Un sueño industrial que no pudo ser
La historia de SIAM y su fundador, Torcuato Di Tella, es una parábola del esplendor y el ocaso de la industria argentina, según un nuevo libro. En 1910, y tras una huelga de panaderos, la Municipalidad de Buenos Aires exigió a todas las panaderías de la ciudad que instalaran una máquina amasadora de pan para elaborar su producto. Torcuato Di Tella, un inmigrante italiano que entonces tenía 18 años, vió la oportunidad de comenzar a fabricar esas máquinas en el país.
Así nació SIAM (Sociedad Industrial de Amasadoras Mecánicas), que en los siguientes 50 años se expandió hasta convertirse en la mayor empresa metalmecánica de Latinoamérica.
"Fue un paradigma de la empresa nacional y su potencial de desarrollo", dicen Marcelo Rougier y Jorge Schvarzer, autores de Las grandes empresas no mueren de pie. El (o) caso de SIAM (Norma).
La historia de este coloso y su fundador, que quiso ser el Henry Ford de la Argentina, es relatada con precisión de expertos a lo largo de las más de 400 páginas del libro. Di Tella era amigo del General Mosconi y SIAM fabricó surtidores de nafta para las estaciones de servicio de YPF y, mas tarde, tuberías de acero para los oleoductos. Fue protagonista central de la industrialización argentina. Desde sus famosas heladeras a las motonetas (Siambrettas) y los autos (el Di Tella 1500). Era una firma diversificada y a la vez integrada verticalmente: producía muchos de sus insumos, como los compresores de las heladeras.
"En diversos casos se acercaba a la frontera tecnológica internacional", dicen Rougier y Schvarzer.
Di Tella murió en 1948 y sus sucesores en la dirección, un triunvirato de gerentes, continuó con la expansión. Entre 1948 y 1960, SIAM abrió una nueva planta industrial por año. Pero el crecimiento fue desordenado, mal administrado y peor financiado.
Uno de los directores mantenía la tendencia a manejar la empresa, que para entonces tenía 10.000 empleados, como si fuera un pequeño taller. Guardaba toda la información clave en una libreta negra, que se hizo famosa en la cultura de SIAM, cuenta el libro.
Además de las erráticas políticas públicas, la crisis de SIAM en los últimos años de la década del 70 (fue liquidada por Martinez de Hoz en 1981), fue producto de una acumulación de errores propios. Y su agonía contribuyó a bloquear la industrialización nacional.
"Fue la quiebra de un modelo de desarrollo que hoy, frente a la experiencia de atraso relativo durante casi tres décadas, conviene revalorar", concluyen Rougier y Schvarzer.
Pablo Maas, Clarin.
Así nació SIAM (Sociedad Industrial de Amasadoras Mecánicas), que en los siguientes 50 años se expandió hasta convertirse en la mayor empresa metalmecánica de Latinoamérica.
"Fue un paradigma de la empresa nacional y su potencial de desarrollo", dicen Marcelo Rougier y Jorge Schvarzer, autores de Las grandes empresas no mueren de pie. El (o) caso de SIAM (Norma).
La historia de este coloso y su fundador, que quiso ser el Henry Ford de la Argentina, es relatada con precisión de expertos a lo largo de las más de 400 páginas del libro. Di Tella era amigo del General Mosconi y SIAM fabricó surtidores de nafta para las estaciones de servicio de YPF y, mas tarde, tuberías de acero para los oleoductos. Fue protagonista central de la industrialización argentina. Desde sus famosas heladeras a las motonetas (Siambrettas) y los autos (el Di Tella 1500). Era una firma diversificada y a la vez integrada verticalmente: producía muchos de sus insumos, como los compresores de las heladeras.
"En diversos casos se acercaba a la frontera tecnológica internacional", dicen Rougier y Schvarzer.
Di Tella murió en 1948 y sus sucesores en la dirección, un triunvirato de gerentes, continuó con la expansión. Entre 1948 y 1960, SIAM abrió una nueva planta industrial por año. Pero el crecimiento fue desordenado, mal administrado y peor financiado.
Uno de los directores mantenía la tendencia a manejar la empresa, que para entonces tenía 10.000 empleados, como si fuera un pequeño taller. Guardaba toda la información clave en una libreta negra, que se hizo famosa en la cultura de SIAM, cuenta el libro.
Además de las erráticas políticas públicas, la crisis de SIAM en los últimos años de la década del 70 (fue liquidada por Martinez de Hoz en 1981), fue producto de una acumulación de errores propios. Y su agonía contribuyó a bloquear la industrialización nacional.
"Fue la quiebra de un modelo de desarrollo que hoy, frente a la experiencia de atraso relativo durante casi tres décadas, conviene revalorar", concluyen Rougier y Schvarzer.
Pablo Maas, Clarin.
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