gratuita que incitó a Gabriela Leite, directora de Davida, a diversificar la marca. Empleó a una estilista de tiempo completo, Rafaela Monteiro, y a diez prostitutas como modelos. En conjunto, decidieron el tema de la primera colección: la ruta 69. Un guiño de ojo a su cliente ideal, "el hombre que pasa y no se queda", el camionero. "Femenina pero no vulgar, la ropa de Daspu está dirigida a todas las mujeres", explica la estilista, que buscó su inspiración en las playas populares de Copacabana y en las calles de la ciudad carioca. Su intención era una moda "muy brasileña" en colores y en estilo.

En seis meses, la marca pasó de algunas remeras militantes a una línea de pr&eciric;t-à-porter. Los desfiles se multiplicaron. Las estrellas del mundo del espectáculo, los artistas y los intelectuales se acercaron a aplaudir a las chicas. Hasta Mick Jagger recibió una remera de regalo en su famoso concierto de Copacabana, el 18 de febrero. Llegaron fotógrafos y periodistas del mundo entero. Daspu se convirtió en una marca de moda.

En junio, la marca ya había vendido más de 5.000 remeras en las tiendas de moda de Río, de San Pablo, pero también en Internet. "Un éxito que ni siquiera el mayor genio del marketing habría podido imaginar", se entusiasma Flavio Lenz, encargado de prensa y marido de Gabriela Leite, la directora de la ONG. Las pasarelas se convirtieron en tribunas.

Gracias a este entusiasmo, las reivindicaciones de Davida ganan visibilidad. "Queremos poner fin a los prejuicios y las discriminaciones contra las prostitutas dejándolas subir a las pasarelas. De todas las edades y con sus formas generosas, rompen con los cánones de la belleza. También es una manera de que recuperen la confianza en sí mismas", asegura Gabriela Leite, que dejó de prostituirse para dedicarse a la asociación. "Muchas eligieron la prostitución, pero no asumen su trabajo por culpa de la mirada de los otros".

Leite espera que el éxito de la marca logre cambiar la mirada de la sociedad para que la prostitución tenga un marco jurídico. Ya que, si bien su práctica es legal en Brasil, no está reglamentada. "Las prostitutas son ciudadanos como cualquier otro. A los 60 años, algunas todavía se ven obligadas a hacer la calle para asegurarse el pan cotidiano. Pero la competencia de las chicas jóvenes es dura y los clientes escasean".

Daspu quiere ser, ante todo, una terapia para sus chicas . Al colocarlas bajo las lujes de los proyectores, la asociación hace mucho por su estima personal. Estas mujeres que recorren a la noche en las calles de Río a cambio de pocos reales de pronto son tratadas como estrellas. Hoteles de lujo, sesiones de fotos, viajes en avión, las hijas de Daspu viven un cuento de hadas.

Jane, de 32 años y modelo de la marca, logró desplazar a la top model Gisele Bündchen en la Semana de la Moda de Río en junio pasado. Hoy, la reconocen por la calle. Por fin se siente respetada. Daspu le dio la confianza necesaria para confesar que es portadora del virus del sida, algo que ocultó durante diez años, y también las ganas de contar su vida en un libro. Con palabras crudas y sin mucho pudor, hace transitar al lector por el universo desconocido y desprestigiado de los hoteles de paso.

Sin embargo, si bien se aceptan mejor como mujeres, algunas no se terminan de aceptar como prostitutas. "Cuando me subo a la pasarela, me siento bella y olvido mi profesión. Me gustaría dejar de prostituirme para ser modelo", confiesa María. Hija de la noche desde hace más de treinta años "por necesidad financiera", no le gusta pronunciar la palabra "prostituta" y prefiere presentarse como modelo. Como todas las otras chicas de Daspu, trabaja también para Davida haciendo campañas para la prevención de las enfermedades de transmisión sexual. Dos veces por semana, recorre bares, discos y clubes de desnudismo donde distribuye preservativos entre los clientes y las chicas. Un compromiso ideológico que le reporta 300 reales por mes.

Si bien el éxito mediático y de marketing de la marca es innegable, su impacto sociológico y político sigue siendo difícil de medir. Desde hace tres años, un proyecto de ley que apunta a reglamentar la prostitución duerme en los cajones del Parlamento. Su autor, Fernando Gabeira, es diputado federal del Partido Verde y candidato en las elecciones legislativas del 1 de octubre. Gabeira aprueba la iniciativa de Daspu, cuyas reivindicaciones son uno de los temas de su campaña. "Las prostitutas desempeñan un papel importante en la sociedad", afirma. "La prostitución debe ser entendida como una industria y el proxeneta, como un empresario que ofrece servicios a sus clientes".

Las instituciones, en cambio, no parecen dispuestas a aceptar un cambio de este porte: "Brasil es un país tradicionalista y conservador, que sufre la influencia de la iglesia católica y evangélica sobre el poder político", explica Jacqueline Pitanguy, socióloga y presidenta de la asociación feminista Cepia (ciudadanía, estudios, investigación, información, acción). En cambio, la sociedad parece estar seducida bajo el encanto de Daspu: "La marca está hecha a imagen y semejanza de Brasil, y sobre todo de Río. El costado desenfadado y el humor que se desprenden de la marca sedujeron a los cariocas", constata la socióloga. "En Francia, la misma iniciativa habría provocado muchos debates y seguramente habría tenido menos impacto en la sociedad".

Sin embargo, el fenómeno Daspu traspasa ya las fronteras de Brasil, con la esperanza, para Gabriela Leite y Flavio Lenz, de exportar su mensaje. Ya vendidas en siete países, las remeras estarán pronto acompañadas de un librito que explica las reivindicaciones de Davida.

"Todo el mundo puede entender nuestro discurso, ya que la prostitución existe en todos los países", confía Flavio Lenz. "Esperamos que la marca abra el debate en todos los lugares donde la vendamos".

Este despliegue acaba de arribar a Francia gracias a la iniciativa de Modafusion, una organización que pone en contacto a los creadores franceses y brasileños.

La tienda Colette exhibe en la calle Saint-Honoré, en París, remeras y una bikini Daspu. Un primer paso que podría lanzar la marca en Francia si siguen los pedidos. La creadora de la lencería Fifi Chachnil, que viste a Madonna y a Vanesa Paradis, aceptó ser la madrina de Daspu. Junto con Rafaela Monteiro, actualmente está diseñando la primera línea de ropa interior. La colección debería estar lista para junio de 2007 y vendida en Francia y Brasil.

Seducidas por su dimensión social y ética, las Galerías Lafayette también se mostraron interesadas en la marca. La llegada de Daspu a Francia hace soñar a las chicas de Río, que ya se ven transitando las pasarelas, seguidas por las "putas" francesas.

Claire Lefebvre, Daphné Mongibeaux y Stefania Rouselle, Le Monde

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