Raptor Cretácico descubierto en Bolivia
El hallazgo destrozó la teoría de que los raptores vivían en los árboles. También estableció que esta especie no sólo se desarrolló en Asia y Norteamérica. Algunos científicos dicen que, de no haberse extinguido, pudieron conformar una cultura o una civilización por su inteligencia. Son ancestros de las aves
Es posible identificar la huella de un humano sobre la arena, pero ¿qué tal si fuera necesario establecer qué tipo y marca de zapatos llevaba? Ése es, más o menos, el reto que enfrentaba Giovanni Ríos, fundador de Fosilbol (organización que reúne a interesados en la paleontología), cuando empezó en 2004 a registrar algunas huellas que encontró en el Parque Nacional Toro Toro (ver mapa de ubicación), en Potosí. Hay rastros en gran parte de sus 16.000 hectáreas, pero Ríos exploró una zona cerca de donde pasan con frecuencia las personas que viven por el lugar. Encontró señales de lo que podría ser un ceratópsido, cuyo ejemplar más conocido es el triceratops, ese impresionante animal con cuernos, placas y una especie de corona. La importancia del hallazgo consistía en que siempre se supuso que los ceratópsidos no habían evolucionado en Sudamérica, por lo tanto, estaban restringidos a las actuales Asia y Norteamérica.
Esa expedición se prolongó durante una semana, que es un tiempo demasiado corto para este tipo de trabajos. Recorrieron 20 kilómetros en dirección a los cuatro puntos cardinales. El resultado fue el registro de 20 tipos de huellas diferentes, es decir, 20 especies de dinosaurios. Hasta ahora, se considera que Cal Orcko, cerca de Sucre, es el yacimiento de huellas más grande del mundo porque tiene 3.000 impresiones. Ahí se construyó el Parque Cretácico, con reproducciones en tamaño natural. Sin embargo, los paleontólogos saben que no sólo se trata de tener muchas huellas, que tal vez pertenecen a un mismo animal, sino rastros diferentes. En Toro Toro se encontraron hasta 20 especies diferentes.
Lamentablemente, pese a tratarse de un parque nacional, los lugareños dinamitan las rocas para ampliar sus áreas de cultivo. No ha faltado quien corte las impresiones para venderlas a los turistas. En otros lugares, la acción del clima las está deteriorando.
Los primeros estudios de la zona fueron escritos en 1981 por el jesuita Giuseppe Leonardi, que actualmente reside en Italia, y por Leonardo Branissa. Ambos se sintieron atraídos porque, según comentaban los pobladores, en la zona había rastros de "llamas gigantes". Esa zona recibe el nombre de Llama Chaqui o camino de las llamas. Esos estudios determinaron que en la zona hubo ankilosaurios. Son los únicos rastros que hay en Sudamérica. Existe otro registro realizado en Japón.
La nueva expedición al parque fue organizada para determinar si la huella encontrada por Ríos pertenecía a un ceratópsido. La integraba, además de Ríos, Sebastián Apesteguía, de la Fundación Félix Azara, y Omar Medina, investigador de la Sociedad Científica Universitaria de Paleontología (Sociupa).
Buscaron, pero nunca encontraron el par. Se concentraron en las huellas con más de tres dedos y con menos de tres (los ceratópsidos suelen tener cinco dedos). El rastro ha sido asociado con algunos dinosaurios encontrados en Argentina, que van desde los 80 centímetros, hasta el megarraptor, que tiene siete metros de largo (el arco de las huellas medía hasta un metro de circunferencia). Sin embargo, el equipo tendría una sorpresa. Una huella que encontró Sebastián Apesteguía resultó una novedad absoluta, porque correspondía a un nuevo tipo de raptor sudamericano. Como los ceratópsidos, se creía que estos raptores cuyo nombre genérico es dromeasaurios eran exclusivos de Norteamérica y Asia.
¿Por qué nunca se halló un rastro que apoye sólo dos dedos?, se pregunta Verónica Willemberg, presidenta de Tierra de Exploradores, una asociación civil sin fines de lucro que reunió a los tres exploradores. "Hasta ahora, esta característica sólo se había visto en ejemplares con algún dedo amputado (pero esto surgía claro al ver el otro pie) o en el rarísimo Sarmientichnus, con los dedos laterales muy reducidos, casi inexistentes. Por otro lado, algunas huellas poco claras halladas en Norteamérica y China sugerían que la teoría podía ser real.
El dedo en alto fue objeto de muchas discusiones. Se creía que era un error de interpretación y que la falta de pistas obedecía a que los raptores vivían sobre los árboles. En el filme Parque Jurásico recrearon las huellas, dándoles una forma simétrica, como una V, manteniendo el segundo dedo en el aire.
Las huellas de ambas bestias (los ceratópsidos y los raptores) estaban en el mismo sitio, así que es lógico concluir que vivían en la zona, porque uno de estos animales se alimentaba del otro: los dromeosaurios, que fácilmente alcanzaban los cinco o hasta siete metros, se comían a los ceratópsidos, que llegaban a los 6,5 metros.
Algo más. Se cree que su inteligencia les permitía cazar con estrategias en conjunto. Tenían dientes pequeños, pero eran muy ágiles. Sus plumas y sus huesos huecos los llevaron a perfeccionar el vuelo. Se ha especulado que, de no haber existido una extinción de los dinosaurios no-aves, podrían haber desarrollado una cultura y tal vez una civilización, dada su inteligencia, cita Willemberg.
EL MUNDO SE ENTERA
Las huellas están cerca de un paso de personas. Nunca habían sido observadas en detalle, así que se percataron de que en lugar de tener tres dedos, tenían dos y medio. Elaboraron contexturas anatómicas de la huella y sacaron moldes. La pista estaba completa. El dinosaurio apoyaba dos dedos y la mitad del tercero, que tenía una garra. Esta garra no tocaba el piso. El cuarto dedo está a la altura del tobillo. Como los pollos. Las aves son descendientes de este grupo de dinosaurios. Cuando uno come un pollo en realidad está comiendo un dinosaurio", comenta Giovanni Ríos.
Con la ayuda de escultores científicos del Museo de Buenos Aires, Apesteguía reconstruyó la pata del raptor. El trabajo fue presentado el 15 de diciembre en el auditorio de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Fue estremecedor.
En la época en que esas huellas fueron impresas, los continentes estaban unidos. "Podemos decir que el abuelo de los dinosaurios nació en ese continente unido"; Ríos se refiere a Pangea, el supercontinente del que derivaron los que hoy conocemos. Pangea existió hace 570 millones de años. Los dinosaurios habrían migrado a todas partes, pero cuando el supercontinente empezó a separarse, hace 180 millones de años, los dinosaurios quedaron en masas terrestres aisladas y evolucionaron de diferentes maneras. Sudamérica estaba junto a África, que estaba vinculada con Australia. En toda esa masa continental había animales similares. "Por eso hay en África dinosaurios similares a los de Sudamérica, que son distintos a los de Norteamérica. En el norte tenemos al tiranosaurio, pero en Sudamérica hubo un carnívoro aún más grande, que es el giganotosaurio, descubierto en Argentina", explica Ríos.
Las pistas de estas grandes migraciones son precisamente las que están en Toro Toro. En Bolivia hay huellas que se prolongan hasta el norte argentino, donde había sitios de anidamiento (especialmente en Aucamahuevo). Se concentraban ahí los que llegaban desde la Antártida y los del norte de Sudamérica. Ahí procreaban. Las huellas revelan la forma de vida de estos animales.
Los carnívoros como el raptor seguían a las manadas de herbívoros migrantes. Esto demuestra que la evolución de los raptores fue simultánea en Asia, Norteamérica y Sudamérica. "Todo indica que el ancestro de los raptores se formó en ese supercontinente", comenta Ríos. Hay que tomar en cuenta que por entonces, Norteamérica estaba aislada, porque Centroamérica no existía, por lo que la fauna evolucionó de manera diferente (los dinosaurios antárticos o polares se han estudiado poco, porque ahora es difícil acceder a esos sitios, que tenían un clima caliente).
"Tal vez podemos considerar a los dinosaurios como una plaga, y la naturaleza tenía que controlarla", arriesga el paleontólogo.
Apesteguía fue contratado como director científico del Parque Cretácico de Sucre. En ese momento, se consideró necesario desarrollar las investigaciones en paleontología, así que parte del dinero del proyecto fue destinado a expediciones como la de Toro Toro. "Desarrollamos esa idea con Carlos Calvimontes, que encabezaba el proyecto", recuerda Apesteguía, en un contacto con Extra desde Buenos Aires.
Apesteguía brinda más detalles acerca de este hallazgo. Estos primos carnívoros de las aves tienen brazos y manos enormes, cubiertas de plumas que, al avanzar el proceso evolutivo, se convierten en alas. En el pie tienen una garra curvada sobre el dedo. Este dedo interno está elevado precisamente por la presencia de la garra, que se usaba para destazar a sus víctimas. "Con ese dedo levantado, es lógico que dejarían la marca de dos dedos, no de tres. Si lo hubiéramos descubierto hace diez años, no nos habríamos dado cuenta", asegura.
En los últimos años se descubrieron huesos en la Patagonia argentina. Al principio fueron restos fragmentarios, pero luego encontraron al llamado buitre raptor. Fue una noticia que conmovió al mundo científico. El esqueleto estaba completísimo. El lugar donde estaban los restos se llama La Buitrera. En ese lugar se reunirá el próximo año con Giovanni Ríos, para seguir investigando.
Estos carnívoros los raptores existían seguramente desde el período Jurásico y durante el Cretácico tardío. Los que encontraron en La Buitrera vivieron hace 92 millones de años. En Toro Toro, los restos tienen unos 68 millones de años. "En la cuenca de Potosí, que atraviesa Bolivia de sur a norte, hay una gran cantidad de yacimientos. Esa zona son los bordes de lagos y playas de un ingreso de mar que formó un extensísimo lago. Ese territorio estaba a nivel del mar en esa época. Luego, al emerger la cordillera, llevó los sedimentos hasta la altura del altiplano. También quebró y dobló la tierra. Por eso hay huellas sobre paredes verticales, como en Cal Orcko. Esa tierra era horizontal", explica Apesteguía.
Mucho antes de la época de los dinosaurios, el actual territorio boliviano fue invadido por el mar varias veces; por eso se encuentran bivalvos, braquiópodos y moluscos fósiles. Las palabras del investigador recorren milenios: "Hubo tres incursiones marinas durante el Cretácico. El mar inundó el centro de Bolivia. Las dos primeras vinieron desde el norte, de la zona del Ecuador, pero la última, justamente la que está representada en estos yacimientos de huellas, vino desde el sur. La mandamos los argentinos (risas). Empezó a surgir la cordillera y el margen atlántico se inundó, se hundió y entró el mar. Ese mar inundó el norte de la Patagonia, luego se metió por el centro de Argentina a través de la provincia de Buenos Aires, salió por Salta, entró en la cuenca de Potosí e inundó el sur y el centro de Bolivia. Ese mar se retiró enseguida. El brazo que quedó se convirtió en agua dulce, por los arroyos y ríos de la zona".
Lo que ha descrito el investigador argentino es la llamada tectónica de placas. Los continentes se movieron siempre, y lo siguen haciendo. En este mismo momento, el océano Pacífico se está metiendo debajo de Sudamérica y sigue elevándola. Por eso ocurren temblores y erupciones volcánicas. Sudamérica se está alejando de África a una velocidad de cinco centímetros por año.
EL FUTURO, EL PASADO
Omar Medina sueña con una nueva expedición a otro sitio de Chuquisaca llamado Maragua. Si recorrer los 1,5 kilómetros cuadrados de Cal Orcko toma cuatro horas, recorrer los 21 kilómetros cuadrados de Maragua tomaría cuatro semanas. "Visitamos este lugar con Sebastián, pero tuvimos problemas con el vehículo y retornamos. Es un yacimiento de huesos y probablemente haya huellas". Sólo en las labores de prospección podrían demorar una semana. La fecha probable es la segunda semana de enero. Sólo pensar en la gigantesca huella de 1,20 metros del titanosaurio emociona a Medina. "Si los estudios avanzan, se podría colocar al raptor un nombre que haga alusión a la uña en el aire. Tal vez Sillocarisca, que está en quechua", añade. "El estudioso Martín Lockle suponía que estos raptores permanecían en los árboles, por eso no había huellas. La importancia mundial de esta huella es que deshace esa teoría", dice el investigador. Definitivamente, con el entusiasmo de estos exploradores, habrá más noticias del pasado.
PROYECTOS, HALLAZGOS
r La madre de las serpientes tenía dos patas
Una antigua serpiente fósil de menos de dos metros de largo pero de 90 millones de años de antigüedad fue descubierta en La Buitrera, una localidad fosilífera situada cerca de Cerro Policía, en el noroeste de Río Negro, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires. El hallazgo fue realizado por el equipo de exploración de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara (Cebbad-Universidad Maimónides) y el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, liderado por el paleontólogo Sebastián Apesteguía. La serpiente es un eslabón con las modernas. Tenía dos patas y aún no había perdido el hueso sacro. Se la bautizó con el nombre hebreo de Najash (The Jurassic Foundation).
r Un tesoro por explorar
La información que se puede conseguir en Bolivia es inmensa. Hay sitios paleontológicos en Camargo, Parotani (un cerro que lamentablemente se derrumbó), Maragua, Quila Quila (entre Sucre y Potosí), en Cochabamba y en el parque Amboró en Santa Cruz. Por ejemplo, el sacabambasti, un pez muy antiguo, fue descubierto en Cochabamba, y la branicella, el primate más antiguo de Sudamérica, fue registrado por una expedición boliviano-japonesa cerca de Salla, en La Paz. Parte de esos hallazgos serán publicados en un libro que está escribiendo Giovanni Ríos.
r Otros hallazgos en Toro Toro
En una formación correspondiente al cretácico superior (80 a 65 millones de años) se encuentran los siguientes fósiles: Pucalithus o comunidades de algas y bacterias que se han fosilizado en pequeñas estructuras nodulares; peces como Pucapristis, Rhombodus, Dasyatis, Schizorhiza y Gasteroclupea; numerosos restos de tortugas y cocodrilos; coprolitos o heces fecales fosilizadas; gasterópodos (Melania), bivalvos y ostrácodos.
r Dinosaurio con cuchillas
El año pasado, Apesteguía encontró en la provincia Río Negro de Argentina los restos fósiles del Bonitasaura, un gigante herbívoro que llama la atención por su mandíbula, de forma cuadrada y con dientes pequeños en la parte anterior que se reemplazaban continuamente (uno funcionaba y ya había tres más esperando salir). Tenía una lisa cuchilla de hueso que hacía las veces de guillotina, que usaba para cortar las ramas duras. O sea, dientes por delante, pico por detrás. (Fundación Azara)
Javier Méndez Vedia
Es posible identificar la huella de un humano sobre la arena, pero ¿qué tal si fuera necesario establecer qué tipo y marca de zapatos llevaba? Ése es, más o menos, el reto que enfrentaba Giovanni Ríos, fundador de Fosilbol (organización que reúne a interesados en la paleontología), cuando empezó en 2004 a registrar algunas huellas que encontró en el Parque Nacional Toro Toro (ver mapa de ubicación), en Potosí. Hay rastros en gran parte de sus 16.000 hectáreas, pero Ríos exploró una zona cerca de donde pasan con frecuencia las personas que viven por el lugar. Encontró señales de lo que podría ser un ceratópsido, cuyo ejemplar más conocido es el triceratops, ese impresionante animal con cuernos, placas y una especie de corona. La importancia del hallazgo consistía en que siempre se supuso que los ceratópsidos no habían evolucionado en Sudamérica, por lo tanto, estaban restringidos a las actuales Asia y Norteamérica.
Esa expedición se prolongó durante una semana, que es un tiempo demasiado corto para este tipo de trabajos. Recorrieron 20 kilómetros en dirección a los cuatro puntos cardinales. El resultado fue el registro de 20 tipos de huellas diferentes, es decir, 20 especies de dinosaurios. Hasta ahora, se considera que Cal Orcko, cerca de Sucre, es el yacimiento de huellas más grande del mundo porque tiene 3.000 impresiones. Ahí se construyó el Parque Cretácico, con reproducciones en tamaño natural. Sin embargo, los paleontólogos saben que no sólo se trata de tener muchas huellas, que tal vez pertenecen a un mismo animal, sino rastros diferentes. En Toro Toro se encontraron hasta 20 especies diferentes.
Lamentablemente, pese a tratarse de un parque nacional, los lugareños dinamitan las rocas para ampliar sus áreas de cultivo. No ha faltado quien corte las impresiones para venderlas a los turistas. En otros lugares, la acción del clima las está deteriorando.
Los primeros estudios de la zona fueron escritos en 1981 por el jesuita Giuseppe Leonardi, que actualmente reside en Italia, y por Leonardo Branissa. Ambos se sintieron atraídos porque, según comentaban los pobladores, en la zona había rastros de "llamas gigantes". Esa zona recibe el nombre de Llama Chaqui o camino de las llamas. Esos estudios determinaron que en la zona hubo ankilosaurios. Son los únicos rastros que hay en Sudamérica. Existe otro registro realizado en Japón.
La nueva expedición al parque fue organizada para determinar si la huella encontrada por Ríos pertenecía a un ceratópsido. La integraba, además de Ríos, Sebastián Apesteguía, de la Fundación Félix Azara, y Omar Medina, investigador de la Sociedad Científica Universitaria de Paleontología (Sociupa).
Buscaron, pero nunca encontraron el par. Se concentraron en las huellas con más de tres dedos y con menos de tres (los ceratópsidos suelen tener cinco dedos). El rastro ha sido asociado con algunos dinosaurios encontrados en Argentina, que van desde los 80 centímetros, hasta el megarraptor, que tiene siete metros de largo (el arco de las huellas medía hasta un metro de circunferencia). Sin embargo, el equipo tendría una sorpresa. Una huella que encontró Sebastián Apesteguía resultó una novedad absoluta, porque correspondía a un nuevo tipo de raptor sudamericano. Como los ceratópsidos, se creía que estos raptores cuyo nombre genérico es dromeasaurios eran exclusivos de Norteamérica y Asia.
¿Por qué nunca se halló un rastro que apoye sólo dos dedos?, se pregunta Verónica Willemberg, presidenta de Tierra de Exploradores, una asociación civil sin fines de lucro que reunió a los tres exploradores. "Hasta ahora, esta característica sólo se había visto en ejemplares con algún dedo amputado (pero esto surgía claro al ver el otro pie) o en el rarísimo Sarmientichnus, con los dedos laterales muy reducidos, casi inexistentes. Por otro lado, algunas huellas poco claras halladas en Norteamérica y China sugerían que la teoría podía ser real.
El dedo en alto fue objeto de muchas discusiones. Se creía que era un error de interpretación y que la falta de pistas obedecía a que los raptores vivían sobre los árboles. En el filme Parque Jurásico recrearon las huellas, dándoles una forma simétrica, como una V, manteniendo el segundo dedo en el aire.
Las huellas de ambas bestias (los ceratópsidos y los raptores) estaban en el mismo sitio, así que es lógico concluir que vivían en la zona, porque uno de estos animales se alimentaba del otro: los dromeosaurios, que fácilmente alcanzaban los cinco o hasta siete metros, se comían a los ceratópsidos, que llegaban a los 6,5 metros.
Algo más. Se cree que su inteligencia les permitía cazar con estrategias en conjunto. Tenían dientes pequeños, pero eran muy ágiles. Sus plumas y sus huesos huecos los llevaron a perfeccionar el vuelo. Se ha especulado que, de no haber existido una extinción de los dinosaurios no-aves, podrían haber desarrollado una cultura y tal vez una civilización, dada su inteligencia, cita Willemberg.
EL MUNDO SE ENTERA
Las huellas están cerca de un paso de personas. Nunca habían sido observadas en detalle, así que se percataron de que en lugar de tener tres dedos, tenían dos y medio. Elaboraron contexturas anatómicas de la huella y sacaron moldes. La pista estaba completa. El dinosaurio apoyaba dos dedos y la mitad del tercero, que tenía una garra. Esta garra no tocaba el piso. El cuarto dedo está a la altura del tobillo. Como los pollos. Las aves son descendientes de este grupo de dinosaurios. Cuando uno come un pollo en realidad está comiendo un dinosaurio", comenta Giovanni Ríos.
Con la ayuda de escultores científicos del Museo de Buenos Aires, Apesteguía reconstruyó la pata del raptor. El trabajo fue presentado el 15 de diciembre en el auditorio de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Fue estremecedor.
En la época en que esas huellas fueron impresas, los continentes estaban unidos. "Podemos decir que el abuelo de los dinosaurios nació en ese continente unido"; Ríos se refiere a Pangea, el supercontinente del que derivaron los que hoy conocemos. Pangea existió hace 570 millones de años. Los dinosaurios habrían migrado a todas partes, pero cuando el supercontinente empezó a separarse, hace 180 millones de años, los dinosaurios quedaron en masas terrestres aisladas y evolucionaron de diferentes maneras. Sudamérica estaba junto a África, que estaba vinculada con Australia. En toda esa masa continental había animales similares. "Por eso hay en África dinosaurios similares a los de Sudamérica, que son distintos a los de Norteamérica. En el norte tenemos al tiranosaurio, pero en Sudamérica hubo un carnívoro aún más grande, que es el giganotosaurio, descubierto en Argentina", explica Ríos.
Las pistas de estas grandes migraciones son precisamente las que están en Toro Toro. En Bolivia hay huellas que se prolongan hasta el norte argentino, donde había sitios de anidamiento (especialmente en Aucamahuevo). Se concentraban ahí los que llegaban desde la Antártida y los del norte de Sudamérica. Ahí procreaban. Las huellas revelan la forma de vida de estos animales.
Los carnívoros como el raptor seguían a las manadas de herbívoros migrantes. Esto demuestra que la evolución de los raptores fue simultánea en Asia, Norteamérica y Sudamérica. "Todo indica que el ancestro de los raptores se formó en ese supercontinente", comenta Ríos. Hay que tomar en cuenta que por entonces, Norteamérica estaba aislada, porque Centroamérica no existía, por lo que la fauna evolucionó de manera diferente (los dinosaurios antárticos o polares se han estudiado poco, porque ahora es difícil acceder a esos sitios, que tenían un clima caliente).
"Tal vez podemos considerar a los dinosaurios como una plaga, y la naturaleza tenía que controlarla", arriesga el paleontólogo.
Apesteguía fue contratado como director científico del Parque Cretácico de Sucre. En ese momento, se consideró necesario desarrollar las investigaciones en paleontología, así que parte del dinero del proyecto fue destinado a expediciones como la de Toro Toro. "Desarrollamos esa idea con Carlos Calvimontes, que encabezaba el proyecto", recuerda Apesteguía, en un contacto con Extra desde Buenos Aires.
Apesteguía brinda más detalles acerca de este hallazgo. Estos primos carnívoros de las aves tienen brazos y manos enormes, cubiertas de plumas que, al avanzar el proceso evolutivo, se convierten en alas. En el pie tienen una garra curvada sobre el dedo. Este dedo interno está elevado precisamente por la presencia de la garra, que se usaba para destazar a sus víctimas. "Con ese dedo levantado, es lógico que dejarían la marca de dos dedos, no de tres. Si lo hubiéramos descubierto hace diez años, no nos habríamos dado cuenta", asegura.
En los últimos años se descubrieron huesos en la Patagonia argentina. Al principio fueron restos fragmentarios, pero luego encontraron al llamado buitre raptor. Fue una noticia que conmovió al mundo científico. El esqueleto estaba completísimo. El lugar donde estaban los restos se llama La Buitrera. En ese lugar se reunirá el próximo año con Giovanni Ríos, para seguir investigando.
Estos carnívoros los raptores existían seguramente desde el período Jurásico y durante el Cretácico tardío. Los que encontraron en La Buitrera vivieron hace 92 millones de años. En Toro Toro, los restos tienen unos 68 millones de años. "En la cuenca de Potosí, que atraviesa Bolivia de sur a norte, hay una gran cantidad de yacimientos. Esa zona son los bordes de lagos y playas de un ingreso de mar que formó un extensísimo lago. Ese territorio estaba a nivel del mar en esa época. Luego, al emerger la cordillera, llevó los sedimentos hasta la altura del altiplano. También quebró y dobló la tierra. Por eso hay huellas sobre paredes verticales, como en Cal Orcko. Esa tierra era horizontal", explica Apesteguía.
Mucho antes de la época de los dinosaurios, el actual territorio boliviano fue invadido por el mar varias veces; por eso se encuentran bivalvos, braquiópodos y moluscos fósiles. Las palabras del investigador recorren milenios: "Hubo tres incursiones marinas durante el Cretácico. El mar inundó el centro de Bolivia. Las dos primeras vinieron desde el norte, de la zona del Ecuador, pero la última, justamente la que está representada en estos yacimientos de huellas, vino desde el sur. La mandamos los argentinos (risas). Empezó a surgir la cordillera y el margen atlántico se inundó, se hundió y entró el mar. Ese mar inundó el norte de la Patagonia, luego se metió por el centro de Argentina a través de la provincia de Buenos Aires, salió por Salta, entró en la cuenca de Potosí e inundó el sur y el centro de Bolivia. Ese mar se retiró enseguida. El brazo que quedó se convirtió en agua dulce, por los arroyos y ríos de la zona".
Lo que ha descrito el investigador argentino es la llamada tectónica de placas. Los continentes se movieron siempre, y lo siguen haciendo. En este mismo momento, el océano Pacífico se está metiendo debajo de Sudamérica y sigue elevándola. Por eso ocurren temblores y erupciones volcánicas. Sudamérica se está alejando de África a una velocidad de cinco centímetros por año.
EL FUTURO, EL PASADO
Omar Medina sueña con una nueva expedición a otro sitio de Chuquisaca llamado Maragua. Si recorrer los 1,5 kilómetros cuadrados de Cal Orcko toma cuatro horas, recorrer los 21 kilómetros cuadrados de Maragua tomaría cuatro semanas. "Visitamos este lugar con Sebastián, pero tuvimos problemas con el vehículo y retornamos. Es un yacimiento de huesos y probablemente haya huellas". Sólo en las labores de prospección podrían demorar una semana. La fecha probable es la segunda semana de enero. Sólo pensar en la gigantesca huella de 1,20 metros del titanosaurio emociona a Medina. "Si los estudios avanzan, se podría colocar al raptor un nombre que haga alusión a la uña en el aire. Tal vez Sillocarisca, que está en quechua", añade. "El estudioso Martín Lockle suponía que estos raptores permanecían en los árboles, por eso no había huellas. La importancia mundial de esta huella es que deshace esa teoría", dice el investigador. Definitivamente, con el entusiasmo de estos exploradores, habrá más noticias del pasado.
PROYECTOS, HALLAZGOS
r La madre de las serpientes tenía dos patas
Una antigua serpiente fósil de menos de dos metros de largo pero de 90 millones de años de antigüedad fue descubierta en La Buitrera, una localidad fosilífera situada cerca de Cerro Policía, en el noroeste de Río Negro, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires. El hallazgo fue realizado por el equipo de exploración de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara (Cebbad-Universidad Maimónides) y el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, liderado por el paleontólogo Sebastián Apesteguía. La serpiente es un eslabón con las modernas. Tenía dos patas y aún no había perdido el hueso sacro. Se la bautizó con el nombre hebreo de Najash (The Jurassic Foundation).
r Un tesoro por explorar
La información que se puede conseguir en Bolivia es inmensa. Hay sitios paleontológicos en Camargo, Parotani (un cerro que lamentablemente se derrumbó), Maragua, Quila Quila (entre Sucre y Potosí), en Cochabamba y en el parque Amboró en Santa Cruz. Por ejemplo, el sacabambasti, un pez muy antiguo, fue descubierto en Cochabamba, y la branicella, el primate más antiguo de Sudamérica, fue registrado por una expedición boliviano-japonesa cerca de Salla, en La Paz. Parte de esos hallazgos serán publicados en un libro que está escribiendo Giovanni Ríos.
r Otros hallazgos en Toro Toro
En una formación correspondiente al cretácico superior (80 a 65 millones de años) se encuentran los siguientes fósiles: Pucalithus o comunidades de algas y bacterias que se han fosilizado en pequeñas estructuras nodulares; peces como Pucapristis, Rhombodus, Dasyatis, Schizorhiza y Gasteroclupea; numerosos restos de tortugas y cocodrilos; coprolitos o heces fecales fosilizadas; gasterópodos (Melania), bivalvos y ostrácodos.
r Dinosaurio con cuchillas
El año pasado, Apesteguía encontró en la provincia Río Negro de Argentina los restos fósiles del Bonitasaura, un gigante herbívoro que llama la atención por su mandíbula, de forma cuadrada y con dientes pequeños en la parte anterior que se reemplazaban continuamente (uno funcionaba y ya había tres más esperando salir). Tenía una lisa cuchilla de hueso que hacía las veces de guillotina, que usaba para cortar las ramas duras. O sea, dientes por delante, pico por detrás. (Fundación Azara)
Javier Méndez Vedia
3 comentarios
javier -
El dedo en alto fue objeto de muchas discusiones. Se creía que era un error de interpretación y que la falta de pistas obedecía a que los raptores vivían sobre los árboles. En el filme Parque Jurásico recrearon las huellas, dándoles una forma simétrica, como una V, manteniendo el segundo dedo en el aire"
Victor Sossa -
rafaga -
Gracias