¿Mano de obra inmigrante o máquinas?
Por qué la automatización sigue siendo un mal sustituto para la mano de obra poco calificada
¿Por qué no automatizan los empleadores estadounidenses los trabajos poco calificados que ahora atraen a tantos inmigrantes ilegales?
La cosechadora de lechugas de Steve Scaroni ayuda a responder esta pregunta. En plena temporada de cosecha, la máquina que Scaroni ha construido por aproximadamente US$1 millón estaba estacionada en un taller, debido a un defecto de diseño que hacía que demasiadas cabezas de lechuga cayeran de vuelta al campo.
Su compañía, Valley Harvesting & Packing Inc., cosecha unos 450 kilos de lechuga al día. Incluso cuando funciona, la cosechadora, formada por una sierra, una barredora y una cinta transportadora, sólo recorta las necesidades laborales de Scaroni en una cuarta parte y, en una cosecha tan delicada como ésta, la máquina causa tantos estropicios que el resultado final no sirve más que para mezcla de ensaladas envasadas.
En Estados Unidos, un país profundamente dividido sobre la inmigración, algunos economistas han sugerido que las innovaciones tecnológicas podrían ofrecer una solución a la dependencia de la economía de los trabajadores ilegales.
Pero la problemática cosechadora de Scaroni ilustra que es poco probable que la mecanización reduzca la demanda de inmigrantes ilegales a corto plazo. Para la mayor parte de las tareas que desempeñan, no existe un sustituto de alta tecnología.
Los inmigrantes ilegales representan alrededor del 5% de la fuerza laboral de EE.UU., pero más de una cuarta parte de los trabajadores se concentran en el campo, la construcción y las plantas procesadoras de alimentos. Estos empleos atraen cada año a unos 500.000 empleados no calificados.
Otros sectores que recurren a estos trabajadores también se han automatizado. La industria avícola ahora utiliza máquinas para atrapar, matar, pelar y vaciar a los pollos.
Mentalidad de corto plazo Sin embargo, otros economistas aseguran que esto no representa mucho progreso. Lo que me llamó la atención fueron los pocos ejemplos que hay de empleadores que piensen a largo plazo, dice Philip Martin, economista de la Universidad de California en Davis.
Parte del problema, explica, es que las propuestas de trabajadores temporales que circulan en Washington envían una señal de que el suministro de trabajo poco calificado continuará.
Eso ha disuadido a las autoridades locales y a la industria de invertir en investigación y desarrollo, añade.
Scaroni, de 49 años, necesita a unos 1.500 trabajadores para cumplir con sus contratos de cosecha en el verano y unos 700 durante el invierno, cuando muda sus operaciones a la frontera con México. El año pasado, dice, empezó a temer que la presión política para lidiar con la inmigración ilegal lo dejaría sin trabajadores. Las leyes locales requieren que le pida a sus empleados su identificación y un permiso para trabajar en EE.UU. Sin embargo, no está obligado a comprobar su autenticidad y el uso de documentos falsificados es una práctica común en la industria agrícola. Scaroni asegura que, hasta dónde él sabe, no emplea a trabajadores ilegales.
La máquina de Scaroni costará unos US$50.000 en arreglarse y estará fuera de servicio por dos semanas. Mientras tanto, Scaroni ha empezado a trasladar parte de su operación a la parte central de México y con ello, parte del negocio que antes les daba a los comerciantes de Salinas. Los clientes quieren lechugas.
Y alguien va a tener que cortarlas, asegura.
POR JUNE KRONHOLZ, THE WALL STREET JOURNAL
¿Por qué no automatizan los empleadores estadounidenses los trabajos poco calificados que ahora atraen a tantos inmigrantes ilegales?
La cosechadora de lechugas de Steve Scaroni ayuda a responder esta pregunta. En plena temporada de cosecha, la máquina que Scaroni ha construido por aproximadamente US$1 millón estaba estacionada en un taller, debido a un defecto de diseño que hacía que demasiadas cabezas de lechuga cayeran de vuelta al campo.
Su compañía, Valley Harvesting & Packing Inc., cosecha unos 450 kilos de lechuga al día. Incluso cuando funciona, la cosechadora, formada por una sierra, una barredora y una cinta transportadora, sólo recorta las necesidades laborales de Scaroni en una cuarta parte y, en una cosecha tan delicada como ésta, la máquina causa tantos estropicios que el resultado final no sirve más que para mezcla de ensaladas envasadas.
En Estados Unidos, un país profundamente dividido sobre la inmigración, algunos economistas han sugerido que las innovaciones tecnológicas podrían ofrecer una solución a la dependencia de la economía de los trabajadores ilegales.
Pero la problemática cosechadora de Scaroni ilustra que es poco probable que la mecanización reduzca la demanda de inmigrantes ilegales a corto plazo. Para la mayor parte de las tareas que desempeñan, no existe un sustituto de alta tecnología.
Los inmigrantes ilegales representan alrededor del 5% de la fuerza laboral de EE.UU., pero más de una cuarta parte de los trabajadores se concentran en el campo, la construcción y las plantas procesadoras de alimentos. Estos empleos atraen cada año a unos 500.000 empleados no calificados.
Otros sectores que recurren a estos trabajadores también se han automatizado. La industria avícola ahora utiliza máquinas para atrapar, matar, pelar y vaciar a los pollos.
Mentalidad de corto plazo Sin embargo, otros economistas aseguran que esto no representa mucho progreso. Lo que me llamó la atención fueron los pocos ejemplos que hay de empleadores que piensen a largo plazo, dice Philip Martin, economista de la Universidad de California en Davis.
Parte del problema, explica, es que las propuestas de trabajadores temporales que circulan en Washington envían una señal de que el suministro de trabajo poco calificado continuará.
Eso ha disuadido a las autoridades locales y a la industria de invertir en investigación y desarrollo, añade.
Scaroni, de 49 años, necesita a unos 1.500 trabajadores para cumplir con sus contratos de cosecha en el verano y unos 700 durante el invierno, cuando muda sus operaciones a la frontera con México. El año pasado, dice, empezó a temer que la presión política para lidiar con la inmigración ilegal lo dejaría sin trabajadores. Las leyes locales requieren que le pida a sus empleados su identificación y un permiso para trabajar en EE.UU. Sin embargo, no está obligado a comprobar su autenticidad y el uso de documentos falsificados es una práctica común en la industria agrícola. Scaroni asegura que, hasta dónde él sabe, no emplea a trabajadores ilegales.
La máquina de Scaroni costará unos US$50.000 en arreglarse y estará fuera de servicio por dos semanas. Mientras tanto, Scaroni ha empezado a trasladar parte de su operación a la parte central de México y con ello, parte del negocio que antes les daba a los comerciantes de Salinas. Los clientes quieren lechugas.
Y alguien va a tener que cortarlas, asegura.
POR JUNE KRONHOLZ, THE WALL STREET JOURNAL
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