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CAPACITACION EN COSTOS Y GESTION

Emprendedores: cómo manejar un negocio desde la casa

Suelen demandar poca inversión, pero mucha disciplina. Pueden ser muy rentables, pero también se corre el riesgo de que invadan la vida familiar. Cómo funcionan los emprendimientos montados puertas adentro de la propia casa: desde servicios secretariales hasta talleres de electrónica.

Una es una señora de barrio que prepara tortas para casamientos, bautismos o cumpleaños. Otro es un intelectual con estudios de posgrado en ciencias sociales que ofrece servicios de consultoría para proyectos de desarrollo agrario.

Y hay más: una secretaria virtual que no solamente atiende a clientes locales sino también a empresas extranjeras. Una traductora de inglés que exporta sus servicios a Estados Unidos. Una estudiante que se paga la carrera universitaria cocinando almuerzos para oficinistas. Un experto en informática y equipos electrónicos que ofrece servicios de mantenimiento y reparación. Y una diseñadora gráfica que trabaja para empresas editoriales.

Todos ellos tienen edades y perfiles muy diferentes, pero comparten algo: transformaron su casa en un lugar de trabajo y reorientaron su vida laboral.

De alumnos a clientes

Cristina Gutierrez, por ejemplo, fue vecina del mismo barrio de la ciudad de Santa Fe durante toda su vida. Se recibió de maestra y trabajó en una escuela que también estaba en la zona. Del extenso círculo de relaciones que construyó en todo este tiempo proviene la mayoría de los compradores de sus tortas.
"Empecé hace 25 años haciendo las tortas de los cumpleaños de mis hijos; después fueron las de los hijos de mis compañeras de trabajo", explica. "Y entonces mis ex alumnos empezaron a casarse o a bautizar a sus hijos", recuerda. "Con el tiempo, me fui haciendo conocida y la gente me busca. Nunca hice publicidad ni nada por el estilo", agrega. Pero, poco a poco, sus tortas se fueron transformando en un ingreso cada vez más importante para la economía familiar.

Aprendió trabajando con una amiga que estudiaba repostería y le transmitió algunos secretos del oficio. Después, compró revistas y libros con recetas, y empezó casi sin ningún equipamiento.

Pero ella misma advierte que, si alguien quiere empezar desde cero y aspira a que la repostería se transforme rápidamente en una fuente de ingresos, debe hacer algunas inversiones. La mayor es un horno que puede costar algo más de $ 1.300. Claro que también se puede arrancar usando la cocina de la casa. Pero si el emprendimiento va creciendo llegará un punto en que necesitará tener un horno profesional.

Lo que si deberá tener, desde el comienzo, es "una batidora y un equipo mínimo de moldes, colorantes, picos, cortantes, pinceles y otras herramientas", enumera la repostera. En total, se estima que todo esto demanda una inversión de alrededor de $ 1.000.

De cara al campo

El caso de Marcelo Posada es bien distinto. Acaba de llegar de la provincia de Misiones, donde estuvo entrevistando a familias campesinas para evaluar el impacto de un plan de electrificación rural que cuenta con financiamiento del Banco Mundial y será realizado por esa provincia del noreste argentino y la secretaría de Agricultura de la Nación.

Una vez de regreso en su oficina-departamento de Buenos Aires, se prepara para redactar el informe que presentará al organismo interacional. Tiene que hacerlo rápidamente, porque en un par de días debe viajar a evaluar un centro de desarrollo de tecnologías para el sector rural de la provincia de Santiago del Estero. Se trata de un centro destinado a brindar asistencia tecnológica para los campesinos santiagueños, uno de los sectores más postergados del campo argentino.

En esos viajes recoge los datos en base a los cuales arma sus informes. Su departamento es su lugar estable de trabajo. Sin corbata, sin horarios fijos que cumplir, sin jefes ni supervisores.

Posada es profesor de geografía, licenciado en Historia, y master en Ciencias Sociales con especialización en desarrollo social agrario. Hasta fines de los años '90 tenía una beca como investigador del Conicet, el organismo del Estado nacional para la ciencia y la tecnología. Y trabajaba como coordinador de la maestría en estudios sociales agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Pero como los ingresos eran demasiado bajos para tanto trabajo, resolvió intentar otro camino. La decisión fue armar una consultoría en su casa y ofrecer sus servicios al sector público y a empresas privadas. Actualmente, está dedicado a ofrecer consultoría externa para proyectos de desarrollo rural. "Hago la evaluación y el diagnóstico para el Estado o consultoras. Además de formulación y gestión de proyectos. En este momento, particularmente dirigidos al sector agropecuario", explica.

Posada asegura que está satisfecho con esta decisión. "Trabajar en mi casa es la mejor estrategia laboral que pude imaginar", destaca. Aunque aclara que la libertad no está exenta de costos a pagar. "Puede generarse un elevado nivel de autoexplotación, incluso mayor que si trabajara en relación de dependencia. Pero acepto el precio. Me gusta saber que el lunes a la mañana no tengo que ir a un lugar fijo. Aunque sepa que después tengo que quedarme trabajando hasta tarde", afirma.

El otro lado negativo de trabajar como consultor independiente es el riesgo de que se produzcan baches temporales, sin que aparezcan contratos. "Así que siempre hay que estar pensando en cómo hacer para armar una especie de flujo de dinero que sea más o menos estable y poder acumular reservas", explica.

Posada sostiene que en su caso resulta más conveniente trabajar de manera autónoma y no armar una empresa de consultoría. "Prefiero evitar todo tipo de gastos fijos", explica. Y por eso lo mejor es montar su espacio de trabajo en su casa para escapar de todos los costos anexos que inevitablemente aparecen al instalar una oficina. Claro que la desventaja que conlleva esa decisión es que muchas veces no puede participar de licitaciones que exigen disponer de una mayor estructura.

Sus clientes son entidades públicas, como la secretaría de Agricultura, o consultoras más grandes que lo contratan para hacer el seguimiento de algún proyecto, o agencias de financiamiento. La vía para conseguirlos pasa a través de las relaciones tejidas durante la vida académica y de las que se van anudando en el desarrollo de la misma actividad profesional.


Su especialidad es el desarrollo agropecuario, de modo que los proyectos sobre los que trabaja se llevan a cabo casi siempre en diferentes lugares del interior del país. Ello lo obliga a viajar reiteradamente, lo que, a su vez, condicionó las inversiones necesarias para montar su consultoría.

Las más importantes fueron dos computadoras portátiles. Una para los viajes y otra para usar en su departamento-oficina y ocupar menos espacio. Un celular y el servicio de Internet de banda ancha resultan también indispensables.

Los primeros pasos

Según dicen los expertos, el primer paso con el que debe comenzar el camino para poner en marcha un emprendimiento desde el hogar pasa por una evaluacion de las propias capacidades. Esto significa que hay que evitar, sobre todo, incursionar en actividades para las que uno no está preparado ni tiene suficientes conocimientos. El segundo paso es analizar cuáles de las actividades que sí domina le causan mayor placer.

"Un error que suelen cometer algunos es preguntarle al vecino o a algún amigo: ¿qué te parece que puedo hacer?. Le pueden contestar, por ejemplo: tengo el dato de que es buen negocio hacer sombreros. Arrancar de esa manera es un error. Uno tiene que empezar al revés. Plantearse qué cosas sabe hacer, qué conocimientos tiene. Hacer una lista completa y al lado anotar qué es lo que realmente le gusta. Porque yo puedo saber hacer algo, pero no lo disfruto, o no quiero hacerlo todo el día", explica Marta Alles, una consultora experta en organización empresarial y recursos humanos, y autora de numerosos libros sobre estos temas.

Alles propone un ejercicio para ayudar a identificar una posible actividad en la cual desarrollarse. "En la primera columna anoto qué es lo que sé hacer: una lista completa. En la segunda, selecciono qué cosas sé hacer y además me gustan. Y en la tercera selecciono cuáles de las cosas que incluí en la segunda columna se las puedo vender a alguien. Es decir, qué productos o servicios tienen, potencialmente, interesados en adquirirlos".

Además, advierte Alles, habrá que considerar otros factores: "como, por ejemplo, si el lugar de que dispongo en mi casa se puede adaptar a las actividades que me propongo desarrollar".

Para esta consultora, tanto la edad como la experiencia son elementos que juegan a favor para los interesados en armar un emprendimiento desde el hogar.
"Cuando se es muy joven, resulta más difícil tener los conocimientos y la disciplina necesarios para armar un emprendimiento individual", sostiene. Aunque reconoce que "ésta es una generalización y desde luego hay muchos jóvenes que pueden hacerlo y lo hacen".

No obstante, quienes trabajan desde su vivienda coinciden en que la experiencia y la edad suelen ayudar en muchos sentidos. Para empezar, ayudan a sostener una fuerte disciplina. "La casa puede actuar como un nivelador para abajo. Hay que hacerse un horario, fijarse una rutina. Vestirse para trabajar", explica Alles.
La cuestión de la disciplina implica ordenar la jornada de manera de limitar las interrupciones o distracciones en otros quehaceres durante el tiempo destinado a la actividad profesional o laboral.

"Si empiezo a pensar: ya que estoy en casa, me pongo a preparar algo, total, tengo tiempo y trabajo después, nos vamos a encontrar con que el tiempo nunca alcanza", sostiene Alles.

Además, el resto de la familia también debe aprender a respetar ese tiempo y ese espacio. "Si la tía llama para contar un chisme, mi hijo debe decirle que estoy trabajando y que llame en otro momento si no es algo urgente", sugiere la consultora .

La disciplina es un rasgo que en parte tiene que ver con el perfil de cada personalidad, pero también es posible desarrollarla, asegura Alles: "hay que armarse rutinas, usar una agenda, hacer listas de actividades a desarrollar, planificar y ajustarse a esa planificación".

Según la consultora, los emprendimientos de este tipo tienen mejores chances de éxito en aquellos momentos en que la economía anda bien, como ahora, pero esto no garantiza que las cosas salgan como uno quiere. Y, al revés, tampoco es acertado pensar que en tiempos de crisis no se puede hacer nada. "Hay una tentación de atribuir todo a lo que pasa afuera. Y entonces, si no vendo, es porque hay crisis. Pero también tengo que analizar si lo que quiero vender le interesa a alguien, o si lo tengo a buen precio", señala.

"El autoempleo puede ser una opción fantástica. Pero todo depende de cómo se la asuma. Si pienso que nací para trabajar en una gran empresa multinacional pero hago esto porque no me queda otra alternativa, mejor ni empezar", advierte la consultora.

Secretaria virtual

"Le habla Fabiana, la secretaria del doctor Pérez. Lo llamo para acordar una entrevista", desliza una voz en el clásico tono amable pero neutro de las asistentes ejecutivas. "Buen día, gracias por comunicarse con la empresa Point Argentina. Le habla Fabiana. ¿En qué lo puedo ayudar?", saluda la misma voz, un momento después, a través de otra línea telefónica, pero desde el mismo lugar. Del otro lado del teléfono, quedará la sensación de que el doctor Pérez tiene una secretaria muy profesional y que la empresa extranjera Point tiene una sucursal en Buenos Aires que parece ser muy eficiente.

La realidad es que ambos son clientes de Fabiana Schneider, quien trabajó durante varios años como secretaria en una empresa que luego se fusionó con otra y eliminó cargos como el suyo. Con ese bagaje de experiencia, Schneider se decidió a ofrecer servicios de secretaria ejecutiva a distancia a cambio de un abono mensual. Su lugar de trabajo es su propia casa.

"Realizo tareas secretariales y administrativas que se puedan hacer en forma remota. De este modo, el cliente no necesita montar una oficina. Ofrezco atención telefónica personalizada y manejo de correos electrónicos. Este es un servicio por el cual le asignamos al cliente un número telefónico especial y atendemos con un mensaje de bienvenida personalizado", explica.

Para captar clientes, en un primer momento Schneider aprovechó los contactos desarrollados mientras estaba en su anterior puesto. "Recurrí a todos mis conocidos para ofrecer mi servicio", evoca. Además, desarrolló un sitio en Internet.

También hizo cursos para tener más conocimientos sobre la actividad que se proponía realizar y consultó con especialistas.

El saldo de su experiencia le indica que, para poder realizar esta tarea, hace falta disponer de un lugar adecuado, a salvo de ruidos hogareños, una computadora y un par de líneas telefónicas independientes de las usadas por los miembros de la familia.

El taller en casa

Ricardo García tiene verdadera pasión por la electrónica. "Primero fue mi hobby. Después, fue mi carrera de estudio y ahora se convirtió en mi medio de vida", relata. García se dedica a brindar soporte técnico para computadoras, repara equipos electrónicos y atiende a clientes en proyectos de comunicación e informática en general.

"Tengo montado un taller de servicio técnico en mi casa, con todos los avances electrónicos disponibles, aunque con menos comodidades de espacio que un taller convencional. Aquí reparo desde computadoras hasta aparatos telefónicos, equipos de fax o plaquetas de control de algunos equipos de comunicaciones", enumera. La principal ventaja, dice, viene por el lado de los costos fijos. No hay que alquilar un local, y los montos de los servicios también se reducen. "La desventaja es que, por estar en casa, uno termina trabajando todo el tiempo", afirma este santafesino.

Para aumentar su cartera de clientes definió una estrategia audaz. "Contratamos a una operadora de telemarketing, le pusimos una línea y una computadora para que registre los llamados y nos dedicamos a ofrecer nuestro servicio a partir de un listado de personas", relata. Pero la mayoría de los clientes llegan a través de relaciones o de recomendaciones.

Para montar un taller de este tipo se requiere, en primer lugar, un espacio físico con una relativa independencia del resto de la casa. Y si en el hogar hay niños, será necesario contar con ciertas condiciones de seguridad para evitar accidentes y roturas de equipos. No es una actividad que pueda hacerse en un rincón del comedor o del living. En el caso de García, modificó un garage. Además, es mejor que el lugar dé a la calle, porque siempre habrá circulación de clientes.

Las inversiones en equipamiento también son relativamente importantes. "El mínimo está en alrededor de US$ 3.000, porque casi todo es importado. Hay que pensar en un osciloscopio, un generador de señales, trazadores y testers digitales, entre otras cosas", explica García. A lo cual será necesario agregar al menos unos $ 600 mensuales en servicios, como Internet de banda ancha, telefonía y electricidad.

García dispone, además, de equipos armados por él y otros adquiridos. "Tengo tres faxes y un equipo de UPS para prestar a los clientes mientras hago la reparación", explica.

Según sostiene, haber montado el taller en casa tiene ventajas y desventajas. "No quiero volver a estar en relación de dependencia, ni loco. Y montar una empresa tiene costos muy altos. Prefiero seguir así. Una de las ventajas es que permite ganar más. El problema es que nunca son ocho horas de trabajo, son diez o doce", admite.

Comida hogareña

Barbara Hofman decidió que su ideal de vida no podía transcurrir entre cuatro paredes. No le atraía el proyecto de pasar en una oficina casi todo su día, durante casi todas las semanas del año. Y eso que la empresa multinacional para la que trabajaba le ofrecía, a cambio, un sueldo aceptable y la relativa seguridad de un contrato de relación de dependencia en una compañía de primera línea.

Finalmente, decidió renunciar. Sin tener muy en claro a qué se iba a dedicar, pensó en las cosas que sabía y le gustaba hacer. Fue así como llegó a la conclusión de que quizá el mejor camino pasaba por la cocina. Ella siempre había disfrutado cocinando y eso le había permitido aprender a hacerlo sin esfuerzos.

En ese momento vivía en una zona de la ciudad de Buenos Aires donde abundaban las oficinas, y muchos de sus amigos trabajan en ellas. Se le ocurrió la idea de preparar viandas para esos oficinistas que habitualmente debían resignarse a consumir comida chatarra o de escasa calidad. Hofman les ofrecería como alternativa unas bandejas con comida casera recién hecha.

"Cocino a la mañana y vendo almuerzos preparados para la gente que trabaja en las oficinas. Son bandejas con dos opciones de menúes. Uno tradicional y una versión light", afirma. "Es un almuerzo bien preparado, como lo que uno come en su casa: desde unas milanesas con puré hasta algo bastante más elaborado. Son comidas hechas con esmero. Esto no es una rotisería que despacha comida estándar", explica con orgullo.

Cada mañana, Hofman se comunica con su contacto dentro de la oficina y le pasa el menú del día. A través de mensajes on line, se registra cuántos empleados van a hacer un pedido. Luego le informan por teléfono o correo electrónico. Una vez que sabe cuánta a gente tendrá que enviarle un almuerzo, sale a hacer las compras. Luego prepara la comida. Una vez que está lista arma las bandejas y las distribuye, oficina por oficina.

Las inversiones necesarias para poner en marcha este negocio han sido bastante modestas. "Cuando empecé, era estudiante de Historia y vivía en un monoambiente. Cocinaba para 10 o 12 personas en un anafe con dos hornallas. Era una locura, pero era lo que tenía", recuerda.

Sin embargo, Hofman aclara que, para atender a un grupo de más de 15 personas se requiere, por lo menos, una cocina hogareña común. También es necesario invertir en algunos utensilios de cocina y los elementos necesarios para armar las bandejas.

No es necesario contar con un gran espacio físico, aunque, naturalmente, una cocina amplia ayudará aumentar las posibilidades de incrementar la clientela y la comodidad para trabajar.

El dinero para hacer las compras se obtiene de la misma rotación de fondos de todos los días. Así que, aparte de un pequeño capital para comenzar a hacer las primeras compras, no es necesario disponer de mucho más.

Por otra parte, como se conoce con anticipación y con precisión cuánta comida se venderá, no es necesario arriesgar dinero comprando materia prima que luego no se pueda utilizar.

A diferencia de otras actividades que se realizan en el hogar, este negocio tiene un horario de trabajo relativamente estable y acotado. No tiende a absorber cada vez más tiempo, porque, como los oficinistas interrumpen sus tareas para almorzar aproximadamente a la misma hora, el trabajo concluye, necesariamente, al terminar la mañana. Para entonces, deberán haberse completado las tareas de coordinar para saber cuantos clientes habrá ese día, hacer las compras, cocinar y hacer el reparto.

Después de eso, la jornada termina y Hofman puede descansar hasta el día siguiente. "Tengo toda la tarde libre para hacer cualquier otra cosa", se entusiasma. Los fines de semana las oficinas están cerradas, de modo que tampoco podría trabajar aunque quisiera.

Como en un libro

Carina Hidalgo, por su parte, construyó su actividad lejos de la cocina. Es diseñadora gráfica y montó su taller en su casa de la localidad bonaerense de Vicente López. Se especializa en el diseño de libros y revistas y sus principales clientes son empresas editoriales, como Kapelusz.

"Cuando comienza el año hay que empezar a llamar a los potenciales clientes. Pero también ocurre que las mismas empresas se ponen en contacto si el nombre del diseñador es conocido.", explica. "El proceso de selección se parece bastante a un concurso. Llaman a dos o tres diseñadores, y le dan el trabajo al que más los convence. Le explican cómo es el libro que quieren hacer y se fija un plazo".

En general, los proyectos de Hidalgo se vinculan con el diseño de libros de textos y manuales para la escuela. Se trata de trabajos grandes, para editoriales de cierta envergadura, y si bien demandan mucha atención, son los que mejor se pagan. "Los trabajos chicos de pequeños diseños no me convienen mucho, porque es muy poco lo que se puede cobrar", explica.

Esta actividad está concentrada en cinco meses, entre junio y octubre. En la primera mitad del año las editoriales definen los libros que van a lanzar. Y los van pasando a los diseñadores. En octubre empiezan a entrar en la imprenta. "El cliente quiere que uno haga en cinco meses el trabajo de un año, así que durante ese período hay que lidiar con los autores e ilustradores y a veces trabajar 12 horas por día. Pero en el resto del año el trabajo es poco", relata.

Para instalar su taller, Hidalgo compró una computadora Macintosh. Una versión actual de este equipo puede costar US$ 3.500. Pero se pueden conseguir versiones anteriores o máquinas usadas por una tercera parte de ese valor. Es necesario también contar con una grabadora de CDs, un escáner y una impresora color (cuyo precio suele ubicarse en torno de los $ 4.000).

La tecnología utilizada para estos trabajos evoluciona rápidamente, lo que demanda una renovación frecuente del equipamiento. El otro insumo básico es una buena conexión de Internet de banda ancha.

En cuanto al espacio físico, no presenta demasiadas exigencias. Los clientes no necesitan venir al lugar de trabajo puesto que todos los contactos se hacen por teléfono, correo electrónico o en las oficinas de los clientes.

También en este caso, la mayor dificultad consiste en saber separar el tiempo dedicado al trabajo y el tiempo libre. "Se hace muy difícil que el trabajo no nos invada. Cuando uno tiene un horario, una vez que sale del trabajo se desenchufa hasta el otro día y listo. Acá es difícil que pase eso", reconoce Hidalgo.

Pero también aquí se hacen sentir las ventajas para la dinámica familiar. "Puedo ir a buscar a mi hija al colegio y ella puede invitar a jugar a una amiga a su casa", explica Hidalgo, consciente de que, cuando los padres trabajan todo el día fuera de casa, esto se torna directamente imposible.
Poner un emprendimiento como éste demanda, desde luego, capacitación y experiencia. Hidalgo estudió la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires y luego trabajó como diseñadora, primero en una agencia de publicidad y luego en una imprenta.

Alejandro Brittos, Clarin

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