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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Escuchemos el sonido del futuro

El ruido de tambores impidió, en estos días, escuchar los sonidos del futuro. Lo que ocurrió es de una importancia fenomenal, que debiera definitivamente abrir los ojos de los funcionarios y de la dirigencia.

El presidente de los Estados Unidos, George Bush, anunció que para el 2017 se sustituirá el 20% del petróleo consumido en su país por etanol. Son 120 millones de metros cúbicos, que requerirán la molienda de...300 millones de toneladas de maíz.

Es más que toda la última cosecha, que estuvo entre las más grandes de la historia.

Es difícil resistir la emoción que provoca semejante noticia. Desde estas páginas, a principios de los 90, comenzamos a machacar sobre el potencial de los biocombustibles. "Ponga un choclo en su tanque", dijimos en aquellos tiempos, cuando contábamos lo que se estaba amasando en el corn belt.

Desde entonces, Clarín Rural fue prácticamente el único medio que insistió en el tema. La visión de que se estaba abriendo un imponente mercado nuevo para los principales granos que producía la Argentina nos motivaba semana a semana. Ahora asistimos al big bang de la energía renovable, de base agrícola. No fuimos relatores neutrales de todo este proceso. Honestamente, y perdón por la inmodestia, más bien nos sentimos protagonistas.

También dijimos más de una vez que no importa lo que hagamos nosotros con los biocombustibles.

Los brasileños festejaron alborozados el discurso de Bush. Ellos están embarcados en su plan de alcohol de caña, y quieren participar de la torta americana. Encima (al cierre de esta edición) se conocía la noticia de la alianza que tejen EE.UU. y Brasil para producir biocombustibles y reducir su dependencia del petróleo.

Nuestra incapacidad para reaccionar a tiempo y subirnos al tren de la historia (todavía está atrancada la ley) se disimula porque igual tomamos los beneficios que generan los que hacen.

Los precios del maíz están ya en la cima de la historia, movidos por la demanda de la industria etanolera de los Estados Unidos. Que este año molerá 70 millones de toneladas de maíz, un 40% más de lo que exporta. El mercado mundial está al borde del desabastecimiento. ¿Quién tiene maíz? La Argentina. Dios es argentino, y K.

Ahora que el campo está con tanta bronca por el aumento de las retenciones a la soja, conviene reconocer una cuestión: el gobierno no le pegó un nuevo tarascón al choclo. El aumento del precio está llegando pleno a los que apostaron por este cereal. Es cierto que no era necesario morderle ese 4% adicional a la soja para crear un fondo destinado a subsidiar el consumo interno de maíz y trigo. Se van a recaudar casi 1.000 millones de dólares más por derechos de exportación, gracias a la cosecha récord (90 millones de toneladas) y la suba de los precios.

La cuestión es que el gobierno sea capaz de resolver el desafío que se autoimpuso: permitir que al productor le llegue el precio lleno, y que los procesadores puedan seguir operando sin trasladar los mayores costos al precio de su producto. Esto ya está acordado con la industria avícola, en el rubro parrilleros. Pero es mucho más complicado en otros segmentos, como el del huevo (donde el color predominante es el negro), el feedlotero, el tambo. Ojalá le encuentren la vuelta.

La conducción oficial también tiene que entender que estamos frente a un fenómeno estructural. Los precios de los commodities agrícolas se van a arbitrar cada vez más por los precios de la energía. Habrá que pensar si será sustentable mantener los precios internos desacoplados de los internacionales. A todo el mundo le va a costar más producir un kilo de pollo o un litro de leche. Esta es una buena noticia para la Argentina, que vive de esto.

Por Héctor A. Huergo.

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