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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Brasil necesita un bulldozer

Lula echará de menos el consejo de sus incondicionales durante su primer mandato, derrocados por los escándalos, especialmente del reformista ministro de Finanzas, Antonio Palocci. Lula comienza su segundo mandato con la promesa de desbloquear la floja economía.

"Cambio" fue el eslogan de Luiz Inácio Lula da Silva durante su primer período como Presidente de Brasil. El ex líder sindical lo hizo mejor gobernando el país para los ciudadanos más pobres que barriendo la corrupción, como lo prometió.

Al jurar el 1 de enero como Mandatario para un segundo período, optó por múltiples mantras, incluyendo "crecimiento", "inclusión" y "desbloqueo". La economía creció un promedio anual de sólo 2,6% durante sus primeros cuatro años, mientras que el mundo creció 4,8%. Lula quiere ahora llegar a 5%.

A pesar de este lento crecimiento, Lula alardea de que su segundo gobierno comienza con las condiciones más favorables y auspiciosas de la historia, y no es una salvaje exageración.

La inflación sólo fue de 3% en 2006 y se espera que siga bajo control en 2007. Los tipos de interés, aunque aún siguen altos, están descendiendo.

La economía se ve fortalecida frente a eventuales shocks externos, con su superávit comercial de 46 mil millones de dólares y reservas internacionales que duplican esa cifra. El crecimiento debería acelerarse este año y llegar a 3,5% o 4%, en parte gracias al retrasado efecto de las tasas de interés.

Sin embargo, hay sombras que oscurecen el panorama. Hace unos días, una fuerza de la policía federal fue enviada a Río de Janeiro para restaurar el orden después de una ola de ataques entre bandas de narcos que dejaron 19 muertos, incluidos siete que fueron quemados en un bus.

Hace siete meses, grupos carcelarios ocasionaron una violencia similar e incluso una matanza mayor en Sao Paulo. "El terrorismo" será combatido "con el firme brazo del Estado", se comprometió Lula.

Para ser un Presidente exitoso en un segundo mandato, Lula está en una posición fuerte para tomar acciones. Ganó con el 61% de los votos válidamente emitidos en la segunda vuelta presidencial del 29 de octubre y su popularidad se ha encumbrado a partir de entonces hasta 71%.

Se espera que al menos ocho partidos se unan a su coalición, dándole al gobierno una cómoda mayoría en la Cámara Baja del Congreso y más estrecha en el Senado. Por lo tanto, las principales preocupaciones tienen que ver con la propia actuación de Lula y de su gobierno.

"Todo indica que no habrá un salto cualitativo en el segundo período", dice David Fleischer, cientista político de la Universidad de Brasilia.

Un problema es que Lula todavía tiene que desbloquear su propio gobierno. Se ha demorado en la designación de un nuevo gabinete, en parte porque el conocer qué partidos obtendrán los cupos dependerá de quién es elegido el próximo mes para liderar a los diputados y senadores.

Lula echará de menos el consejo de sus incondicionales del primer mandato, derrocados por los escándalos, especialmente del reformista ministro de Finanzas, Antonio Palocci.

Un anunciado "programa de aceleración del crecimiento" es improbable que aparezca hasta la segunda mitad de este mes.

Una preocupación mayor es lo que contendrán esos paquetes cuando lleguen. Idealmente, Lula necesitaría un bulldozer para limpiar los principales obstáculos al crecimiento: el gasto público que es excesivo y mal orientado, y la regulación que a veces es caprichosa. Éstas son las causas subyacentes a los altos tipos de interés, un peso impositivo de casi 40% del PIB, e inadecuada inversión pública y privada.

En vez de eso, Lula está proponiendo desplegar una pequeña carretilla elevadora para remover algunos impedimentos pero desparramando otros.

Un ejemplo deslumbrante es el alza real de 5,3% en el salario mínimo (a 380 reales o 177 dólares) al mes, que Lula impuso a pesar de las objeciones de su actual ministro de Finanzas, Guido Mantega. Esto se suma a una serie de generosos incrementos que ayudaron a asegurar su reelección y que abultará el ya intolerable costo de las pensiones financiadas por el Estado.

A partir de entonces, Lula intenta limitar el alza de los salarios, pero esa promesa puede que no se mantenga. Se espera que el paquete de crecimiento incluya recortes de impuestos para estimular la inversión y un gasto más alto en infraestructura, pero ahora hay una pequeña opción de que otro gasto sea recortado para pagar por él.

De hecho, para hacer espacio a la infraestructura, el gobierno puede que recorte el superávit primario (antes de interés) a menos de 4,25% del PIB, la meta que Lula estableció al asumir en 2003. Esto no amenazaría la estabilidad económica.

Incluso, si el superávit fuera recortado a 2,5%, la deuda continuaría cayendo como porción del PIB, dice Alexandre Schwartsman, economista del Banco ABN AMRO.

Reforma económica

Sin embargo, esto significa que persistirá el obstáculo fiscal para un crecimiento mayor.

Uno de los principales asesores de Mantega renunció la semana pasada. Se piensa que de manera infeliz, por el tímido ritmo de la reforma fiscal.

La gran reforma económica que Lula mencionó en su toma de posesión era un plan para convertir los diversos impuestos a las ventas que existen en los estados en un solo tributo nacional al valor agregado. Una empresa ambiciosa. También quiere cambiar las reglas con el objetivo de fortalecer a los partidos y reducir la corrupción.

Los mercados de pensiones y laboral requieren reformas fundamentales, pero en eso fue conspicuamente silencioso.

Lula está exhibiendo un entusiasmo mayor para mejorar la educación y combatir el crimen. El Congreso saliente aprobó un nuevo fondo para mejorar los colegios, especialmente en los estados pobres.

En tanto, los ataques en Sao Paulo y Río de Janeiro pueden incentivar una mayor cooperación entre Lula y los nuevos gobernadores estatales. Pero desbloquear Brasil tomará, lejos, mucho más que eso.

La economía creció un promedio anual de 2,6% durante sus primeros cuatro años.

The Economist

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