Un programa agrícola corre peligro en Bolivia
Diferencias políticas entre La Paz y Washington ponen en duda el futuro de un exitoso proyecto de educación capitalista
Cuando Jacinto Garnica habla sobre gestión agrícola, palabras en español se cuelan en su quechua nativo. Este indígena boliviano está lidiando con conceptos para los que su milenario vocabulario no tiene equivalentes: crédito, financiamiento, marketing.
Garnica y sus vecinos no sólo hablan. Su comunidad ha adoptado un innovador programa de ayuda, financiado por el gobierno de Estados Unidos, que entrena a los agricultores en el capitalismo de libre mercado y está mejorando mucho su nivel de vida.
Sin embargo, la política podría frenar la expansión del experimento a otras regiones empobrecidas de Bolivia. El presidente socialista Evo Morales está decidido a centralizar el control de la economía, lo que podría reducir el entusiasmo de Washington por seguir enviando dinero a un país que defiende políticas enfrentadas con las ideas estadounidenses.
Durante siglos, la agricultura de subsistencia fue la norma en este valle lleno de escombros en el sur de Bolivia, donde una geología rica en minerales produjo un paisaje espectacular y multicolor pero un suelo de poca calidad. Ahora, después de cuatro años de ayuda de Food for the Hungry International (FHI), una organización sin fines de lucro cristiana cuyos fondos provienen sobre todo del gobierno de EE.UU., los agricultores se están transformando en emprendedores.
El resultado es que el ingreso promedio de los 2.000 habitantes de Tomoyo saltó de US$287 a US$1.069 anuales desde 2002. Pese a los beneficios, el futuro del proyecto de Tomoyo, y de otras 800 iniciativas similares en Bolivia que dependen del dinero de la Agencia Internacional de Desarrollo de EE.UU. (USAID), está en duda, por culpa de las cada vez peores relaciones entre La Paz y Washington. Morales se opone a las políticas de desregulación de los mercados impulsadas por EE.UU., y su inclinación hacia un esquema de planificación centralizada podría dejar poco espacio para los proyectos locales de libre mercado como el de Tomoyo.
Funcionarios del gobierno de George W. Bush y legisladores estadounidenses, al mismo tiempo, están anonadados por la decisión de Morales un ex activista cocalero de fomentar el consumo tradicional de la hoja de coca. El cultivo de coca ha crecido hasta duplicar las 12.000 hectáreas reservadas por el gobierno para usos no ilegales, dicen fuentes del gobierno estadounidense, quienes se mostraron preocupadas por la posibilidad de que parte de esta producción pueda ser desviada hacia la producción de cocaína.
Aunque USAID está impulsando proyectos de desarrollo alternativo, en los que los agricultores siembran banano en lugar de coca, por ejemplo, EE.UU. dice que estos esfuerzos son a menudo entorpecidos por los sindicatos de agricultores de coca que presionan a las comunidades locales para que no participen.
El activo más importante de los agricultores de Tomoyo es el canal de riego terminado en 2002, después de que la FHI invirtiera US$1,2 millones, casi todo aportado por USAID, para demoler 15 kilómetros de roca.
De todas maneras, se necesita más dinero para enseñarles a los agricultores a usar el canal con fines comerciales. Gracias al riego, los agricultores han podido producir dos cosechas en un año, en lugar de una, e incluso a veces pueden llegar a tres plantaciones anuales. Para aprovechar esta mejora de la productividad, los agricultores han tenido que aprender hasta lo más básico del capitalismo.
Debieron aprender cómo producir lo que venden, y no vender lo que producen, dice Roberto Loayza Mayan, jefe regional del programa de comercialización de FHI, que tiene su sede en Ginebra, Suiza.
Gracias a los nuevos ingresos, los agricultores pueden alimentar mejor a sus familias con dietas más saludables. La malnutrición infantil bajó de 59% a 42% en la región desde 2002. Garnica dice que sus hijos ya no se quedan dormidos en la escuela.
POR MICHAEL CASEY, THE WALL STREET JOURNAL TOMOYO, BOLIVIA
Cuando Jacinto Garnica habla sobre gestión agrícola, palabras en español se cuelan en su quechua nativo. Este indígena boliviano está lidiando con conceptos para los que su milenario vocabulario no tiene equivalentes: crédito, financiamiento, marketing.
Garnica y sus vecinos no sólo hablan. Su comunidad ha adoptado un innovador programa de ayuda, financiado por el gobierno de Estados Unidos, que entrena a los agricultores en el capitalismo de libre mercado y está mejorando mucho su nivel de vida.
Sin embargo, la política podría frenar la expansión del experimento a otras regiones empobrecidas de Bolivia. El presidente socialista Evo Morales está decidido a centralizar el control de la economía, lo que podría reducir el entusiasmo de Washington por seguir enviando dinero a un país que defiende políticas enfrentadas con las ideas estadounidenses.
Durante siglos, la agricultura de subsistencia fue la norma en este valle lleno de escombros en el sur de Bolivia, donde una geología rica en minerales produjo un paisaje espectacular y multicolor pero un suelo de poca calidad. Ahora, después de cuatro años de ayuda de Food for the Hungry International (FHI), una organización sin fines de lucro cristiana cuyos fondos provienen sobre todo del gobierno de EE.UU., los agricultores se están transformando en emprendedores.
El resultado es que el ingreso promedio de los 2.000 habitantes de Tomoyo saltó de US$287 a US$1.069 anuales desde 2002. Pese a los beneficios, el futuro del proyecto de Tomoyo, y de otras 800 iniciativas similares en Bolivia que dependen del dinero de la Agencia Internacional de Desarrollo de EE.UU. (USAID), está en duda, por culpa de las cada vez peores relaciones entre La Paz y Washington. Morales se opone a las políticas de desregulación de los mercados impulsadas por EE.UU., y su inclinación hacia un esquema de planificación centralizada podría dejar poco espacio para los proyectos locales de libre mercado como el de Tomoyo.
Funcionarios del gobierno de George W. Bush y legisladores estadounidenses, al mismo tiempo, están anonadados por la decisión de Morales un ex activista cocalero de fomentar el consumo tradicional de la hoja de coca. El cultivo de coca ha crecido hasta duplicar las 12.000 hectáreas reservadas por el gobierno para usos no ilegales, dicen fuentes del gobierno estadounidense, quienes se mostraron preocupadas por la posibilidad de que parte de esta producción pueda ser desviada hacia la producción de cocaína.
Aunque USAID está impulsando proyectos de desarrollo alternativo, en los que los agricultores siembran banano en lugar de coca, por ejemplo, EE.UU. dice que estos esfuerzos son a menudo entorpecidos por los sindicatos de agricultores de coca que presionan a las comunidades locales para que no participen.
El activo más importante de los agricultores de Tomoyo es el canal de riego terminado en 2002, después de que la FHI invirtiera US$1,2 millones, casi todo aportado por USAID, para demoler 15 kilómetros de roca.
De todas maneras, se necesita más dinero para enseñarles a los agricultores a usar el canal con fines comerciales. Gracias al riego, los agricultores han podido producir dos cosechas en un año, en lugar de una, e incluso a veces pueden llegar a tres plantaciones anuales. Para aprovechar esta mejora de la productividad, los agricultores han tenido que aprender hasta lo más básico del capitalismo.
Debieron aprender cómo producir lo que venden, y no vender lo que producen, dice Roberto Loayza Mayan, jefe regional del programa de comercialización de FHI, que tiene su sede en Ginebra, Suiza.
Gracias a los nuevos ingresos, los agricultores pueden alimentar mejor a sus familias con dietas más saludables. La malnutrición infantil bajó de 59% a 42% en la región desde 2002. Garnica dice que sus hijos ya no se quedan dormidos en la escuela.
POR MICHAEL CASEY, THE WALL STREET JOURNAL TOMOYO, BOLIVIA
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