Financiamiento de las microempresas
El financiamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas ha sido un tema relevante y recurrente en la discusión pública desde hace ya varios años. Más allá de si se cruza o se confunde con planteamientos sobre reprogramaciones y/o condonaciones de deudas, es evidente que el desarrollo de la gran mayoría de las empresas de nuestro país, por lo menos de aquellas que no tienen la posibilidad de emitir títulos de deuda de manera directa, pasa por enfrentar el reto de diseñar mecanismos inteligentes y novedosos de acceso a recursos de capital.
Hoy en día nadie duda de la apertura del sistema financiero al financiamiento de segmentos de empresas que, en épocas no muy lejanas, no eran de especial atractivo para la banca. El desarrollo de las microempresas y su bancarización ha sido un fenómeno que se ha masificado en los últimos años. La cobertura de financiamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas en Chile ha alcanzado niveles comparables con los países desarrollados como es el caso de Estados Unidos. Los porcentajes de empresas con créditos vigentes en el sistema financiero han llegado a niveles cercanos al 40%, 66% y 75%, respectivamente. En el país del norte las cifras comparables para empresas de menor tamaño bordean el 50%.
A partir de lo anterior, surgen varias preguntas que son evidentes y desafiantes ¿No hay nada más que hacer en esta materia? ¿Las políticas públicas implementadas ya cumplieron su objetivo y no se justifica seguir profundizando en la bancarización de estas empresas? La respuesta es igualmente clara. El desafío del desarrollo de las empresas de menor tamaño aún persiste y, en ese plano, el tema del acceso al financiamiento sigue siendo relevante.
Cuando los analistas y los policy makers se enfrentan a la tarea de proponer ajustes al instrumental de apoyo al acceso al financiamiento de las pequeñas empresas, deben agudizar la mirada para atender otros aspectos del diseño de estos instrumentos.
Si bien no hay financiamiento más caro que aquel que no está disponible -y en esa perspectiva los avances en la materia han sido más que significativos-, a ojos de quien necesita los recursos, el acceder a capital a costos muy altos o en modalidades de servicio de la deuda que no se ajusten a los perfiles de flujos de ingresos de los proyectos, representa un problema igualmente agobiante. Probablemente el resultado de esto no se perciba en el corto plazo, pero un esquema de financiamiento con las dificultades señaladas, tarde o temprano terminará siendo un escollo.
Es ese el desafío a enfrentar. Desarrollar un financiamiento de calidad implica generar instrumentos novedosos de acceso, que garanticen que las buenas ideas, en manos de buenos gestores, dependan fundamentalmente de esas condiciones para ser exitosas. La tendencia de nuestro sistema financiero de analizar al cliente mirándolo por el espejo retrovisor tiene limitantes que son evidentes. Buenas historias de crecimiento empresarial, con malas perspectivas futuras, pueden terminar siendo ejemplos de cosas que no hay que hacer (¿Alguien se acuerda de la industria del pelo de conejo angora en nuestro país?). En la otra esquina, buenos proyectos de ajuste productivo, con datos históricos no tan llamativos, pueden derivar en el sacrificio de emprendedores valiosos, con suficiente experiencia y conocimiento sobre qué hacer y qué no.
El desarrollo de la industria de Capital de Riesgo va en la dirección correcta. La potencialidad de los proyectos que requieren de financiamiento es un factor determinante para cautivar el interés de los administradores de estos fondos y la acción que desarrolla Corfo en orden a estimular el proceso innovativo, complementa los avances en la consolidación de dicha industria. Sin embargo, nos queda aún por avanzar en la lógica de aquellas otras necesidades de financiamiento que no se resuelven sino con instrumentos que operan a través de intermediarios financieros más tradicionales. Ahí también tenemos puesta la mirada.
Cristián Palma Arancibia, gerente de Intermediación Financiera, Corfo
Hoy en día nadie duda de la apertura del sistema financiero al financiamiento de segmentos de empresas que, en épocas no muy lejanas, no eran de especial atractivo para la banca. El desarrollo de las microempresas y su bancarización ha sido un fenómeno que se ha masificado en los últimos años. La cobertura de financiamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas en Chile ha alcanzado niveles comparables con los países desarrollados como es el caso de Estados Unidos. Los porcentajes de empresas con créditos vigentes en el sistema financiero han llegado a niveles cercanos al 40%, 66% y 75%, respectivamente. En el país del norte las cifras comparables para empresas de menor tamaño bordean el 50%.
A partir de lo anterior, surgen varias preguntas que son evidentes y desafiantes ¿No hay nada más que hacer en esta materia? ¿Las políticas públicas implementadas ya cumplieron su objetivo y no se justifica seguir profundizando en la bancarización de estas empresas? La respuesta es igualmente clara. El desafío del desarrollo de las empresas de menor tamaño aún persiste y, en ese plano, el tema del acceso al financiamiento sigue siendo relevante.
Cuando los analistas y los policy makers se enfrentan a la tarea de proponer ajustes al instrumental de apoyo al acceso al financiamiento de las pequeñas empresas, deben agudizar la mirada para atender otros aspectos del diseño de estos instrumentos.
Si bien no hay financiamiento más caro que aquel que no está disponible -y en esa perspectiva los avances en la materia han sido más que significativos-, a ojos de quien necesita los recursos, el acceder a capital a costos muy altos o en modalidades de servicio de la deuda que no se ajusten a los perfiles de flujos de ingresos de los proyectos, representa un problema igualmente agobiante. Probablemente el resultado de esto no se perciba en el corto plazo, pero un esquema de financiamiento con las dificultades señaladas, tarde o temprano terminará siendo un escollo.
Es ese el desafío a enfrentar. Desarrollar un financiamiento de calidad implica generar instrumentos novedosos de acceso, que garanticen que las buenas ideas, en manos de buenos gestores, dependan fundamentalmente de esas condiciones para ser exitosas. La tendencia de nuestro sistema financiero de analizar al cliente mirándolo por el espejo retrovisor tiene limitantes que son evidentes. Buenas historias de crecimiento empresarial, con malas perspectivas futuras, pueden terminar siendo ejemplos de cosas que no hay que hacer (¿Alguien se acuerda de la industria del pelo de conejo angora en nuestro país?). En la otra esquina, buenos proyectos de ajuste productivo, con datos históricos no tan llamativos, pueden derivar en el sacrificio de emprendedores valiosos, con suficiente experiencia y conocimiento sobre qué hacer y qué no.
El desarrollo de la industria de Capital de Riesgo va en la dirección correcta. La potencialidad de los proyectos que requieren de financiamiento es un factor determinante para cautivar el interés de los administradores de estos fondos y la acción que desarrolla Corfo en orden a estimular el proceso innovativo, complementa los avances en la consolidación de dicha industria. Sin embargo, nos queda aún por avanzar en la lógica de aquellas otras necesidades de financiamiento que no se resuelven sino con instrumentos que operan a través de intermediarios financieros más tradicionales. Ahí también tenemos puesta la mirada.
Cristián Palma Arancibia, gerente de Intermediación Financiera, Corfo
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