Yo espío, tú espías, ellos espían
Las prácticas de espionaje en el mundo de los negocios son materia de debate, a raíz del estallido de un escándalo en Hewlett Packard. Contratar "simuladores", seguir a esposas de miembros del directorio a los bingos y plantar software espía en las computadoras de periodistas: una operación de "plomería" que hubiera ruborizado al mismísimo Richard Nixon, según el congresista por Michigan John Dingell. Medios semejantes habrían sido usados por detectives al servicio de Hewlett Packard para averiguar de dónde provenían ciertas "filtraciones" a la prensa, según el cuadro pintado esta semana ante una comisión investigadora del congreso.
El escándalo de espionaje empresarial de HP desata las iras de fiscales y políticos. En cambio Mark Pawlick, un ciudadano de New Hampshire, no se asombra. Piensa que es sólo una muestra de cómo Estados Unidos se ha convertido en una sociedad de fisgones.
"Seguramente hay más vigilancia de lo que nadie supone. Es parte de la vida", afirma Pawlick, quien instaló un dispositivo de rastreo en el auto de su hijastra adolescente para ver si supera la velocidad permitida.
En una época en que el banco sabe cómo y en qué gastamos cada centavo, en que el gobierno federal bien puede estar escuchando lo que hablamos por teléfono y en que nuestro jefe muy probablemente puede saber cuántos minutos navegamos para hacer compras, el concepto de privacidad está cambiando muy rápido.
Aunque HP haya transpuesto límites legales y éticos el Procurador General de California decidirá si presenta cargos y el FBI investiga el espionaje ya se ha vuelto parte de la vida moderna. Muchas mujeres investigan en Internet a sus candidatos. Los vecinos se fijan en Zillow.com a cuánto se vendió la casa de al lado. Imágenes satelitales online permiten echar un vistazo a los patios traseros de ricos y famosos. Cámaras ocultas vigilan a niñeras. Más del 75% de los empleadores monitorean a sus empleados en sus horas de trabajo, y más de un tercio registran lo que su personal tipea en el teclado.
La cantidad de datos personales que almacena el gobierno federal ha crecido sustancialmente en los últimos años, y la población lo ha tomado con cierta resignación. Una encuesta de Gallup reveló en mayo que 4 de cada 10 personas estaban de acuerdo con que la Agencia de Seguridad Nacional tuviera registros telefónicos de los estadounidenses.
Los atentados del 2001 y la guerra contra el terrorismo abrieron las puertas a una mayor vigilancia por parte de los organismos de control y las agencias de inteligencia, que aumentaron las grabaciones de llamados telefónicos y mensajes de voz de los estadounidenses y, clandestinamente, hurgaron en las transacciones bancarias y en las operaciones con tarjetas de crédito. Las autoridades están usando supercomputadoras para procesar grandes cantidades de datos personales y detectar posibles terroristas.
Las empresas hacen lo mismo: suelen empezar por la averiguación de antecedentes de posibles empleados. Y, como nunca antes, la gente facilita la tarea al volcar información personal en sitios web de contactos sociales, como MySpace, o al poner fotos en sites como Flickr.
Una investigación sobre vigilancia electrónica realizada por la American Management Association reveló que el 76% de las empresas "espía" a sus empleados mientras navegan por internet y el 50% almacena y revisa los e-mails y los archivos de computadora. Más de la mitad de las 526 empresas participantes admitieron que rastrean los números telefónicos a los que llaman los empleados y que controlan el tiempo que éstos pasan al teléfono. Un porcentaje similar de empresas informó que emplea control por video para evitar robos, violencia y actos de sabotaje.
Hoy existen muchos más me dios de vigilancia de los que tenía a su alcance el Gran Hermano en 1984, la novela de George Orwell. Los aparatos son sólo una parte del arsenal. Con la cantidad creciente de registros accesibles por Internet, documentos públicos que solían ser muy difíciles de buscar ahora se pueden encontrar con un simple click.
En muchos casos, la información que se divulga es información que siempre estuvo a disposición del público. Información sobre ventas de inmuebles, escrituras o acciones legales. Pero antes había que ir a Tribunales, y muy poca gente lo hacía.
LOS ANGELES TIMES Y THE GUARDIAN ESPECIAL PARA CLARIN. TRADUCCION DE SUSANA MANGHI
El escándalo de espionaje empresarial de HP desata las iras de fiscales y políticos. En cambio Mark Pawlick, un ciudadano de New Hampshire, no se asombra. Piensa que es sólo una muestra de cómo Estados Unidos se ha convertido en una sociedad de fisgones.
"Seguramente hay más vigilancia de lo que nadie supone. Es parte de la vida", afirma Pawlick, quien instaló un dispositivo de rastreo en el auto de su hijastra adolescente para ver si supera la velocidad permitida.
En una época en que el banco sabe cómo y en qué gastamos cada centavo, en que el gobierno federal bien puede estar escuchando lo que hablamos por teléfono y en que nuestro jefe muy probablemente puede saber cuántos minutos navegamos para hacer compras, el concepto de privacidad está cambiando muy rápido.
Aunque HP haya transpuesto límites legales y éticos el Procurador General de California decidirá si presenta cargos y el FBI investiga el espionaje ya se ha vuelto parte de la vida moderna. Muchas mujeres investigan en Internet a sus candidatos. Los vecinos se fijan en Zillow.com a cuánto se vendió la casa de al lado. Imágenes satelitales online permiten echar un vistazo a los patios traseros de ricos y famosos. Cámaras ocultas vigilan a niñeras. Más del 75% de los empleadores monitorean a sus empleados en sus horas de trabajo, y más de un tercio registran lo que su personal tipea en el teclado.
La cantidad de datos personales que almacena el gobierno federal ha crecido sustancialmente en los últimos años, y la población lo ha tomado con cierta resignación. Una encuesta de Gallup reveló en mayo que 4 de cada 10 personas estaban de acuerdo con que la Agencia de Seguridad Nacional tuviera registros telefónicos de los estadounidenses.
Los atentados del 2001 y la guerra contra el terrorismo abrieron las puertas a una mayor vigilancia por parte de los organismos de control y las agencias de inteligencia, que aumentaron las grabaciones de llamados telefónicos y mensajes de voz de los estadounidenses y, clandestinamente, hurgaron en las transacciones bancarias y en las operaciones con tarjetas de crédito. Las autoridades están usando supercomputadoras para procesar grandes cantidades de datos personales y detectar posibles terroristas.
Las empresas hacen lo mismo: suelen empezar por la averiguación de antecedentes de posibles empleados. Y, como nunca antes, la gente facilita la tarea al volcar información personal en sitios web de contactos sociales, como MySpace, o al poner fotos en sites como Flickr.
Una investigación sobre vigilancia electrónica realizada por la American Management Association reveló que el 76% de las empresas "espía" a sus empleados mientras navegan por internet y el 50% almacena y revisa los e-mails y los archivos de computadora. Más de la mitad de las 526 empresas participantes admitieron que rastrean los números telefónicos a los que llaman los empleados y que controlan el tiempo que éstos pasan al teléfono. Un porcentaje similar de empresas informó que emplea control por video para evitar robos, violencia y actos de sabotaje.
Hoy existen muchos más me dios de vigilancia de los que tenía a su alcance el Gran Hermano en 1984, la novela de George Orwell. Los aparatos son sólo una parte del arsenal. Con la cantidad creciente de registros accesibles por Internet, documentos públicos que solían ser muy difíciles de buscar ahora se pueden encontrar con un simple click.
En muchos casos, la información que se divulga es información que siempre estuvo a disposición del público. Información sobre ventas de inmuebles, escrituras o acciones legales. Pero antes había que ir a Tribunales, y muy poca gente lo hacía.
LOS ANGELES TIMES Y THE GUARDIAN ESPECIAL PARA CLARIN. TRADUCCION DE SUSANA MANGHI
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