¿Qué ejecutivos sobrevivirán el otro año?
Tienen más posibilidades aquellos que encaran los problemas directamente y admiten sus errores.
AHORA QUE NOS acercamos al fin del año, empezaremos a escuchar predicciones sobre cómo se verá el mundo de los negocios en 2007. Lo más difícil para esos adivinos será predecir quién triunfará o fracasará en el puesto del gran jefe.
Recordemos las predicciones del año pasado. El ex presidente ejecutivo de la farmacéutica Pfizer, Henry Hank McKinnell, era visto por los reclutadores, consultores y ejecutivos como un líder corporativo fuerte y seguro. Al mismo tiempo, anticipaban que el presidente ejecutivo de General Motors, Rick Wagoner, vería pronto la puerta de salida.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. McKinnell fue despedido como jefe de Pfizer en agosto, después de que los inversionistas se quejaran sobre su excesivo salario cuando el valor de sus acciones habían caído más de un 40%. En contraste, Wagoner sigue al frente de GM tras demostrar su resistencia durante una de las peores crisis de la compañía.
Otras predicciones sobre el rendimiento y la reputación en los negocios fueron igualmente erróneas. Nadie previó todos los apuros por los que pasaría el fundador de Dell, Michael Dell, ni los dramáticos vaivenes que enfrentaría Mark Hurd, el presidente ejecutivo de Hewlett-Packard.
La moraleja que encierra todo esto es cómo los ejecutivos desarrollan el poder de permanencia. La auténtica prueba para determinar si el éxito de liderazgo es duradero o no es lo bien que los jefes lidian con los obstáculos y fracasos.
Dada la colisión entre las presiones y los desafíos en el mundo de los negocios de hoy, uno nunca consigue tener todo bajo control,
dice Jeffrey Sonnenfeld, un decano de la Escuela de Administración de la Universidad de Yale. La verdadera prueba,
agrega, es quién sobrevive al cuestionamiento de un modelo de negocios o de su reputación.
Los ejecutivos tienen más posibilidades de salir ilesos si encaran los problemas directamente, admiten sus errores y construyen alianzas para hacer cambios. Deben buscar asesoramiento de otros pero también sentirse lo suficientemente seguros como para tomar decisiones importantes.
En Pfizer, McKinnell ignoró la creciente ira de los inversionistas y la lucha interna sobre los planes de sucesión hasta que los directores se sintieron presionados a sustituirlo. En GM, Wagoner hizo lo contrario, admitiendo que la compañía pasaba por un mal momento. No seguiría en este trabajo si no pensara que soy la persona adecuada para hacerlo, le aseguró a sus críticos.
Cuando se enteró de que los directores estaban considerando prescindir de él, les dijo que renunciaría inmediatamente si no le concedían un voto público de confianza. Entonces, terminando con los rumores de que GM iba camino de la bancarrota, vendió el 51% de su unidad de financiamiento GMAC Financial Services por US$14.000 millones y recortó más de US$9.000 millones en costos al deshacerse de 34.000 empleados.
Wagoner también resistió la fuerte presión del inversionista multimillonario Kirk Kerkorian para forjar una alianza con la automotriz japonesa Nissan y la francesa Renault. Kerkorian, en una retirada insólita, vendió hace poco su participación de casi 10% en GM. Hace un año, Rick Wagoner no podía hacer nada bien, pero ahora está en el camino ascendente, dice Michael Mankins, un socio de la firma consultora Marakon Associates.
Por su parte, Dell, cuyo modelo de negocios de vender productos por teléfono e Internet llegó a considerarse invencible, se encuentra ahora bajo presión para mejorar la fortuna de su empresa. En la misma situación están otros ejecutivos, como Lee Scott, el presidente ejecutivo de Wal- Mart. El gigante minorista ha tenido que contener sus planes de expansión y enfrenta la oposición de grupos ecológicos y laborales.
A diferencia de los líderes de compañías más pequeñas, Dell y Scott no pueden evitar ser el blanco de los inversionistas y los medios de comunicación a medida que tratan de encontrar soluciones a sus problemas.
Son como celebridades y tienen que acostumbrarse al hecho de que van a ser perseguidos con la misma intensidad en los momentos malos como en los buenos, dice Mankins.
POR CAROL HYMOWITZ - THE WALL STREET JOURNAL
AHORA QUE NOS acercamos al fin del año, empezaremos a escuchar predicciones sobre cómo se verá el mundo de los negocios en 2007. Lo más difícil para esos adivinos será predecir quién triunfará o fracasará en el puesto del gran jefe.
Recordemos las predicciones del año pasado. El ex presidente ejecutivo de la farmacéutica Pfizer, Henry Hank McKinnell, era visto por los reclutadores, consultores y ejecutivos como un líder corporativo fuerte y seguro. Al mismo tiempo, anticipaban que el presidente ejecutivo de General Motors, Rick Wagoner, vería pronto la puerta de salida.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. McKinnell fue despedido como jefe de Pfizer en agosto, después de que los inversionistas se quejaran sobre su excesivo salario cuando el valor de sus acciones habían caído más de un 40%. En contraste, Wagoner sigue al frente de GM tras demostrar su resistencia durante una de las peores crisis de la compañía.
Otras predicciones sobre el rendimiento y la reputación en los negocios fueron igualmente erróneas. Nadie previó todos los apuros por los que pasaría el fundador de Dell, Michael Dell, ni los dramáticos vaivenes que enfrentaría Mark Hurd, el presidente ejecutivo de Hewlett-Packard.
La moraleja que encierra todo esto es cómo los ejecutivos desarrollan el poder de permanencia. La auténtica prueba para determinar si el éxito de liderazgo es duradero o no es lo bien que los jefes lidian con los obstáculos y fracasos.
Dada la colisión entre las presiones y los desafíos en el mundo de los negocios de hoy, uno nunca consigue tener todo bajo control,
dice Jeffrey Sonnenfeld, un decano de la Escuela de Administración de la Universidad de Yale. La verdadera prueba,
agrega, es quién sobrevive al cuestionamiento de un modelo de negocios o de su reputación.
Los ejecutivos tienen más posibilidades de salir ilesos si encaran los problemas directamente, admiten sus errores y construyen alianzas para hacer cambios. Deben buscar asesoramiento de otros pero también sentirse lo suficientemente seguros como para tomar decisiones importantes.
En Pfizer, McKinnell ignoró la creciente ira de los inversionistas y la lucha interna sobre los planes de sucesión hasta que los directores se sintieron presionados a sustituirlo. En GM, Wagoner hizo lo contrario, admitiendo que la compañía pasaba por un mal momento. No seguiría en este trabajo si no pensara que soy la persona adecuada para hacerlo, le aseguró a sus críticos.
Cuando se enteró de que los directores estaban considerando prescindir de él, les dijo que renunciaría inmediatamente si no le concedían un voto público de confianza. Entonces, terminando con los rumores de que GM iba camino de la bancarrota, vendió el 51% de su unidad de financiamiento GMAC Financial Services por US$14.000 millones y recortó más de US$9.000 millones en costos al deshacerse de 34.000 empleados.
Wagoner también resistió la fuerte presión del inversionista multimillonario Kirk Kerkorian para forjar una alianza con la automotriz japonesa Nissan y la francesa Renault. Kerkorian, en una retirada insólita, vendió hace poco su participación de casi 10% en GM. Hace un año, Rick Wagoner no podía hacer nada bien, pero ahora está en el camino ascendente, dice Michael Mankins, un socio de la firma consultora Marakon Associates.
Por su parte, Dell, cuyo modelo de negocios de vender productos por teléfono e Internet llegó a considerarse invencible, se encuentra ahora bajo presión para mejorar la fortuna de su empresa. En la misma situación están otros ejecutivos, como Lee Scott, el presidente ejecutivo de Wal- Mart. El gigante minorista ha tenido que contener sus planes de expansión y enfrenta la oposición de grupos ecológicos y laborales.
A diferencia de los líderes de compañías más pequeñas, Dell y Scott no pueden evitar ser el blanco de los inversionistas y los medios de comunicación a medida que tratan de encontrar soluciones a sus problemas.
Son como celebridades y tienen que acostumbrarse al hecho de que van a ser perseguidos con la misma intensidad en los momentos malos como en los buenos, dice Mankins.
POR CAROL HYMOWITZ - THE WALL STREET JOURNAL
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