Guido Jose Mario Di Tella (1931 - 2001)
Guido nació en Argentina, en 1931. Era uno de los hijos del inmigrante italiano Torcuato Di Tella, uno de los más importantes empresarios schumpeterianos de la primera mitad del siglo XX (la biografía de Torcuato padre fue escrita por Torcuato S., hermano de Guido, y publicada en 1993).
Cursó estudios secundarios en la Escuela Argentina Modelo, recibiéndose de ingeniero en la UBA en 1955 , y de doctor en economía en el MIT en 1959. Enseñó en la UBA, en la UCA y en el Saint Antonys College, Oxford.
Apenas lo ví [a Guido] mientras trabajé en el Centro de Investigaciones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella, entre noviembre de 1963 y mediados de 1965; discutimos con intensidad una estimación que en mayo de 1973 yo había publicado en Indicadores de coyuntura [FIEL] sobre el tamaño de la inversión extranjera en Argentina; con el pánico que me producía el peronismo a comienzos de 1970, no me hizo ninguna gracia que formara parte de la comitiva que viajó a Europa para acompañar a Perón en su regreso al país en 1972; fue uno de mis entrevistados en Los economistas y la economía argentina (Ediciones Macchi, 1977); habló en la Librería del Colegio, en la presentación de mi libro Economía política del peronismo (El Cid, 1980), que junto con su Perón-Perón son las citas obligadas para los estudiosos del período; me invitó a participar en el inolvidable seminario que en 1984 organizó en Toledo [fue la única vez, que yo conozca, donde en un seminario organizado para analizar la política económica de un país, durante un cierto lapso, comparten una misma sala los académicos que analizan, y los ministros que protagonizaron los hechos analizados]; y desde entonces hemos charlado informalmente muchas veces... Me ayudó a que Henry Kissinger me permitiera reproducir material suyo en mi Los 10 mandamientos del buen gobierno según Henry Kissinger (El Cronista, 1991). Le tengo enorme estima a quien, de tanto en tanto, tiene dificultades porque habla como si estuviera participando eternamente en un seminario en Oxford, escribí en mis memorias (Apuntes a mitad de camino, Macchi, 1995).
Di Tella desarrolló su actividad en el plano empresario, en el político y de funcionario público y en el académico, como autor y profesor universitario.
Torcuato murió a los 56 años, cuando Guido tenía 18. Consecuentemente durante cierto tiempo la administración del conjunto de empresas Di Tella estuvo en manos de otras personas, pasando a la gestión suya y de su hermano Torcuato en algún momento de la segunda mitad de la década de 1950. Si por los resultados los conoceréis, esta porción de la actividad de Guido no se distinguió, ya que el grupo empresario terminó estatizado, a fines de la década de 1960 comienzos de la de 1970. Continuó con explotaciones agropecuarias (de hecho se descompuso en el campo dedicado a tambo, que tenía en Navarro, Provincia de Buenos Aires).
Su paso por la función pública derivó de su militancia en el peronismo. En 1954 fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, pero muy poco tiempo después del derrocamiento de Perón se convirtió, shoqueando supongo- a buena parte de su familia y amistades.
Durante el gobierno de Héctor J. Campora presidió el Fondo Nacional de las Artes, y durante el de Isabel Perón fue viceministro de economía durante la gestión de Antonio Cafiero. Durante el gobierno de Menem estuvo a punto de ser nuevamente viceministro de economía durante la gestión de Miguel Roig, pero quedó descolocado cuando pronosticó que el equipo económico arrancaría con un dólar requetealto. Entonces fue embajador en Estados Unidos, ministro de defensa, y ministro de relaciones exteriores durante más tiempo que cualquiera de sus antecesores en toda la historia argentina.
Di Tella inscribió su apellido en el listado de frases famosas de Argentina, cuando describió como carnales a las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos. Candidato a la chanza por su forma de expresarse, y no por su contenido, su pensamiento puede sintetizarse así: la aceptación de liderazgos políticos de parte de una gran potencia de predominio natural en la región del mundo en que un país está ubicado, lejos de indignidad, es sensatez... ¿Qué duda cabe que para muchos gobernantes y dirigentes políticos, los gestos de desafío a los grandes del mundo generan un intenso placer? Nosotros renunciamos a esa gratificación porque estamos conscientes de que ese beneficio emocional es para el gobernante, mientras que los costos generados por esos gestos los debe soportar el pueblo (Di Tella, 1991); uno de los problemas básicos de Argentina fue, durante muchos años, su política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales culturales, económicas y políticas... Esta actitud aislacionista llevó a tener también una actitud de confrontación con los principales países del Mundo... Lo que hemos hecho, básicamente, empezando en 1982, pero sobre todo en 1989, fue un cambio de alianzas o de perspectivas. Nos veíamos con problemas comunes con los países del llamado Tercer Mundo, y nos regodeábamos en una situación que tiene que ser visualizada por todos los países del mundo, como una situación transitoria no deseada... Con Estados Unidos estuvimos al borde de celebrar 100 años de mala relación. Esto, en las décadas de 1920 o 1930, no tenía costo alguno para Argentina, después empezó a tener costos crecientes... No puedo pedir que ahora alguien dé las gracias por el gran invento argentino de mantener buenas relaciones con Chile y con Estados Unidos... Algunos dicen que nuestra política es frívola. Bueno, en cierto sentido lo es. No hablamos de grandes principios, de grandes glorias, sino de cosas prácticas: de cuánto nos prestan, a qué tasa de interés y estamos apoyando gestiones como las del Plan [Nicholas F.] Brady... Argentina se ha vuelto hoy un país claramente confiable en el Mundo, bajo estándares de confiabilidad que existen en el mundo, es decir, no inventamos un estándar de confiabilidad especial para nosotros (Di Tella, 1996). Brillante, particularmente en un país donde la sensatez y la cordura parecen ser bienes tan escasos.
En la misma línea cabe inscribir su política de seducción a los kelpers, enviándoles ositos y tarjetas de navidad. Otra vez, proceder gran candidato a ser tomado en solfa, como cuando aclaró, en uno de los últimos reportajes que concedió, prefiero que los kelpers nos consideren boludos a peligrosos. Para mí esto es pensamiento profundo.
La muerte no le permitió finalizar la preparación de sus memorias. Por favor, que se publique lo que haya, en el estado en que lo dejó.
¿Por qué los economistas nos acordamos de Di Tella, más allá de la significativa oportunidad que le brindó a muchos compatriotas, tanto en el ámbito artístico como científico, a través del Instituto Torcuato Di Tella, creado a fines de la década de 1950?
Me tomé el trabajo de leer todo lo que escribió Guido (30 trabajos, 23 sólo-7 en colaboración; 2 libros, 28 artículos), sintetizando su fructífera labor en de Pablo (2002). Di Tella era monotemático, porque todos sus trabajos se refieren a... Argentina. Los clasifiqué en 5 categorías: la especificidad del desarrollo económico argentino, el desarrollo industrial, política y economía, otros trabajos, y labor gerencial. Escribía de manera muy atractiva (más que escribir, pintaba y en general murales monumentales). En el mejor estilo marshalliano los gráficos y las ecuaciones nunca formaron parte del núcleo de su argumentación, ilustraba muchas de sus ideas con cuadros estadísticos simples, y rara vez se apoyó en análisis econométricos, aún los rudimentarios. Al final de estas líneas cito sus principales obras, en mi reseña puede encontrarse la lista completa, cuya lectura recomiendo fervorosamente).
Guido no merecía vivir amargado su último par de años de vida, por un proceso judicial referido a la venta de armas (¿qué pecado pudo haber cometido al respecto? Al parecer no haber informado o denunciado- a sus superiores el contenido de un informe enviado por un embajador, sobre movimientos de las referidas armas. Es fácil imaginar la escena: puede ser que Di Tella no haya leído el informe, puede ser que haya considerado que no había que hacer nada al respecto, puede ser que se lo haya comentado al presidente Menem, quien le pudo haber dicho: dejalo por mi cuenta. Y cuando el presidente a un ministro le dice déjelo por mi cuenta, supongo que el ministro lo deja o renuncia-, y no sale con un megáfono para que el mundo se entere de lo que sucedió). Guido padecía de leucoencefalopatia progresiva multifocal, que no sé lo que significa pero suena grave. Un juez lo declaró incapaz de defenderse en juicio, luego de tomarle declaración indagatoria. Como digo, no merecía nada de esto.
Juan Carlos de Pablo, publicado originalmente en CONTEXTO, 647; Enero 1, 2002)
Cursó estudios secundarios en la Escuela Argentina Modelo, recibiéndose de ingeniero en la UBA en 1955 , y de doctor en economía en el MIT en 1959. Enseñó en la UBA, en la UCA y en el Saint Antonys College, Oxford.
Apenas lo ví [a Guido] mientras trabajé en el Centro de Investigaciones Económicas del Instituto Torcuato Di Tella, entre noviembre de 1963 y mediados de 1965; discutimos con intensidad una estimación que en mayo de 1973 yo había publicado en Indicadores de coyuntura [FIEL] sobre el tamaño de la inversión extranjera en Argentina; con el pánico que me producía el peronismo a comienzos de 1970, no me hizo ninguna gracia que formara parte de la comitiva que viajó a Europa para acompañar a Perón en su regreso al país en 1972; fue uno de mis entrevistados en Los economistas y la economía argentina (Ediciones Macchi, 1977); habló en la Librería del Colegio, en la presentación de mi libro Economía política del peronismo (El Cid, 1980), que junto con su Perón-Perón son las citas obligadas para los estudiosos del período; me invitó a participar en el inolvidable seminario que en 1984 organizó en Toledo [fue la única vez, que yo conozca, donde en un seminario organizado para analizar la política económica de un país, durante un cierto lapso, comparten una misma sala los académicos que analizan, y los ministros que protagonizaron los hechos analizados]; y desde entonces hemos charlado informalmente muchas veces... Me ayudó a que Henry Kissinger me permitiera reproducir material suyo en mi Los 10 mandamientos del buen gobierno según Henry Kissinger (El Cronista, 1991). Le tengo enorme estima a quien, de tanto en tanto, tiene dificultades porque habla como si estuviera participando eternamente en un seminario en Oxford, escribí en mis memorias (Apuntes a mitad de camino, Macchi, 1995).
Di Tella desarrolló su actividad en el plano empresario, en el político y de funcionario público y en el académico, como autor y profesor universitario.
Torcuato murió a los 56 años, cuando Guido tenía 18. Consecuentemente durante cierto tiempo la administración del conjunto de empresas Di Tella estuvo en manos de otras personas, pasando a la gestión suya y de su hermano Torcuato en algún momento de la segunda mitad de la década de 1950. Si por los resultados los conoceréis, esta porción de la actividad de Guido no se distinguió, ya que el grupo empresario terminó estatizado, a fines de la década de 1960 comienzos de la de 1970. Continuó con explotaciones agropecuarias (de hecho se descompuso en el campo dedicado a tambo, que tenía en Navarro, Provincia de Buenos Aires).
Su paso por la función pública derivó de su militancia en el peronismo. En 1954 fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, pero muy poco tiempo después del derrocamiento de Perón se convirtió, shoqueando supongo- a buena parte de su familia y amistades.
Durante el gobierno de Héctor J. Campora presidió el Fondo Nacional de las Artes, y durante el de Isabel Perón fue viceministro de economía durante la gestión de Antonio Cafiero. Durante el gobierno de Menem estuvo a punto de ser nuevamente viceministro de economía durante la gestión de Miguel Roig, pero quedó descolocado cuando pronosticó que el equipo económico arrancaría con un dólar requetealto. Entonces fue embajador en Estados Unidos, ministro de defensa, y ministro de relaciones exteriores durante más tiempo que cualquiera de sus antecesores en toda la historia argentina.
Di Tella inscribió su apellido en el listado de frases famosas de Argentina, cuando describió como carnales a las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos. Candidato a la chanza por su forma de expresarse, y no por su contenido, su pensamiento puede sintetizarse así: la aceptación de liderazgos políticos de parte de una gran potencia de predominio natural en la región del mundo en que un país está ubicado, lejos de indignidad, es sensatez... ¿Qué duda cabe que para muchos gobernantes y dirigentes políticos, los gestos de desafío a los grandes del mundo generan un intenso placer? Nosotros renunciamos a esa gratificación porque estamos conscientes de que ese beneficio emocional es para el gobernante, mientras que los costos generados por esos gestos los debe soportar el pueblo (Di Tella, 1991); uno de los problemas básicos de Argentina fue, durante muchos años, su política de aislamiento con respecto a las corrientes mundiales culturales, económicas y políticas... Esta actitud aislacionista llevó a tener también una actitud de confrontación con los principales países del Mundo... Lo que hemos hecho, básicamente, empezando en 1982, pero sobre todo en 1989, fue un cambio de alianzas o de perspectivas. Nos veíamos con problemas comunes con los países del llamado Tercer Mundo, y nos regodeábamos en una situación que tiene que ser visualizada por todos los países del mundo, como una situación transitoria no deseada... Con Estados Unidos estuvimos al borde de celebrar 100 años de mala relación. Esto, en las décadas de 1920 o 1930, no tenía costo alguno para Argentina, después empezó a tener costos crecientes... No puedo pedir que ahora alguien dé las gracias por el gran invento argentino de mantener buenas relaciones con Chile y con Estados Unidos... Algunos dicen que nuestra política es frívola. Bueno, en cierto sentido lo es. No hablamos de grandes principios, de grandes glorias, sino de cosas prácticas: de cuánto nos prestan, a qué tasa de interés y estamos apoyando gestiones como las del Plan [Nicholas F.] Brady... Argentina se ha vuelto hoy un país claramente confiable en el Mundo, bajo estándares de confiabilidad que existen en el mundo, es decir, no inventamos un estándar de confiabilidad especial para nosotros (Di Tella, 1996). Brillante, particularmente en un país donde la sensatez y la cordura parecen ser bienes tan escasos.
En la misma línea cabe inscribir su política de seducción a los kelpers, enviándoles ositos y tarjetas de navidad. Otra vez, proceder gran candidato a ser tomado en solfa, como cuando aclaró, en uno de los últimos reportajes que concedió, prefiero que los kelpers nos consideren boludos a peligrosos. Para mí esto es pensamiento profundo.
La muerte no le permitió finalizar la preparación de sus memorias. Por favor, que se publique lo que haya, en el estado en que lo dejó.
¿Por qué los economistas nos acordamos de Di Tella, más allá de la significativa oportunidad que le brindó a muchos compatriotas, tanto en el ámbito artístico como científico, a través del Instituto Torcuato Di Tella, creado a fines de la década de 1950?
Me tomé el trabajo de leer todo lo que escribió Guido (30 trabajos, 23 sólo-7 en colaboración; 2 libros, 28 artículos), sintetizando su fructífera labor en de Pablo (2002). Di Tella era monotemático, porque todos sus trabajos se refieren a... Argentina. Los clasifiqué en 5 categorías: la especificidad del desarrollo económico argentino, el desarrollo industrial, política y economía, otros trabajos, y labor gerencial. Escribía de manera muy atractiva (más que escribir, pintaba y en general murales monumentales). En el mejor estilo marshalliano los gráficos y las ecuaciones nunca formaron parte del núcleo de su argumentación, ilustraba muchas de sus ideas con cuadros estadísticos simples, y rara vez se apoyó en análisis econométricos, aún los rudimentarios. Al final de estas líneas cito sus principales obras, en mi reseña puede encontrarse la lista completa, cuya lectura recomiendo fervorosamente).
Guido no merecía vivir amargado su último par de años de vida, por un proceso judicial referido a la venta de armas (¿qué pecado pudo haber cometido al respecto? Al parecer no haber informado o denunciado- a sus superiores el contenido de un informe enviado por un embajador, sobre movimientos de las referidas armas. Es fácil imaginar la escena: puede ser que Di Tella no haya leído el informe, puede ser que haya considerado que no había que hacer nada al respecto, puede ser que se lo haya comentado al presidente Menem, quien le pudo haber dicho: dejalo por mi cuenta. Y cuando el presidente a un ministro le dice déjelo por mi cuenta, supongo que el ministro lo deja o renuncia-, y no sale con un megáfono para que el mundo se entere de lo que sucedió). Guido padecía de leucoencefalopatia progresiva multifocal, que no sé lo que significa pero suena grave. Un juez lo declaró incapaz de defenderse en juicio, luego de tomarle declaración indagatoria. Como digo, no merecía nada de esto.
Juan Carlos de Pablo, publicado originalmente en CONTEXTO, 647; Enero 1, 2002)
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