Adaptar los gustos a cada país, una tendencia en aumento
Un estudio español demuestra que el peso y la composición nutricional de un mismo producto puede variar significativamente de un país a otro. Todo sea en pos de mejorar el posicionamiento de la marca.
¿Quién no se acuerda de las papas fritas Frenchitas o del desodorante Rexina? Ambos productos cambiaron su nombre de forma sorpresiva en momentos de éxito y grandes ventas pasándose a llamar Lays y Rexona respectivamente. ¿Para qué semejante cambio cuando la marca ya estaba instalada en la mente del consumidor?, se preguntará más de uno. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios de España, adaptar los productos a los gustos de cada país no es ninguna novedad y se ha transformado en una práctica bastante común para poder mejorar el posicionamiento de una marca en un país determinado.
Así, por ejemplo, una pizza en Italia tiene mucha más grasa que en España, los helados españoles también son más pequeños que en otros países y algunas hamburguesas han disminuido su tamaño, aunque otras lo aumentan. El crecimiento de la competencia entre organizaciones internacionales con millones de marcas bajo sus alas, ha hecho que las empresas comiencen a pensar según las necesidades del país donde se va a consumir su producto. Así surgieron técnicas de investigación de mercado donde se analizan con lupa las preferencias del público. Esta tendencia apunta a segmentar según los gustos de cada cliente, personalizando productos y servicios.
El estudio se realizó con la colaboración de organizaciones de consumidores de Italia, Bélgica y Portugal, sobre la composición nutricional y el peso y su variación en el tiempo de 23 productos que incluyeron, entre otros, platos preparados, aperitivos salados, productos de panadería, helados, comida rápida y productos de capricho.
Los resultados pusieron en evidencia que hay diferencias significativas entre los países en cuanto al peso y la composición nutricional de este tipo de productos, hasta llegar a triplicar el contenido en grasa y variar un 35% en calorías en algún producto. Además, la composición y el peso fueron variando con el tiempo para adaptarse a los gustos de los consumidores en cada país y en cada momento. Esto demostró que un mismo alimento puede tener una composición mejor o peor en función del país donde se ofrece y que las empresas no siempre proporcionan su mejor producto desde el punto de vista nutricional, dejando de lado muchas veces, la tendencia de una población a ser obesa.
Por ejemplo, el Corneto Clásico de Frigo es más pequeño en España que en otros países (alrededor de una tercera parte), aunque las calorías son las mismas, por la mayor densidad calórica de la receta española. Sin embargo, no pasa lo mismo con las pizzas: a los españoles les gustan menos grasas (la Pizza de Queso, preparada por Carrefour, tiene un tercio menos de grasa y un 35% más de calorías que la que sirven en Italia bajo la misma denominación). Un caso positivo es el del Big Mac de Mc Donalds donde en España el tamaño del sándwich va en aumento, pero desde 1991 perdió un 28% de grasas y un 30% de hidratos de carbono, ganando un 33% de proteínas.
Las conclusiones del estudio se basan en la responsabilidad de una empresa a otorgar productos sanos en cuanto a su formación nutricional. Para la OCU, siempre debe imponerse la "mejor" versión del producto a los gustos insanos de algunos consumidores. Quedó demostrado que si un producto reduce el porcentaje de grasa y azúcar, no pierde el atractivo para el público (muchas veces las empresas utilizan este argumento para no reducir la composición grasa de determinado alimento).
La publicidad de la industria alimenticia aumenta la confusión entre los consumidores. Una tendencia en aumento en los últimos tiempos ha sido resaltar las características de los productos, agregándoles un valor añadido. De esta forma, llaman la atención al ser más light, tener menos grasas saturadas o ser porciones extra grandes para satisfacer mejor.
Ana María Luro, directora de Adelco (Liga de acción al consumidor) afirma que en Argentina "las preferencias de los consumidores se basan en una especie de hábito de comidas que se centralizan en la carne y las pastas." Ella cree que adaptar los productos a las preferencias de cada país beneficia de forma positiva a las empresas ayudando a insertar mejor sus productos, aunque afirma que no conoce productos argentinos que hayan sido modificados para llevarlos a otros países y viceversa.
María del Carmen Torcellan, Clarín.com
¿Quién no se acuerda de las papas fritas Frenchitas o del desodorante Rexina? Ambos productos cambiaron su nombre de forma sorpresiva en momentos de éxito y grandes ventas pasándose a llamar Lays y Rexona respectivamente. ¿Para qué semejante cambio cuando la marca ya estaba instalada en la mente del consumidor?, se preguntará más de uno. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios de España, adaptar los productos a los gustos de cada país no es ninguna novedad y se ha transformado en una práctica bastante común para poder mejorar el posicionamiento de una marca en un país determinado.
Así, por ejemplo, una pizza en Italia tiene mucha más grasa que en España, los helados españoles también son más pequeños que en otros países y algunas hamburguesas han disminuido su tamaño, aunque otras lo aumentan. El crecimiento de la competencia entre organizaciones internacionales con millones de marcas bajo sus alas, ha hecho que las empresas comiencen a pensar según las necesidades del país donde se va a consumir su producto. Así surgieron técnicas de investigación de mercado donde se analizan con lupa las preferencias del público. Esta tendencia apunta a segmentar según los gustos de cada cliente, personalizando productos y servicios.
El estudio se realizó con la colaboración de organizaciones de consumidores de Italia, Bélgica y Portugal, sobre la composición nutricional y el peso y su variación en el tiempo de 23 productos que incluyeron, entre otros, platos preparados, aperitivos salados, productos de panadería, helados, comida rápida y productos de capricho.
Los resultados pusieron en evidencia que hay diferencias significativas entre los países en cuanto al peso y la composición nutricional de este tipo de productos, hasta llegar a triplicar el contenido en grasa y variar un 35% en calorías en algún producto. Además, la composición y el peso fueron variando con el tiempo para adaptarse a los gustos de los consumidores en cada país y en cada momento. Esto demostró que un mismo alimento puede tener una composición mejor o peor en función del país donde se ofrece y que las empresas no siempre proporcionan su mejor producto desde el punto de vista nutricional, dejando de lado muchas veces, la tendencia de una población a ser obesa.
Por ejemplo, el Corneto Clásico de Frigo es más pequeño en España que en otros países (alrededor de una tercera parte), aunque las calorías son las mismas, por la mayor densidad calórica de la receta española. Sin embargo, no pasa lo mismo con las pizzas: a los españoles les gustan menos grasas (la Pizza de Queso, preparada por Carrefour, tiene un tercio menos de grasa y un 35% más de calorías que la que sirven en Italia bajo la misma denominación). Un caso positivo es el del Big Mac de Mc Donalds donde en España el tamaño del sándwich va en aumento, pero desde 1991 perdió un 28% de grasas y un 30% de hidratos de carbono, ganando un 33% de proteínas.
Las conclusiones del estudio se basan en la responsabilidad de una empresa a otorgar productos sanos en cuanto a su formación nutricional. Para la OCU, siempre debe imponerse la "mejor" versión del producto a los gustos insanos de algunos consumidores. Quedó demostrado que si un producto reduce el porcentaje de grasa y azúcar, no pierde el atractivo para el público (muchas veces las empresas utilizan este argumento para no reducir la composición grasa de determinado alimento).
La publicidad de la industria alimenticia aumenta la confusión entre los consumidores. Una tendencia en aumento en los últimos tiempos ha sido resaltar las características de los productos, agregándoles un valor añadido. De esta forma, llaman la atención al ser más light, tener menos grasas saturadas o ser porciones extra grandes para satisfacer mejor.
Ana María Luro, directora de Adelco (Liga de acción al consumidor) afirma que en Argentina "las preferencias de los consumidores se basan en una especie de hábito de comidas que se centralizan en la carne y las pastas." Ella cree que adaptar los productos a las preferencias de cada país beneficia de forma positiva a las empresas ayudando a insertar mejor sus productos, aunque afirma que no conoce productos argentinos que hayan sido modificados para llevarlos a otros países y viceversa.
María del Carmen Torcellan, Clarín.com
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