Las manías: rituales del día a día
Miedo a perder el control. Ésta es la razón de muchas de las manías que a diario practicamos los seres humanos. Controlar que las luces estén apagadas al salir de casa: un ritual que nos ayuda a sentirnos seguros.
Las manías son muchas y variadas. Todo el mundo las tiene. Y mientras éstas no sean más que una costumbre, no hay de qué preocuparse. Dicen los expertos que sólo estamos ante un caso médico cuando la manía determina el transcurso de la vida, cuando puede hacer quebrar relaciones u ocasionar problemas sociales.
El miedo es el que determina la vigencia de una manía. Miedo a perder el dominio sobre las situaciones. Miedo a que la no puesta en práctica de nuestro ritual llegue a tener fatales consecuencias.
"Si coloco mis lápices un línea recta antes de empezar a escribir evito un caos que en realidad nunca existió, pero la simetría me tranquiliza", dice Tom Diesbrock, psicólogo y psicoterapeuta, "hay gente que cuando va a ver un partido de fútbol se sienta siempre en el mismo sitio porque tiene miedo de que si ocupa otro puesto su equipo pierda".
Así, la vida se compone de pequeñas acciones calculadas con las que demostramos al azar quién manda en las cuestiones organizativas. Seguramente, las veces que una luz queda encendida sean mínimas y no merecen la atención continua de comprobar su estado cada día y cada vez que se sale de casa. Pero cuando tras cerrar la puerta, reina sólo el sentimiento de saber que todo está en orden.
Romper el ritual
El secreto reside en el control de la manía . "Si empiezo a llegar tarde al trabajo o no acudo a mis citas porque temo dejar la plancha en la posición incorrecta, debería ir al médico", dice Christina Rtoh-Sackenjeim, directora del Gremio de Médicos Psiquiatras y Psicoterapeutas, "O si me paso media hora comprobando que el horno esté apagado", explica Frank Meyer, Psicólogo jefe en la clínica de psicoterapia Christoph Dornier, en Münster.
El ser humano es un ser de costumbres, y la frase no es casual. Las costumbres son parte de la vida que hacemos. Una fuerza nos lleva a mantenerlas y sin ellas nos sentimos extraños. Pero en el momento en que prescindir de una manía no supone ningún problema, o es cuestión de un poco de fuerza de voluntad, nos movemos dentro del margen de lo mentalmente sano.
Aún así, quebrar de vez en cuando una manía le hace bien al alma. "Compruebe lo que sucede cuando se libra del ritual. Le sorprenderá, pero no pasa nada malo. Y usted aprende a enfrentarse a los riesgos", dice Meyer. Y habla un alemán.
Deutsche Welle
Las manías son muchas y variadas. Todo el mundo las tiene. Y mientras éstas no sean más que una costumbre, no hay de qué preocuparse. Dicen los expertos que sólo estamos ante un caso médico cuando la manía determina el transcurso de la vida, cuando puede hacer quebrar relaciones u ocasionar problemas sociales.
El miedo es el que determina la vigencia de una manía. Miedo a perder el dominio sobre las situaciones. Miedo a que la no puesta en práctica de nuestro ritual llegue a tener fatales consecuencias.
"Si coloco mis lápices un línea recta antes de empezar a escribir evito un caos que en realidad nunca existió, pero la simetría me tranquiliza", dice Tom Diesbrock, psicólogo y psicoterapeuta, "hay gente que cuando va a ver un partido de fútbol se sienta siempre en el mismo sitio porque tiene miedo de que si ocupa otro puesto su equipo pierda".
Así, la vida se compone de pequeñas acciones calculadas con las que demostramos al azar quién manda en las cuestiones organizativas. Seguramente, las veces que una luz queda encendida sean mínimas y no merecen la atención continua de comprobar su estado cada día y cada vez que se sale de casa. Pero cuando tras cerrar la puerta, reina sólo el sentimiento de saber que todo está en orden.
Romper el ritual
El secreto reside en el control de la manía . "Si empiezo a llegar tarde al trabajo o no acudo a mis citas porque temo dejar la plancha en la posición incorrecta, debería ir al médico", dice Christina Rtoh-Sackenjeim, directora del Gremio de Médicos Psiquiatras y Psicoterapeutas, "O si me paso media hora comprobando que el horno esté apagado", explica Frank Meyer, Psicólogo jefe en la clínica de psicoterapia Christoph Dornier, en Münster.
El ser humano es un ser de costumbres, y la frase no es casual. Las costumbres son parte de la vida que hacemos. Una fuerza nos lleva a mantenerlas y sin ellas nos sentimos extraños. Pero en el momento en que prescindir de una manía no supone ningún problema, o es cuestión de un poco de fuerza de voluntad, nos movemos dentro del margen de lo mentalmente sano.
Aún así, quebrar de vez en cuando una manía le hace bien al alma. "Compruebe lo que sucede cuando se libra del ritual. Le sorprenderá, pero no pasa nada malo. Y usted aprende a enfrentarse a los riesgos", dice Meyer. Y habla un alemán.
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