Mercado de lo ilícito, manto que envuelve al comercio mundial
Lo que del tamaño económico del ilícito se desprende es una red de asociaciones con la economía formal. En forma arrogante y con periódica reiteración, los grupos armados de todas las tendencias, las mafias y la delincuencia organizada nos recuerdan, en realidad nos desvelan, su capacidad corrosiva de instituciones, de familias, incluso de propósitos nacionales.
Históricamente divergentes en sus orígenes, en las raigambres ideológicas, en los métodos, esas organizaciones se refunden, sin embargo, en una común característica: todas ellas han amasado fortunas que desbordan la imaginación a través de una basta red de comercio, de negocios y de verdaderas industrias de lo ilícito de las que, sin duda, resulta complejo despojarse por encima aún de la capacidad de llegar a concesiones en el campo político o militar.
Las sumas fastuosas que se descubren en las caletas de la mafia difícilmente diferenciables de las halladas a las Farc la industria del secuestro (siempre extorsivo), la representatividad millonaria de los bienes y tierras que unos y otros han arrebatado o adquirido en compra y ventas de legitimidad deleznable, muestran tan sólo algo de la dimensión de los negocios, operaciones y transacciones que allí se arbitran. Esa característica que deberá ser conocida y tratada en forma integral en búsqueda de acuerdos de largo aliento y en procura de atacar muchas de las razones de la violencia, no dista de una realidad que configura hoy las relaciones económicas globales y que Moisés Naím profundo estudioso de los asuntos políticos y sociales en América Latina y quien fuera director ejecutivo del Banco Mundial, expone en su libro 'Ilícito' poco decantado aún por analistas y lectores.
Con una documentación rigurosa y fuentes institucionales de primera mano, Naím hace un escalofriante mapa sobre la magnitud de los comercios ilícitos de medicamentos falsificados (unos 32.000 millones de dólares anuales, relativos al 8 por ciento del total de fármacos vendidos en el mundo), armas, municiones software, órganos humanos, drogas, marcas, música, incluso del tráfico de personas para las múltiples formas contemporáneas de esclavitud que afectan a unos 4 millones de personas cada año por un valor también anual estimado de 10.000 millones de dólares.
Lo que del tamaño económico del ilícito se desprende describe el autor es una red de asociaciones con la economía formal, con el sistema financiero del que fluyen y blanquean dineros venidos del mercado negro y que representan, en sus estimaciones, alrededor de un 10 por ciento del PIB mundial.
El paralelismo entre el mercado legal de bienes y servicios con el comercio global ilícito despliega así vínculos en los que es difícil diferenciar unos de otros o identificar el punto de contacto entre ellos: el dinero del comercio ilegal se blanquea en empresas regulares y legales que sirven como redes de abastecimiento y de contactos comerciales; los temores que surgen del ilícito en todas sus formas hace que el negocio global de la seguridad privada haya representado un volumen de 100.000 millones de dólares en el 2001 y que se proyecte a unos 400.000 en el 2010, sin contar allí la demanda creciente de armas que ese negocio proyecta en el mercado legal o en el delictivo.
Pleno de casos, ejemplos y estadísticas, el libro de Moisés Naím nos pone en presencia de la vulnerabilidad: "Cuando sus negocios llegan a ser grandes y estables, las redes del tráfico hacen lo que tienen que hacer las grandes empresas en todas partes: diversificarse en otras empresas e invertir en política".
Gonzalo Castellanos V., PORTAFOLIO
Históricamente divergentes en sus orígenes, en las raigambres ideológicas, en los métodos, esas organizaciones se refunden, sin embargo, en una común característica: todas ellas han amasado fortunas que desbordan la imaginación a través de una basta red de comercio, de negocios y de verdaderas industrias de lo ilícito de las que, sin duda, resulta complejo despojarse por encima aún de la capacidad de llegar a concesiones en el campo político o militar.
Las sumas fastuosas que se descubren en las caletas de la mafia difícilmente diferenciables de las halladas a las Farc la industria del secuestro (siempre extorsivo), la representatividad millonaria de los bienes y tierras que unos y otros han arrebatado o adquirido en compra y ventas de legitimidad deleznable, muestran tan sólo algo de la dimensión de los negocios, operaciones y transacciones que allí se arbitran. Esa característica que deberá ser conocida y tratada en forma integral en búsqueda de acuerdos de largo aliento y en procura de atacar muchas de las razones de la violencia, no dista de una realidad que configura hoy las relaciones económicas globales y que Moisés Naím profundo estudioso de los asuntos políticos y sociales en América Latina y quien fuera director ejecutivo del Banco Mundial, expone en su libro 'Ilícito' poco decantado aún por analistas y lectores.
Con una documentación rigurosa y fuentes institucionales de primera mano, Naím hace un escalofriante mapa sobre la magnitud de los comercios ilícitos de medicamentos falsificados (unos 32.000 millones de dólares anuales, relativos al 8 por ciento del total de fármacos vendidos en el mundo), armas, municiones software, órganos humanos, drogas, marcas, música, incluso del tráfico de personas para las múltiples formas contemporáneas de esclavitud que afectan a unos 4 millones de personas cada año por un valor también anual estimado de 10.000 millones de dólares.
Lo que del tamaño económico del ilícito se desprende describe el autor es una red de asociaciones con la economía formal, con el sistema financiero del que fluyen y blanquean dineros venidos del mercado negro y que representan, en sus estimaciones, alrededor de un 10 por ciento del PIB mundial.
El paralelismo entre el mercado legal de bienes y servicios con el comercio global ilícito despliega así vínculos en los que es difícil diferenciar unos de otros o identificar el punto de contacto entre ellos: el dinero del comercio ilegal se blanquea en empresas regulares y legales que sirven como redes de abastecimiento y de contactos comerciales; los temores que surgen del ilícito en todas sus formas hace que el negocio global de la seguridad privada haya representado un volumen de 100.000 millones de dólares en el 2001 y que se proyecte a unos 400.000 en el 2010, sin contar allí la demanda creciente de armas que ese negocio proyecta en el mercado legal o en el delictivo.
Pleno de casos, ejemplos y estadísticas, el libro de Moisés Naím nos pone en presencia de la vulnerabilidad: "Cuando sus negocios llegan a ser grandes y estables, las redes del tráfico hacen lo que tienen que hacer las grandes empresas en todas partes: diversificarse en otras empresas e invertir en política".
Gonzalo Castellanos V., PORTAFOLIO
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