Blogia
CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Mónaco, en eterno estado de gala

Es uno de los países más pequeños del mundo y escenario de una vida marcada por la fastuosidad, el juego y el glamour. Los amantes del juego pueden apostar a una fija en Mónaco: es el segundo país más pequeño del mundo, tiene sólo dos kilómetros, está constituido por dos relieves —el Mar Mediterráneo y los Alpes—, en él viven dos princesas y lo gobierna un príncipe llamado Alberto II.

Los jugadores tienen también un lugar donde probar esta teoría: el Gran Casino de Montecarlo, diseñado en 1863 por el arquitecto Charles Garnier, creador también de la Opera de París. Entre salas fastuosas y derroches de oro y mármol, este edificio muestra que el lujo del país gira en la ruleta desde hace un par de siglos, cuando antecesores de los Grimaldi entendieron que nacía el turismo hacia la Costa Azul y decidieron armar una sala de juego a todo trapo. Y así comenzaron a atraer viajeros a su pequeño principado.

Actualmente, los adeptos pueden volcarse en el Gran Casino a los juegos de tradición europea, a los de tradición americana y también refugiarse en el presente de las máquinas automáticas. Uno puede ingresar y no jugar. Sí pagar entrada y tener al menos 21 años, pero hay que estar dispuesto a que 200 dólares se vayan en unos minutos —en las manos del destino incierto— o salir como el hijo pródigo de Mónaco, lleno del dinero que le permita pertenecer a este selecto mundo.

Glamour junto al mar

No sólo en el casino sino en todo Mónaco parece rodarse la gran película del dinero. En la ciudad de Montecarlo, al lado del casino —en el Hotel de París y el Café de París— y en todo el estado. Emplazado sobre la Costa Azul y densamente poblado, a medida que el viajero avanza por el principado, la música de la radio se vuelve superficial y comienzan a sucederse las joyas, los yates, los hoteles cinco estrellas y los autos deportivos. Se hablan varias lenguas y la gente usa smokings y vestidos de noche para ir al casino.

Pero Mónaco no es Las Vegas. La piedra y el mar le dan el toque aristocrático que convierte el paraíso del juego en un lugar glamoroso. Y está en Europa, lo cual asegura al viajero que si busca historia también hay, repartida en sus cuatro distritos: Mónaco-Ville, la ciudad vieja; La Condamine, sección portuaria; Montecarlo, área residencial y Fontvieille, un área nueva, construida en tierras ganadas al mar.

Para empezar, en la ciudad de Mónaco es posible visitar —no está abierto todo el año—, el Palacio Principesco, con sus 200 habitaciones. Allí ofrecen una visita guiada de dos horas por sus grandes salones. En este palacio color arena se puede ver, a las 11.55, el cambio de guardia de los soldados vestidos de blanco; o conocer un truco para saber si el príncipe está en palacio: si la bandera ha sido izada, él está presente.

Otros puntos históricos interesantes son el Museo de los Recuerdos Napoleónicos y Colección de Archivos Históricos del Palacio —que contiene cientos de piezas del Primer Imperio— y el Museo Historial de los Príncipes de Mónaco (Museo de Cera).

También hay en Mónaco algunas colecciones originales, resultado de caprichos de gente con dinero. Un ejemplo de esto es el Museo Nacional de Mónaco de Muñecas y Autómatas de Antaño, una villa majestuosa en la avenida Grace Kelly, donde se exponen muñecas del siglo XIX. Otro curiosa muestra es la Exposición de la Colección de Coches Antiguos de S.A.S. del príncipe de Mónaco. Son más de 100 autos del príncipe Rainiero exhibidas en las Terrazas de Fontvieille, donde también se encuentra un museo de timbres y monedas, que resume la historia del principado a través de sellos postales.

Yates y princesas

La atracción principal del barrio de Fontvieille fue dejada por una princesa de película: se trata del Jardín de Rosas de la Princesa Grace, un gigantesco parque con más de 150 variedades de rosas.

También hay algunos museos relacionados con la vida animal y vegetal, como el Museo Oceanográfico y Acuario, que con visitas guiadas de dos a tres horas desentraña los misterios del mar, mostrando 4.000 especies de peces y 200 de invertebrados.

Igual de impactante es el Jardín Exótico, un lugar que sobre las terrazas de piedra, propias del Mediterráneo, supo coleccionar 6.000 especies de plantas de todo el mundo —inclusive del norte argentino— por lo que se lo conoce como jardín rocoso.

No es casualidad que haya tantas atracciones naturales. En esta zona el mar azul y la vegetación sobre las piedras son tan o más hermosos que las joyas que llevan las mujeres y que pueden comprarse en las tiendas de la avenida de las Bellas Artes.

El centro comercial de Mónaco es la región de Condamine, situada alrededor de Puerto de Hércules, un embarcadero listo para amarrar 550 yates de los tantos que navegan la Costa Azul. En Hércules, la densidad de barcos es tal que el azul del mar se vuelve prácticamente blanco.

En tierra, el mercado municipal de la Plaza de Armas es uno de los lugares más pintorescos y atractivos de este barrio. Allí se encuentra la calle Princesse Caroline, una peatonal repleta de tiendas y pequeños restaurantes que desemboca en el Quai Albert 1er, punto de partida del Gran Premio de Mónaco, el gran juego de este paraíso.

Si el número dos no funcionó en el casino, recuerde que en Mónaco no se pagan impuestos. Un aliciente para adquirir, aunque sea, un souvenir de este breve paraíso de la Costa Azul.

Gisella Gallimi, Clarin.

0 comentarios