Con los rabinos a la cabeza, la comunidad judía se está restableciendo en Alemania
La población judía de Alemania es la de más rápido crecimiento en Europa y ya se están ordenando rabinos allí por primera vez desde 1942.
Cuando Luba hizo las valijas para mudarse de San Petersburgo a Berlín, sus amigos y parientes no podían entender el atractivo de instalarse en un país que alguna vez había exterminado a todos sus judíos. "Mis padres no querían que viniera aquí", dice la mujer judía de 55 años, que se mudó a la ciudad con sus hijos hace 15 años. "Cuando llegué a Berlín, me cruzaba con hombres alemanes mayores y me preguntaba qué habrían hecho durante la guerra. Ahora, ese sentimiento pasó. Este es mi hogar".
La ex ingeniera de telecomunicaciones vive en un edificio de departamentos en el distrito de Berlín llamado Wedding. Sentada en su living bien ordenado, recuerda cuando se fue de Rusia durante la conmoción por las reformas de Gorbachov. "Los precios aumentaban, todo era incierto y me preocupaba perder mi empleo. Entonces la prensa empezó a culpar a los judíos por lo que había pasado. Teníamos miedo por nuestro futuro", dice, haciendo una pausa de tanto en tanto para encontrar las palabras correctas en alemán.
Ahora no piensa moverse de Berlín, a pesar de que le cuesta encontrar trabajo en Alemania un país donde el desempleo es alto, especialmente entre la gente de más edad-. Su hija está en la universidad y hasta su padre superó su escepticismo inicial para pasar sus últimos años en el país: "Se dio cuenta de que Alemania hoy no hace diferencia si uno es judío o no", dice.
Luba, que prefiere no revelar su apellido, está entre los aproximadamente 200.000 judíos que se mudaron a Alemania desde que la Unión Soviética se desintegró a principios de los 90. Gracias a ellos, la población judía de Alemania es la de más rápido crecimiento de Europa. En septiembre, tres rabinos se ordenaron en la ciudad de Potsdam la primera ceremonia de este tipo en el país desde que los hombres de Hitler cerraron el último seminario judío en 1942-. Malcolm Mattitiani, uno de los tres rabinos recientemente ordenados, describió la ceremonia como "una victoria encubierta contra los nazis", y los políticos nacionales se hicieron eco de su felicidad. "Después del Holocausto, mucha gente nunca pudo imaginar que la vida judía en Alemania podía volver a prosperar", dijo el presidente Horst Koehler. "Es por eso que la primera ordenación de rabinos en Alemania es un acontecimiento muy especial".
Según los líderes de la comunidad, se necesitan muchos más rabinos. El rabino Walter Rotschild, radicado en Berlín, por ejemplo, se ocupa de 10 comunidades diseminadas en todo el país un trabajo que implica muchos viajes y un uso constante del teléfono celular.
La ironía de la situación no se termina en Rotschild, un británico que nació en Bradford, en el norte de Inglaterra, pero que vivió en Alemania durante ocho años. Su padre alemán huyó de los nazis en 1939, en busca de refugio en Inglaterra. "Es una enorme paradoja histórica", dice. "En los años 30 y 40, los alemanes querían deshacerse de los judíos y mantener a los rusos alejados. Ahora quieren importar judíos rusos".
Los nuevos arribos hicieron crecer a la comunidad y Berlín hoy tiene un nuevo centro de cuidado infantil y una escuela judíos. Pero el flujo también trajo problemas. Rotschild y otros rabinos no ocultan las divisiones en la comunidad judía expandida. Hay un choque cultural entre la comunidad judía alemana establecida y socialmente conservadora y sus pares rusos principalmente seculares. En la Unión Soviética, los judíos sufrieron discriminación y, en casos extremos, violencia o asesinatos. En autodefensa, algunos ocultaron su religión y muchos dejaron de lado las tradiciones judías.
Después que cayó el muro de Berlín, muchos sacaron pasaje a Alemania, dando lugar a un mercado negro de pasaportes de judíos rusos. "En los años 30 y 40, la gente falsificaba papeles para no ser judía", dice Rotschild. "Ahora lo hacen para ser judíos. Por primera vez en 2.000 años, es una ventaja ser judío".
Sin embargo, a pesar de los 200.000 nuevos arribos, los judíos de Alemania oficialmente son 105.000, porque muchos de los inmigrantes no son practicantes. Si bien para algunos ésta es una cuestión de preferencia, a otros los rechazan porque tienen un padre judío pero una madre que no es judía.
Sólo una minoría de los inmigrantes más viejos hablan Yiddish y pocos tienen conocimiento cultural y religioso del judaísmo. Muchos de los que viven en Berlín están casados con no judíos. Esta distancia de la tradición preocupa a algunos en la comunidad establecida que considera a los inmigrantes como "no judíos".
Johann Colden, del Centro Cultural Judío, espera que la expansión de la comunidad implique un replanteo de lo que significa ser judío en Alemania. "Las actitudes alemanas hacia los judíos siguen incluyendo muchos clichés. No entienden cuando alguien dice que es judío pero no religioso", dice Colden, que se define como un judío secular. "En Estados Unidos, Gran Bretaña o Israel es diferente. Ahí ser judío también tiene que ver con una cuestión étnica". En Alemania, este cambio tal vez resulte más difícil, dada la idea de una raza judía como una piedra angular de la ideología nazi.
La oficina de Colden está situada cerca del ex Scheunenviertel, literalmente "barrio de los graneros", que fue hogar de una porción sustancial de la población judía de Berlín hasta la guerra. El Centro Cultural Judío, que tiene sus raíces en la ex Alemania del este, fue uno de los primeros grupos en presionar para que se permitiera el ingreso de los judíos rusos a Alemania.
Pero el gobierno recientemente decidió que no es suficiente con mostrar un pasaporte o certificado de nacimiento. Ahora se utiliza un llamado "sistema de puntos" para controlar quién ingresa al país. Este sistema tiene en cuenta la edad y las calificaciones de los inmigrantes, lo que significa que muchas familias están separadas y sólo pueden ingresar los miembros más jóvenes y los que se integren más fácilmente.
Estos días, Rotschild y otros rabinos tienen que entrevistar a los recién llegados para establecer si se los considera judíos según la ley judía por ejemplo, si tienen madre judía o no-. No es un trabajo que le guste, aunque lo sorprendió lo desconectados que están algunos de los recién llegados del judaísmo. Describe a un judío ruso al que, mientras estaba internado en un hospital, le preguntaron si quería hablar con un rabino. "¿Qué es un rabino?" fue su respuesta. Rotschild sacude la cabeza.
A la vuelta del departamento del rabino trabaja Manuela Hoffmann-Bleiberg, una de los pocos integrantes nacidos y criados dentro de la comunidad judía de Berlín. Muchos miembros de su familia murieron en campos de concentración y muchos amigos y conocidos se mudaron a Estados Unidos o Israel. La mujer tiene un restaurante al que concurren pocos clientes rusos: "Es difícil juntar a las dos poblaciones. Ellos tienden a sentirse más rusos que judíos, mientras que la gente como yo se define primero como judía y después como alemana".
Unos pocos alemanes dicen que ningún grupo pertenece a "su" país. La cantidad de crímenes violentos cometidos por los neonazis durante la primera mitad de este año casi duplicó la cantidad de hace dos años. En septiembre, mientras tanto, el partido NPD de extrema derecha ganó bancas en el parlamento regional. Eso le da voz y voto a hombres como Udo Voigt, líder del NPD, que catalogó a Hitler de "gran estadista alemán".
"Lo que nos preocupa es que los antisemitas están cuidadosamente organizados. Ya no son sólo los skinheads", dice Johann Colden. Y eso creó una sensación de inseguridad, como se percibe en la tienda kosher Plazl. Su dueño israelí, Uri, es un hombre enérgico que habla alemán, pero cuya conversación transcurre mayormente en hebreo. Afuera, un patrullero se detiene. Un policía se baja y espía por la vidriera. "Vienen a cada hora", dice Uri, que vive en Alemania desde hace 20 años. "Hacen circular a los autos si estuvieron estacionados aquí mucho tiempo. Todavía no pasó nada, pero nunca se sabe".
Esa sensación de "nunca se sabe" crece en la comunidad. Policías armados hacen guardias las 24 horas del día en la puerta de las sinagogas. Hay patrullajes constantes en el Museo Judío y el nuevo monumento del Holocausto en la capital.
"Estamos aquí por los neonazis y la amenaza de los terroristas islámicos. Ambos", explica un policía frente a una sinagoga. El riesgo de violencia existe. El dueño de Plazl dice que nunca tuvo problemas, excepto por algún insulto. Pero a otros les fue peor.
La tienda israelí era un pequeño negocio y bar kosher que abrió en 2002 cerca del aeropuerto internacional Tegel. A poco de abrir, unos neonazis jóvenes insultaron y amenazaron al dueño, Dieter Thamm. Luego unos jóvenes árabes aparecieron y escupieron en la comida de sus clientes. El abuso era recurrente y hasta los clientes locales dejaron de ir. En junio de 2003, Thamm, cuya familia había sido asesinada en el Holocausto, estaba psicológica y financieramente quebrado. Cerró su negocio y decidió irse del país.
Afortunadamente, el panorama más amplio es más alentador. Sentado en la puerta de un café, Peter Sommer, que tenía 9 años cuando Hitler murió, dice que celebra los cambios por los que está pasando su país. "Me alegra que los judíos estén nuevamente aquí", dice, mientras ordena un bagel. "Cada judío que viene al país nos ayuda a dejar atrás la Segunda Guerra Mundial".
Jess Smee, The Guardian.
Cuando Luba hizo las valijas para mudarse de San Petersburgo a Berlín, sus amigos y parientes no podían entender el atractivo de instalarse en un país que alguna vez había exterminado a todos sus judíos. "Mis padres no querían que viniera aquí", dice la mujer judía de 55 años, que se mudó a la ciudad con sus hijos hace 15 años. "Cuando llegué a Berlín, me cruzaba con hombres alemanes mayores y me preguntaba qué habrían hecho durante la guerra. Ahora, ese sentimiento pasó. Este es mi hogar".
La ex ingeniera de telecomunicaciones vive en un edificio de departamentos en el distrito de Berlín llamado Wedding. Sentada en su living bien ordenado, recuerda cuando se fue de Rusia durante la conmoción por las reformas de Gorbachov. "Los precios aumentaban, todo era incierto y me preocupaba perder mi empleo. Entonces la prensa empezó a culpar a los judíos por lo que había pasado. Teníamos miedo por nuestro futuro", dice, haciendo una pausa de tanto en tanto para encontrar las palabras correctas en alemán.
Ahora no piensa moverse de Berlín, a pesar de que le cuesta encontrar trabajo en Alemania un país donde el desempleo es alto, especialmente entre la gente de más edad-. Su hija está en la universidad y hasta su padre superó su escepticismo inicial para pasar sus últimos años en el país: "Se dio cuenta de que Alemania hoy no hace diferencia si uno es judío o no", dice.
Luba, que prefiere no revelar su apellido, está entre los aproximadamente 200.000 judíos que se mudaron a Alemania desde que la Unión Soviética se desintegró a principios de los 90. Gracias a ellos, la población judía de Alemania es la de más rápido crecimiento de Europa. En septiembre, tres rabinos se ordenaron en la ciudad de Potsdam la primera ceremonia de este tipo en el país desde que los hombres de Hitler cerraron el último seminario judío en 1942-. Malcolm Mattitiani, uno de los tres rabinos recientemente ordenados, describió la ceremonia como "una victoria encubierta contra los nazis", y los políticos nacionales se hicieron eco de su felicidad. "Después del Holocausto, mucha gente nunca pudo imaginar que la vida judía en Alemania podía volver a prosperar", dijo el presidente Horst Koehler. "Es por eso que la primera ordenación de rabinos en Alemania es un acontecimiento muy especial".
Según los líderes de la comunidad, se necesitan muchos más rabinos. El rabino Walter Rotschild, radicado en Berlín, por ejemplo, se ocupa de 10 comunidades diseminadas en todo el país un trabajo que implica muchos viajes y un uso constante del teléfono celular.
La ironía de la situación no se termina en Rotschild, un británico que nació en Bradford, en el norte de Inglaterra, pero que vivió en Alemania durante ocho años. Su padre alemán huyó de los nazis en 1939, en busca de refugio en Inglaterra. "Es una enorme paradoja histórica", dice. "En los años 30 y 40, los alemanes querían deshacerse de los judíos y mantener a los rusos alejados. Ahora quieren importar judíos rusos".
Los nuevos arribos hicieron crecer a la comunidad y Berlín hoy tiene un nuevo centro de cuidado infantil y una escuela judíos. Pero el flujo también trajo problemas. Rotschild y otros rabinos no ocultan las divisiones en la comunidad judía expandida. Hay un choque cultural entre la comunidad judía alemana establecida y socialmente conservadora y sus pares rusos principalmente seculares. En la Unión Soviética, los judíos sufrieron discriminación y, en casos extremos, violencia o asesinatos. En autodefensa, algunos ocultaron su religión y muchos dejaron de lado las tradiciones judías.
Después que cayó el muro de Berlín, muchos sacaron pasaje a Alemania, dando lugar a un mercado negro de pasaportes de judíos rusos. "En los años 30 y 40, la gente falsificaba papeles para no ser judía", dice Rotschild. "Ahora lo hacen para ser judíos. Por primera vez en 2.000 años, es una ventaja ser judío".
Sin embargo, a pesar de los 200.000 nuevos arribos, los judíos de Alemania oficialmente son 105.000, porque muchos de los inmigrantes no son practicantes. Si bien para algunos ésta es una cuestión de preferencia, a otros los rechazan porque tienen un padre judío pero una madre que no es judía.
Sólo una minoría de los inmigrantes más viejos hablan Yiddish y pocos tienen conocimiento cultural y religioso del judaísmo. Muchos de los que viven en Berlín están casados con no judíos. Esta distancia de la tradición preocupa a algunos en la comunidad establecida que considera a los inmigrantes como "no judíos".
Johann Colden, del Centro Cultural Judío, espera que la expansión de la comunidad implique un replanteo de lo que significa ser judío en Alemania. "Las actitudes alemanas hacia los judíos siguen incluyendo muchos clichés. No entienden cuando alguien dice que es judío pero no religioso", dice Colden, que se define como un judío secular. "En Estados Unidos, Gran Bretaña o Israel es diferente. Ahí ser judío también tiene que ver con una cuestión étnica". En Alemania, este cambio tal vez resulte más difícil, dada la idea de una raza judía como una piedra angular de la ideología nazi.
La oficina de Colden está situada cerca del ex Scheunenviertel, literalmente "barrio de los graneros", que fue hogar de una porción sustancial de la población judía de Berlín hasta la guerra. El Centro Cultural Judío, que tiene sus raíces en la ex Alemania del este, fue uno de los primeros grupos en presionar para que se permitiera el ingreso de los judíos rusos a Alemania.
Pero el gobierno recientemente decidió que no es suficiente con mostrar un pasaporte o certificado de nacimiento. Ahora se utiliza un llamado "sistema de puntos" para controlar quién ingresa al país. Este sistema tiene en cuenta la edad y las calificaciones de los inmigrantes, lo que significa que muchas familias están separadas y sólo pueden ingresar los miembros más jóvenes y los que se integren más fácilmente.
Estos días, Rotschild y otros rabinos tienen que entrevistar a los recién llegados para establecer si se los considera judíos según la ley judía por ejemplo, si tienen madre judía o no-. No es un trabajo que le guste, aunque lo sorprendió lo desconectados que están algunos de los recién llegados del judaísmo. Describe a un judío ruso al que, mientras estaba internado en un hospital, le preguntaron si quería hablar con un rabino. "¿Qué es un rabino?" fue su respuesta. Rotschild sacude la cabeza.
A la vuelta del departamento del rabino trabaja Manuela Hoffmann-Bleiberg, una de los pocos integrantes nacidos y criados dentro de la comunidad judía de Berlín. Muchos miembros de su familia murieron en campos de concentración y muchos amigos y conocidos se mudaron a Estados Unidos o Israel. La mujer tiene un restaurante al que concurren pocos clientes rusos: "Es difícil juntar a las dos poblaciones. Ellos tienden a sentirse más rusos que judíos, mientras que la gente como yo se define primero como judía y después como alemana".
Unos pocos alemanes dicen que ningún grupo pertenece a "su" país. La cantidad de crímenes violentos cometidos por los neonazis durante la primera mitad de este año casi duplicó la cantidad de hace dos años. En septiembre, mientras tanto, el partido NPD de extrema derecha ganó bancas en el parlamento regional. Eso le da voz y voto a hombres como Udo Voigt, líder del NPD, que catalogó a Hitler de "gran estadista alemán".
"Lo que nos preocupa es que los antisemitas están cuidadosamente organizados. Ya no son sólo los skinheads", dice Johann Colden. Y eso creó una sensación de inseguridad, como se percibe en la tienda kosher Plazl. Su dueño israelí, Uri, es un hombre enérgico que habla alemán, pero cuya conversación transcurre mayormente en hebreo. Afuera, un patrullero se detiene. Un policía se baja y espía por la vidriera. "Vienen a cada hora", dice Uri, que vive en Alemania desde hace 20 años. "Hacen circular a los autos si estuvieron estacionados aquí mucho tiempo. Todavía no pasó nada, pero nunca se sabe".
Esa sensación de "nunca se sabe" crece en la comunidad. Policías armados hacen guardias las 24 horas del día en la puerta de las sinagogas. Hay patrullajes constantes en el Museo Judío y el nuevo monumento del Holocausto en la capital.
"Estamos aquí por los neonazis y la amenaza de los terroristas islámicos. Ambos", explica un policía frente a una sinagoga. El riesgo de violencia existe. El dueño de Plazl dice que nunca tuvo problemas, excepto por algún insulto. Pero a otros les fue peor.
La tienda israelí era un pequeño negocio y bar kosher que abrió en 2002 cerca del aeropuerto internacional Tegel. A poco de abrir, unos neonazis jóvenes insultaron y amenazaron al dueño, Dieter Thamm. Luego unos jóvenes árabes aparecieron y escupieron en la comida de sus clientes. El abuso era recurrente y hasta los clientes locales dejaron de ir. En junio de 2003, Thamm, cuya familia había sido asesinada en el Holocausto, estaba psicológica y financieramente quebrado. Cerró su negocio y decidió irse del país.
Afortunadamente, el panorama más amplio es más alentador. Sentado en la puerta de un café, Peter Sommer, que tenía 9 años cuando Hitler murió, dice que celebra los cambios por los que está pasando su país. "Me alegra que los judíos estén nuevamente aquí", dice, mientras ordena un bagel. "Cada judío que viene al país nos ayuda a dejar atrás la Segunda Guerra Mundial".
Jess Smee, The Guardian.
4 comentarios
carlos jose vizacarra kreutz -
DEMETRIO BARRAGAN -
El presente E-mail es con el fin de saber acerca de su opinión al respecto de una revista publicada por los âTestigos de Jehováâ, âLa Atalayaâ, publicada el 1 de Septiembre del 2008, donde en la parte final de la misma revista hay una sección llamada âNuestros lectores quieren saberâ, donde hace la pregunta: ¿POR QUE USAR EL NOMBRE DE DIOS SI EXISTEN DUDAS SOBRE SUPRONUNCIACIÃN?
Y dice al respecto ciertas partes que voy a escribir literalmente, pero que sobre este contenido deseo saber su apreciable opinión:
âHoy dÃa nadie sabe con exactitud cómo se pronunciaba en nombre de Dios en el hebreo antiguo. No obstante, la realidad es que aparece unas siete mil veces en la Biblia. â¦Ahora bien, si eses un nombre tan importante, ¿porqué existen dudas sobre su pronunciación original? Por dos razones principales: Primero, porque hace dos mil años los judÃos comenzaron a creer supersticiosamente que estaba mal decir en voz alta el nombre de Dios. Asà cuando el lector lo encontraba en las Escrituras, pronunciaba en su lugar la palabra Señor. De este modo surgió una tradición que llevó a que su pronunciación cayera en desuso. Segundo: Porque el hebreo antiguo se escribÃa únicamente con consonantes. Entonces, ¿cómo podÃan leerlo? La clave estaba en recordar las vocales correspondientes a cada palabra.â
Mi pregunta personal es, ¿hubo alguna superstición al respecto de no pronunciar âEl Tetragrámatonâ como afirman los âTestigos de Jehováâ?
Agradezco por cualquier atención prestada a esta carta, deseando que el Creador Todopoderoso les guarde, les cuide y prospere ricamente en todas sus bendiciones. Sin más su amigo:
albert colmann -
federick mallmann -